Reina de los mártires
No voy a referirme expresamente a los mártires que han
derramado su sangre por Cristo. Yo quiero hoy hacer una lectura de esos otros
martirios diarios en los que es mucho más fácil verse metidos, y que se están
dando constantemente en la vida real.
Hablo de los esposos mártires. Y comienzo hablando de los
dos. Porque unir dos personalidades, dos modos de vida anterior, dos
caracteres, dos costumbres, dos carreras universitarias, dos psicologías…, dos
modos sexuados tan diferentes, ya lleva su parte de “muerte” personal…, de
“martirio” de muchas características. Poner en medio a la Virgen y entenderla
en Nazaret con lo que ella hubo de ceder de sí misma para vivir un rol
absolutamente distinto del que hubiera vivido en circunstancias normales, debe
ser para los esposos una mirada que ayude y consuele y estimule: con Dios en
medio, todo es posible, llevadero y feliz.
Si ahora tomamos por separado a la mujer, en todo lo que ha
de ceder, de acostumbrarse a otra persona que tiene sus seguridades varoniles,
y le aplicamos todas esas diferencias de que hemos hablado, la mujer es “una
mártir” aunque sea mártir por amor y mártir con gusto, con esa capacidad
“milagrosa” que le da su realidad de mujer.
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¡Ojo! Que no siempre ocurre así en una dirección. Existe
también la otra: donde el “mártir” es el varón. Y por circunstancias semejantes
a las anteriores. Ahí cabe también el martirio lento de la astucia femenina, de
las acusaciones repetitivas, de los celos, de las influencias familiares de la
esposa…
Es claro que hacer un listado de “martirios” que sufren
también los hijos, los Maestros, los vecinos, los jefes y los subordinados, los
que no les llega el sueldo a fin de mes, los pobres mendicantes explotados por las mafias, los comerciantes y
los parroquianos…, y todo lo que queramos meter ahí, deduciremos que la labor
de MARÍA, REINA DE LOS MÁRTIRES va más allá que la de los miles de individuos
que han entregado su vida en defensa de la fe. Esos van delante porque dieron
la prueba más grande del amor. Pero no dejan de ir detrás, en procesión
interminable, ese otro ejército de personas que van dejándose la piel de
múltiples maneras, y que expresan el martirio lento que es muy doloroso porque
no mata pero consume. A tantos mártires de la mentira social y política, de las
parciales “memorias históricas”, de los abusos de guante blanco de aparentes
defensores de “lo bueno” y de “lo justo” pero viviendo del cuento de la defensa
de las clases medias o bajas…, a todos ellos los elevamos hoy hasta el corazón
de María, REINA DE LOS MARTIRES, para que ella les tienda la mano protectora y
consoladora. Porque ella pasó por el martirio terrible de ver las injusticias
que se fueron cometiendo con el Hijo, sin que nadie moviera un dedo para
impedirlo. Con razón Simeón le había anunciado la espada de dolor que iba a atravesar su alma.
Jn 14,27-31: La paz
os dejo, mi paz os doy; no la doy como la da el mundo. El tema de la paz lo
tengo recientemente tratado al hablar de María, REINA DE LA PAZ. Ahora acentúo
la misión de Jesús, en medio de su inminente pasión, expandiendo LA PAZ entre
sus apóstoles: MI PAZ. Que no es como la falsa paz que da el mundo, que promete
paz pero siempre se desenvuelve en la lucha del odio, de clases, de envidias…
Falsa paz que no se entiende más que desde una guerra a ver como se destruye al
adversario.
Pues en medio de todo, que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.
Me habéis oído decir: ‘Me voy y vuelvo a vuestro lado’. Si me amarais, os
alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Queda
dicho para que no sufran escándalo cuando llegue el momento en que va a suceder
la muerte. Cuando suceda, sigáis creyendo…, mantengáis la paz,
tengáis la fuerza necesaria para sobrellevar la contrariedad sin perder esa paz
que yo os doy.
¡Qué falta hace que el rito de la paz –tan vacío muchas
veces en la Celebración Eucarística- adquiera la verdad de que extendamos el
corazón para trasmitir a todos la paz –sincera paz-que llevemos dentro.
Grande fue la FE de María que creyó sin dudar el mensaje del Ángel que le anunciaba cosas extraordinarias e increibles...Creyendo y obedeciendo, dicen los Santos Padres Conciliares, que" fue causa de su propia salvación y de la salvación de todo el género humano".Porque María lo creyó todo: incluso que podría ser madre sin perder su virginidad.¡Bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán en tí las cosas que el Señor te ha dicho!.(Lc, 1, 45) La Virgen nos enseña a creer y nos ilumina ante nuestra vocación a la santidad, tanto si lo hace a través de alguno de sus Ministros como si nos encontramos solos, inmersos en la duda. Dios es fiel y llevará a término su Obra, si nosotros no nos oponemos; si nos fiamos totalmente de Él.
ResponderEliminarEl alma de FE no se entretiene investigando a Dios, y, aunque no lo comprenda, se lanza a creer y sigue cumpliendo lo que cree que es la voluntad divina.