Morada de la sabiduría
En la Sagrada Escritura se habla de la sabiduría de forma
tan elocuente que más de una vez no sabe uno si debajo de esa expresión se está
hablando del mismo Dios: de LA SABIDURÍA increada, del Dios que es Sabiduría y
que por tanto existe desde siempre.
En ese sentido la liturgia, más de una vez, utiliza en las
Misas de la Virgen una referencia a María como una expresión de la sabiduría de
Dios, y así ya existió en la mente de Dios desde la eternidad: “El Señor me estableció al principio de sus
tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui
formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes,
antes de las montañas, fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la
hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí
estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el
cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar y las
aguas no traspasaban sus mandatos;
cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo
el tiempo jugaba en su presencia…, gozaba con los hijos de los hombres.
[Prov 8,22-31].
Es una descripción mística de la Virgen en donde se juega
con los conceptos del Dios supremo y sabio que es autor de la Sabiduría, y la
obra de bolillos de esa sabiduría la ha plasmado en María. Así lo presenta la
liturgia y así nos pone en el cenit del pensamiento de Dios. La liturgia todavía
concreta más en el Eclesiástico 24: “Desde
el principio, antes de los siglos, me
creó y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia ofrecí culto y en
Sión me estableció; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén
reside mi poder. Eché raíces en un pueblo glorioso, en la presencia del Señor,
en su heredad. Venid a mí los que me amáis y saciaros de mis frutos; mi nombre
es más dulce que la miel, y mi herencia mejor que los panales. El que me
escucha no fracasará; el que me pone en práctica no pecará.
Ahora aterricemos en lo que fue la vida de María, en su
prudencia, obediencia, escucha de Dios…, en sus pasos siempre en la línea de la
voluntad divina, y estaremos encontrándonos con la gran sabiduría de María, que es el reflejo exacto de esa mística
narración que nos ha brindado la referencia a la SABIDURÍA que la liturgia le
ha aplicado a ella en esas vibrantes descripciones que he transcrito (y que no
son las únicas en las que podemos hallar el retrato de la Virgen).
Ella nos quiere comunicar sabiduría. De ella no podemos
sacar más que orientaciones que nos conducen a Jesús y a hacer como ella misma.
El día que en Caná le advirtió a los sirvientes: haced lo que él os diga,
no hacía otra cosa que reflejar sobre nosotros su personalidad. Y con ella su
gran sabiduría, lo mejor que podía enseñarnos.
Gocemos paladeando los textos de la liturgia y ofrezcamos a
la Virgen esa flor de mayo que
expresa ternura y delicadeza del alma, para embelesarnos con la misma Palabra
de Dios en su proyección mística hacia María, morada de la sabiduría. Y que luego se torne en aplicaciones
concretas en nuestras realidades diarias, en las que la Sabiduría de Dios nos
está diciendo lo que debemos hacer y lo que debemos evitar.
Dentro de poco no me
veréis y dentro de otro poco volveréis a verme. (Jn 16, 16-20) No lo
entienden los apóstoles. ¡Qué tardos eran para tragarse la realidad de la
muerte de Jesús, con su resurrección, en dos espacios de “poco”! Pero Jesús se
lo está avisando. Y tiene que explicitarles que dentro de un poco lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará
alegre. Para aquel mundo en el que se estaban desenvolviendo, llevar a
Jesús al patíbulo va a ser una alegría, una victoria. Para vosotros, llanto y
lamentación. Pero es un “primer poco”, porque vuestra tristeza se convertirá en alegría, mientras que ese mundo
que creía haber triunfado se encontrará con que allí donde sembró la muerte,
floreció la vida. ¿Qué va a ser de ese mundo actual que no sólo no ve a Jesús
sino que se ha vuelto hostil y ofensivo contra todo lo que supone la fe en
Jesucristo, y que vive totalmente al margen de la fe y de la esperanza en la resurrección?
Se dirige a “un poco” muy largo de tristeza y fracaso total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!