Modelo de entrega a Dios
No hay que estudiar mucho para afirmar esa invocación de
las letanías. Desde que María aparece en el evangelio hasta que se llega al
final, todos los textos –no muchos- que se refieren a María son una prueba
constante de que puso su vida en las manos de Dios, en una absoluta entrega
fiel de su persona y de sus decisiones. María no hace otra cosa que la voluntad
de Dios y, por tanto, que vivir entregada a lo que Dios fuera queriendo de
ella.
Pero yo me quiero adentrar más en el significado de esa
invocación. Si nos vamos a su original latino, dice allí: Vas insigne devotionis, o “vaso insigne de “devoción”. Y lo llevo
al terreno de la palabra “devoción” con la que frecuentemente nos referimos a
nuestra relación personal con la Virgen: nuestra devoción a María. ¿Qué queremos decir con esa palabra? ¿Nos
referimos a un sentimiento piadoso? ¿Nos referimos a una expresión de amor?
La palabra “devoción” proviene etimológicamente de “voto”.
Un “ser devoto”. Pero un voto no es ni un sentimiento ni una expresión. El
“voto” es un compromiso formal y profundo por el que uno añade una entrega muy
personal de sí mismo, renunciando incluso al propio deseo que vaya en otra
dirección.
El voto de obediencia o de pobreza o de castidad o de
permanencia con el que se concreta el compromiso de la VIDA RELIGIOSA, añade a
las virtudes correspondientes la obligación que se impone el religioso
voluntariamente para ir más allá de lo estrictamente obligatorio en fuerza de
la virtud.
Entonces la “devoción” a la Virgen indica un compromiso
personal de imitación a María, una especie de “voto” por el que se busca actuar y vivir de la forma que agradaría
más a María, y que es la manera en que ella misma vivió. Invocar, pues, a la
Virgen como “modelo de entrega a Dios” es estarnos fijando en cómo debe ser
nuestro compromiso con María y –en definitiva- nuestro compromiso con Dios.
Estamos mucho más allá que lo que entendemos por ser “devotos” de una imagen
determinada. Y no es que no podamos sentir especial atracción por una
representación concreta, sino que no confundamos lo que es realmente LA
DEVOCIÓN. Por esa devoción que profesemos a María, debemos quedar marcados en
unas formas de actuar y de proceder.
Jn 15, 12-17 vuelve a ser una perícopa corta pero con una
enorme densidad y contenido. Jesús se está despidiendo; el sermón que sigue a
la Cena viene a ser el testamento espiritual de Jesucristo. Y lo que marca este
momento es el gran mandado de Jesús Que os améis unos a otros como Yo os he
amado. No es sólo amarse unos a otros, ni es un amarse cualquiera
(“como a uno mismo”, por ejemplo). Lo que Jesús pone como distintivo de su
testamento es como yo os he amado. Y para que no haya duda de lo que está
diciendo, explicita después: Nadie tiene
amor más grande que el que da la vida por el amado. Éste es el “como yo os
he amado”: hasta dar la vida. Por tanto se trata de un amor sin fronteras
cuando es un verdadero amor. “El amado” para Jesús es el que hace lo que él
manda.
De donde deduce que ya
no les llama discípulos o siervos sino amigos,
porque ellos ya saben sus secretos. Os
llamo AMIGOS porque os he comunicado todo lo que mi Padre me ha dado a
conocer.
Yo os he elegido.
Otra prueba del amor de Jesús. El día que los fue llamando, no dijo nombres al
voleo. Fue nombrando a unas personas muy concretas en las que depositaba su
amor, y a quienes iba a ir revelándole los secretos del Reino. Unas personas a
quienes os he destinado para que deis fruto y vuestro fruto dure. No fue una elección hecha
por vosotros por las emociones que recibisteis con mis obras. No me elegisteis vosotros. Yo os elegí y
soñé en el día en que daríais fruto abundante y duradero.
El primer fruto, el distintivo, es que os améis unos a otros. Aquello que se hizo patente en aquellas
comunidades, en las que lo llamativo entre los cristianos era cómo se amaban.
Cuando menos nos debe resultar muy reflexivo, y hacerse exigencia en nosotros.
Allí donde se encuentran unos cristianos, allí debe constar una característica propia:
el amor de unos para con otros. A
eso conduce LA DEVOCIÓN verdadera; ahí desemboca el sentido del DEVOTO
cristiano.
"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que Yo os mando..."La Amistad exige unos rituales, una dedicación, de lo contrario no pasa de ser un compañerismo. El Amigo se hace presente en todos lo momentos de la vida; cualquier cosa que hagamos, está dedicada al Amigo. Así se nos pide que sea nuestra relación con Dios y con su Excelsa Madre., nuestra queridísima Madre; tan dulce, que a todas horas sientes la necesidad de estar con Ella, de tener un detalle de cariño. y lo mismo con nuestro PAPÁ DIOS, que lo "veo", creándome y jugando conmigo en el vientre de mi madre y se me caen las lágrimas de puro amor, al verme tan insignificante y rodeada de su ternura...Señor, aumenta mi FE.
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