Reina de la Paz
Acababan de presentar en “avance informativo” la imagen de
una iglesia vanguardista en un país asiático. Me quedé a las noticias con el
deseo de ver el detalle. Al final me ha levantado sin llegar a verla, mientras
me han presentado una treintena de hechos violentos: joven que rocía de gasolina
y prende fuego a un compañero, padres que se enzarzan entre sí en un partido de
futbol alevín, esposos que se lían a golpes entre ellos, individuo que va a
casa de su pareja para matarla y se acaba suicidando, agresión y heridas a guardias civiles en una reyerta a
la que acuden para evitarla, jugador de futbol que derriba de un puñetazo a un
árbitro y la gente lo jalea, políticos de un bando que ofenden y tratan de
destruir al adversario, manifestantes que reivindican acusando, mujer muerta
por su pareja, acciones vandálicas en el mobiliario urbano, apuñalamiento de un
extranjero para robarle el móvil…
Y he tenido que dejar el “informativo” y prescindir de lo
que me interesaba ver. La verdad es que el mundo de hoy se está construyendo
sobre la agresividad extrema y que LA PAZ no llega ni a distancia. Un mundo al
que le han arrebatado los sentimientos humanitarios y el sentido de los
valores. Un mundo al que le han quitado a Dios.
¿Le han quitado a la Virgen? Creo que no…, y creo que sí.
No le han quitado su “devoción” a una imagen, a una romería, a unas
concentraciones masivas, capaces de llevarse consigo a un ingente número de
“devotos”. Pero Le han desnaturalizado el sentido de lo religioso: de quién es
MARÍA, de qué representa María en la vida del corazón, de qué sentimientos de
bondad exige haberse abierto a tal imagen, tal cofradía, tal hermandad, tal
peregrinaje. Le han quitado a esa imagen que se tiene en el alma y que pone
freno a las reacciones que destruyen la fraternidad en la misma familia, con el
vecino de al lado, con el que es devoto de otra advocación, del que siente a
María como LA MADRE DE JESÚS, la Madre
de Dios…, y por tanto como cortafuegos para la violencia que se escapa de
los entresijos de la brutalidad humana, del hombre hecho un lobo para el otro
hombre.
En medio de todo eso hay algo que tiene hoy un amor inmenso
en el corazón del creyente, del verdadero creyente: REINA DE LA PAZ, ruega por nosotros.
En Jn 6 ha comenzado ya la dificultad. Jesús ha afirmado
que la obra que Dios quiere es que crean
en él, y las gentes le preguntan qué
signos hace para que crean en él. Es curioso. Vienen de comer los panes en
el desierto, de ver a una muchedumbre que se pueda hartar de comer –y les
sobra- allí en medio de un descampado… (ya hasta lo han querido hacer rey).
Pero cuando Jesús (30-35) les entra más adentro y les habla de creer en él, las preguntas se suceden: Qué signos?, ¿en qué te ocupas? Y
curiosamente les sacan a relucir un hecho que habla claro a favor de Moisés
(les dio a comer el maná en el desierto, les
dio a comer pan del cielo), y no se les ocurre pensar en lo que ellos han
vivido en el reciente desierto donde comieron y les sobró…
Jesús les advierte que Moisés les dio de comer pero no fue
Moisés quien inventó aquel maná, sino que fue Dios quien les dio la comida
misteriosa, el verdadero pan del cielo.
Y dando una vuelta a la tuerca, Jesús les presenta ahora cómo
el Pan de Dios es el que baja del cielo y
da vida al mundo. Muy parecido al agua de la samaritana, capaz de saciar y
no necesitar tener que volver a sacar más agua. Eso entienden los judíos, que
acaban pidiendo: Señor, danos siempre de
ese pan. Pero se encuentran con lo inesperado para ellos. También a la
Samaritana Jesús acabó presentándose a sí mismo: “Yo soy el Mesías, que habla
contigo”. Y aquí Jesús da el paso definitivo: Yo soy el Pan de la vida, el que
viene a mí no pasará hambre; el que cree en mí, no pasará nunca sed.
Es evidente que Jesús se está metiendo en un laberinto muy
fuerte. Lo que pasa es que el grupo de oyentes no está aún agresivo y está
atendiendo –y admirando- lo que Jesús les dice, con ser verdaderamente fuerte.
Atienden pero no creen, como dirá Jesús en el evangelio del día siguiente.
En verdad que es preocupante la situación del mundo...¡mucha religiosidad popular...pero,¡buena es!Tenemos que cuidarla y tratar de formar a los Hermanos Mayores. Sí, hablarles de lo que más nos interesa de Jesús; de sus disposiciones íntimas para con Dios, y sus relaciones con Él. Jesús es el Hijo de Dios y esta es la razón de su santidad. Jesús es el único Hijo de Dios por naturaleza; pero los creyentes también somos hijos de Dios por Gracia, porqe el Padre nos ha predestinado "a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo. Jesús nos ha hecho partícipes de su filiación divina que por naturaleza sólo le pertenece a Él. Toda la grandeza y toda la santidad del cristiano consiste en vivir como hijo de Dios.El cristiano es por la gracia bautismal templo del Espíritu Santo. Las tres Personas divinas están realmente presentes en cada cristiano.Esto es lo que hay que hablar con los Hermanos Mayores para que todos los cofrades se asocien a la vida interior de Cristo, todos los días del año.
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