Auxilio de los cristianos
Vengo repitiendo que el declive de la fe que estamos
sufriendo y palpando, no es ajeno al declive de la devoción mariana. Hace unos
días me preguntaban cómo se puede hacer hoy que el MES DE MAYO tuviera aquella
influencia que tantos mayores hemos vivido en nuestra vida de infancia,
adolescencia y juventud. Porque hoy no se tiene tal costumbre en las casas y en
los mismos Colegios.
Yo no sé lo que se hace en los Colegios ni el modo que
actualmente puede hacerse. Indiscutiblemente los Colegios religiosos deberían
conservar, fomentar y realizar alguna forma concreta de devoción mariana
especial. E imagino que se hace en algunos.
Pero a veces queremos dejar toda la responsabilidad a los
Colegios y tenemos que tener en cuenta que en la mayoría reina un laicismo
agudo y que los niños no van a aprender ahí muchos detalles religiosos. Y la
pregunta deberemos trasladarla a las familias y preguntarnos si cultivan esa
devoción del MES DE MARÍA con algún tipo de signo externo que quede a la vista
de todos.
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Yo recuerdo con fruición el AVEMARÍA que rezábamos a la Virgen de la Congregación
Mariana al entrar y al salir en aquel Salón donde cada uno jugaba a su manera,
con más o menos ruido. Pero el AVEMARÍA –plantados a la entrada o a la salida
del Salón- era sagrado. [Para mí –tengo que decirlo con gozo inefable- ahí se
fraguó mi vocación y esa imagen preside mis rezos de cada día].
Quiero decir, pues, que la devoción a la Virgen es
perfectamente factible y conservable en nuestros ambientes. Y que parte de
nuestra práctica cristiana puede estar envuelta en esa devoción a María. Y que
esa devoción requiere “modos”, “signos” visibles para que –al paso- casi sin
pretenderlo, se tope uno con la mirada de María y pueda decirle cualquier
requiebro de hijo.
María es auxilio de los cristianos y es la que tiene el
encargo de cuidarnos. Lo que toca ahora a cada uno de nosotros, en nuestra
posibilidad, es tomarla cada cual en su
propia casa, como el discípulo aquel que nos narra el evangelio de Juan. Y
una Madre tiene muchos recursos –sobre todo, “recursos del corazón”- para
atraer hacia sí a esos cristianos que se han resfriado en su fe. Y como buena
medianera, ponerlos ella en contacto con el HIJO, precisamente para que sean
CRISTIANOS y no meramente débiles devotos que se quedan en la corteza de las cosas,
de las devociones o de los simples “iconos” representativos de una porción,
frente a otra porción que parece contradistinguir diferentes advocaciones e
imágenes de la Virgen María.
Pongamos a la Virgen María, la Madre de Dios, en un punto
central de nuestra vida familiar (ojalá que también en lo colegial) y habremos
recuperado un dato substancial de la vida de la gente: el corazón, la ternura,
el alma, la delicadeza, el hijo que se acurruca en el seno de una madre y
siente el gran calor de su corazón: Quiero,
Madre, en tus brazos queridos, como niño pequeño dormir.
Estamos en pleno “Sermón de la Cena” (Jn 14,1-6) y Jesús –a
punto de comenzar su Pasión- trasmite paz a sus discípulos. Pero una paz que
procede de CREER EN DIOS y CREER EN CRISTO. Y la gran seguridad con la que
quiere apoyar esa fe y esa paz es que en
la Casa de mi Padre hay muchas estancias; y yo voy a prepararos sitio. La
Pasión y la misma muerte consiguiente de Jesús es un paso previo a ese triunfo
con el que se van a encontrar los apóstoles. Cuando yo vaya y os prepare sitio, volveré por vosotros y os llevaré
conmigo para que donde Yo esté, estéis también vosotros. Y donde yo voy, ya
sabéis el camino.
Faltó tiempo para la intervención lógica de Tomás: No sabemos adónde vas; ¿cómo vamos a saber
el camino? Y ahí nos llega la gran respuesta de Jesús que ha llenado
páginas y libros y tendrá que seguir llenando nuestra oración y nuestros
sentimientos: Yo soy el camino y la verdad y la vida. NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ.
Sí, sus recuerdos son mis recuerdos: ¡con qué alegría nos acercábamos a María para ofrecerle las azucenas más bonitas y con ellas nuestros corazones! El MES DE MAYO estaba consagrado a la Virgen, nuestra Madre y, al abrir el mes de mayo,se abrían los corazones de niños y grandes para ofrecerle nuestro Rosario en familia, y muchas flores- los niños ya la habíamos obsequiado en el colegio con flores blancas- y por la noche, volvíamos a rezar con los padres y con los abuelos y rodeábamos a la Excelsa con las flores que habíamos recogido en el campo.Recitábamos e ¡Oh, Señora mía! y cantábamos: Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María , que Madre nuestra es....Nuestro camino, no lo podemos programar, pero una familia cristiana que se empeña en vivir con Cristo, siempre camina con Cristo y los malos momentos son regalos inesperados de ese Amigo Jesús que camina a nuestro lado. La Virgen, nuetra Madre, es la que nos ayudó a encontrar el Camino cuando nos habíamos dwesviado.
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