Liturgia del 6º A de PASCUA
Va la liturgia de este domingo sobre el anuncio y acción
del Espíritu Santo.
Ya en la 1ª lectura (Hec. 8,5-8. 14-17) los apóstoles
envían a Samaria a Pedro y Juan para culminar la obra fecunda de Felipe, que
había hecho signos que habían llevado a la conversión a muchos samaritanos. Y Pedro
y Juan les trasmiten el Espíritu Santo, que aún no había bajado sobre aquellos,
que sólo estaban bautizados en el nombre de Jesús.
En el Evangelio (Jn 14, 15-21) Jesús promete a sus apóstoles
enviarles un “Defensor”, el “Espíritu de la verdad” que les salve del mundo
mentiroso y les lleve a conocer lo que les ha trasmitido Jesús, tan contrario a
la mentira del mundo, que no conoce a Cristo y por tanto no puede recibirlo.
Pero los apóstoles si han visto a Jesús y lo han recibido y
por eso Jesús no los va a dejar desamparados. Él se va, pero le deja al
Espíritu Consolador. Dentro de un poco el mundo no va a ver a Jesús pero los
apóstoles sí van a verlo porque –tras los avatares de la Pasión- Él sigue
viviendo. Y serán objeto del amor del Padre y del propio Jesucristo porque
ellos aceptan sus mandamientos y los guardan. Y Jesús se manifestará a los que
viven ese mandamiento del amor. Y él mismo amará los que lo viven.
La 2ª lectura (1Pe 3,15-18) es muy rica. Empieza exhortando
a los fieles a dar gloria a Dios, y les dice que den razón de su esperanza: que manifiesten en sus obras la
esperanza en la que viven respecto al triunfo definitivo de Jesús. Quien no
tiene fe se encuentra encerrado en su pequeño mundo humano sin perspectivas. El
que tiene esperanza y vive la fe en Jesucristo sabe que la realidad de este
mundo se acaba pero comienza una nueva era en la que todo es luz.
Dar razón de la esperanza es vivir una buena conciencia, la mansedumbre…, para que –aun siendo
calumniados y mal vistos- permanece la seguridad del triunfo porque creemos en
Cristo resucitado. Quedarán denigrados y vencidos los que os persiguen y
maltratan, porque en vosotros no van a encontrar violencia ni venganza…, que mejor es padecer haciendo el bien, si
tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. La razón es muy
sencilla: también Cristo murió una vez
por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por
el Espíritu. Ese mismo Espíritu es el que promete Jesús, y él lo
enviará para que nos sea el acompañante de nuestra vida y obras, pensamientos y
deseos.
La acción en nosotros del Espíritu de la Verdad es más
misteriosa (por cuanto al Espíritu no lo vemos), pero es acción eficaz que nos
va guiando en los múltiples momentos en los que hemos de tomar posiciones y
humanamente no sabemos dónde situarnos. Muchas veces tenemos que decidir
aparentemente a ciegas en momentos comprometidos de nuestra vida. Sin embargo
la persona que vive su fe y da cuenta de
su esperanza, adopta soluciones que no sabe ni por qué las tomó…, y sin
embargo allí aleteaba el Espíritu del
Señor. Partiendo de principios cristianos, poniendo por delante valores
objetivos, parece que las decisiones que se adoptan son meras prudencias
humanas. Sin embargo Dios está actuando y su Espíritu nos va dirigiendo y
orientando. Es cierto que no nos hemos quedado huérfanos y que Jesús ha
cumplido su promesa.
¡Cuántas veces, a toro pasado, nos admiramos de aquellas
decisiones que habíamos adoptado, y que fueron un acierto casi impensable! El
Espíritu de la Verdad había estado allí.
Nos centramos finalmente en la EUCARISTÍA, donde se realiza
de modo eficaz la palabra de Jesús. Todo lo que en la explicación es una
aclaración o un motivo de profundizar, en la Eucaristía es una realidad que se
verifica. Por la Eucaristía nos sabemos salvados y resucitados, abiertos a una
vida distinta que nos separa de los principios mundanos, porque nos inspira la
fuerza del Espíritu Santo, con el que Jesús nos conduce al conocimiento de la
verdad y a actuar de acuerdo con ella.
Lo encomendamos todo a la Virgen Santísima, en cuyo mes
estamos, y a la que confiamos esa esperanza nuestra de la que queremos dar
razón en nuestra vida diaria.
A Dios dirigimos nuestras peticiones, poniendo a María
santísima como nuestra abogada y medianera.
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Para que seamos fieles a la verdad, frente a todos los engaños del
mundo, Roguemos al Señor
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Para que con nuestra vida y acciones demos razón de nuestra esperanza, Roguemos al Señor.
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Para que invoquemos al Espíritu de Dios para acertar en nuestras
decisiones, Roguemos al Señor
-
Para que la Eucaristía sea el motor que nos lleve a vivir las
exigencias de la vida cristiana, Roguemos
al Señor.
Virgen María,
Madre y Maestra, condúcenos hasta Jesucristo para que –por su Espíritu- nos
deposite en las manos del Padre, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Los Discípulos tuvieron que acostumbrarse a la "ausencia" de Jesús, ahora ya sabían que Jesús habia vencido a la Muerte, se lo habían encontrado varias veces ´pero tuvieron que acostumbrarse a vivir en su ausencia, a vivir con Él ante una Presencia más interior y más espiritual, que les obligaba a tomar las decisiones libremente y por eso su responsabilidad era mayor.Se sentían subestimados por el mundo; pero poco a poco fueron descubriendo que no estaban sólos. Jesús, ya no estaba físicamente con ellos, pero su Espíritu estaba siempre inspirándolos para que no dejaran de cumplir los mandamientos que les había enseñado.La Doctrina que les había enseñado había hecho de ellos unos cristianos de ley y ya los mantenía unidos al Hijo y, en él, al Padre.Esta Presencia del Espíritu en nosotros hace que nuestra relación con Jesús sea relación entrañable, viva. ÉL ESTÁ PRESENTE Y VIVO EN CADA DISCÍPULO. Por esta conexión espiritual Él nos habita y nos defiende de todo lo que nos puede apartar de la vida auténtica-.
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