ARCA DE LA NUEVA ALIANZA
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El Arca era muy
primitiva al principio. Luego fue diseñada por Moisés con unas dimensiones y
forma muy concretas, y fabricada con maderas nobles y metales preciosos,
incluso en los varales con los que se hacía el traslado de un lugar a otro. Por
poder entendernos, era el “lugar” donde se hacía presente Dios.
María queda representada por el Arca de la Alianza. En María
“empleó” Dios los materiales más perfectos, diseñando ya en ella una mujer
inmaculada que nunca fuera tocada por el pecado que mancha a toda la humanidad.
Y en su interior, en su seno, vino a hacerse presente el Verbo de Dios, Dios
mismo en su segunda Persona, el Hijo. El Espíritu Santo “la cubrió con su
sombra”, como cubría la nube al Arca primitiva. Y el Verbo de Dios se hizo hombre. Y habitó entre nosotros,
escondido inicialmente en aquel claustro materno, que hacía de NUEVA ARCA o Arca de la Nueva Alianza, porque el
Hijo de Dios venía a firmar el pacto definitivo y eterno de Dios con la
humanidad.
Ya no eran las Tablas de la Ley las que se contenían allí,
ni el maná. Ahora era toda la revelación llevada por Jesús a la perfección, y el verdadero Pan que baja del Cielo. María
contiene en su interior lo que va a constituir una NUEVA Y ETERNA ALIANZA.
María ya no es “una especie de sagrario”; María es el Sagrario donde vivió
nueve meses el Hijo de Dios.
Y aun haciéndome repetitivo, “Ad Iesum per Maríam” (a Jesús,
por medio de María), nosotros nos prepararemos mejor a recibir a Jesús,
Pan de la Vida, si vamos de la mano de María, Arca de la Nueva Alianza. Porque
ella nos va a depositar con mucha mayor garantía junto a Jesús, Pan de Vida, y
nos va a ayudar a predisponernos mejor a participar de la Eucaristía. ¿Por qué?
Porque ella sabe mejor el camino y los pasos que se han de dar, y ella tiene
superadas las Tablas de la Ley con esa nueva presentación que de ello nos hace
su Hijo, y que debemos repasar con cierta frecuencia en los capítulos 5, 6 y 7
de San Mateo: se dijo a los antiguos…,
pero yo os digo… Y porque ella escuchó
la palabra de Dios y la puso en práctica, llenando así el contenido que
presentaban en síntesis inicial los 10 mandamientos.
Comienza hoy la lectura del Evangelio (Jn 16, 20-23) por el
final de ayer: Vosotros estaréis tristes,
pero vuestra alegría se convertirá en gozo. Todo un anuncio de las horas
que quedan por delante con la pasión y muerte de Jesús (ese “poco” en que no me veréis) y que os van a poner muy
tristes. Tristeza que para ellos va a ser como el derrumbe de un proyecto y el fracaso de un
Maestro en el que habían confiado.
Pero esa tristeza es la semejante a la de la mujer que está
de parto y sufre, pero apenas se ha realizado el parto se llena de alegría, y
ya no se acuerda del apuro porque ha nacido un hijo.
Vosotros también sufriréis tristeza con mi marcha, pero
durará lo que un parto, porque luego se os convertirá en alegría cuando
comprobéis el triunfo. Se alegrará
vuestro corazón y nadie os podrá quitar vuestra alegría. En efecto, tras
“el apuro”, HA NACIDO EL SALVADOR en su nueva realidad de resucitado, y por tanto, vencedor de ese mundo que es el que ha
fracasado totalmente.
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