ROSA ESCOGIDA
El Internet nos ha facilitado ver las más maravillosas
especies que encierra el mundo vegetal. A veces se queda uno pasmado cuando ve
determinadas flores que no se hubieran imaginado los más atrevidos artistas en
su afán creador de maravillas. El capítulo de las ROSAS es sorprendente en
colores, hechuras, tamaños… Y más de una vez deja perplejo al observador la
forma duplicada y triplicada de sus pétalos, que se arraciman en formas
caprichosas, unas veces sutiles y otras densas, que no hubieran podido
imaginarse.
A la Virgen María de le invoca desde las letanías como ROSA
ESCOGIDA… ¿Cuál de esas maravillas de la naturaleza representaría mejor a
María? Pues está visto que ninguna. Todavía hay una rosa escogida que no
hemos podido imaginar y que sin embargo existe en la plenitud de María
santísima. Todavía podían los artistas más próceres combinar todas esas
variedades que han visto sus ojos en los reportajes más refinados, y más allá
de todo ello, aparecería una rosa
escogida, singular, diseño del mismo Dios, que sería la belleza inigualable
de la Virgen María.
Se me ocurre también que ese artista que fuera capaz de
diseñar una rosa perfecta, iba a caer en la trampa de pensarla a solas,
desgajada del rosal, como una pieza de museo. Y seguramente iba a olvidar el
rosal. Y el rosal es clave para entender a María, porque en toda su belleza
primordial dibujada por el Hacedor, no faltó el rosal, lo que quiere decir que
no faltaron las espinas. María es una rosa
escogida pero con una espada de dolor
que traviesa su corazón. María es la Mujer del capítulo 12 del Apocalipsis,
que en su gozo inmenso de haber concebido al Hijo, se encuentra perseguida por
el dragón, que intenta ensuciarla, que pretende arrebatarle a la criatura, y
que está defendida por Dios que unas veces le da alas de águila y otras abre
abismos en la tierra para que se traguen el río de suciedad que ha vomitado el
dragón con la mala intención de hacerle sucumbir. Veo a María, rosa escogida, y a la vez con espinas
punzantes a las que nos acercamos cada vez que nos queremos unir a la flor. Y
veo un mes de mayo en el que el
verdadero hijo de María ha de unir a sus
flores esas heridas que le han proporcionado las espinas del rosal. Y
entonces estamos rozando de alguna manera la verdadera DEVOCIÓN a la Virgen,
sin quedarnos en los pétalos admirables que seducen por su belleza, sino
añadiendo esa gota de sangre que lleva consigo la vida cuando se quiere vivir
en su verdad diaria, con sus espinas escondidas donde menos se esperan, pero
que son la complejidad del rosal que toca vivir cada día.
Jn 17, 1-11 es la oración expresa de Jesús a su Padre,
cuando ya está a punto e empezar la Pasión. Ruega a su Padre que le glorifique (expresión que encierra ya
la realidad de la muerte redentora), para que el Hijo glorifique así a su Padre (realice el plan misterioso que el
Padre que querido para la redención del género humano). Y esa glorificación no
se queda en el Padre y en el Hijo sino que se abre de inmediato al poder que le has dado sobre toda carne
(la humanidad) para que dé vida eterna a
los que tú le confiaste.
La vida eterna consiste en que esa humanidad reconozca a
Dios, Dios único y verdadero y al enviado Jesucristo: he manifestado tu Nombre a los hombres, que me diste en medio del
mundo. Tuyos eran y tú me los diste y ellos han guardado tu palabra.
Te ruego por ellos; no
ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste y son tuyos. Ya no voy a
estar en el mundo pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.
Es un párrafo de enorme densidad: “me diste” a estos
hombres y son tuyos. Ocúpate tú de ellos. Yo te ruego por ellos. No ruego por
ese mundo que se ha cerrado a la Gracia, a ti y a mí…, a todo lo que lleva tu
Palabra y tu voluntad. Es inútil pedir por ese mundo. Pero es necesario pedir
por estos discípulos que tienen que luchar las batallas del mundo: ellos están
en el mundo, y tienen que estarlo, pero sin meterse en él, en sus mentiras y en
sus zafiedades. Yo voy a ti: yo dejo ya esta vida entre los hombres, esta vida
en medio de ese mundo perverso, pero ellos quedan en medio. Por eso te los
encomiendo para que sea tu poder y tu mano misericordiosa la que les haga
soslayar los embates de esa maldad y puedan desenvolverse en el regazo de tu
voluntad. Ellos, al final, también están destinados a venir a ti y a mí.
en este Evangelio… no puedes más que estar cerca de Jesús…contemplarle en su Oración al Padre…a unas horas de morir. Escuchar SU VOZ y resaltar ‘algunas frases’ que te llegan al corazón. // “Levantando los ojos al Cielo…” como si buscara la mirada del Padre…” // “Ha llegado la hora..” la hora de la Redención, del sufrimiento, de la Pasión, de morir en la Cruz. // Pide ‘la Vida eterna’ para nosotros: que TE conozcan a TI, único Dios verdadero, y a TU ENVIADO, JESUCRISTO”. …….Y termina diciendo: “TE ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que TÚ ME, DISTE y son TUYOS…” // “SÍ, todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado… Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras YO VOY A TI”… // Sin comprender bien el sentido de todas sus Palabras, lo que sí he entendido es, que en la Oración Sacerdotal… no nos olvida. “ Padre, no te ruego solamente por ellos, sino también por todos los que, CREERÁN EN MÍ, por medio de su palabra”. //Quiero quedarme con la imagen de Jesús orando al Padre poco antes de morir…por nosotros…
ResponderEliminar" Ha llegado la HORA,la Hora de la Redención, la Hora de morir en la Cruz por mí y por muchos.." Jesús, se tiene que despedir de los suyos porque se marcha a los brazos del Padre. Ha cumplido su misión redentora y no quiere dejarnos; su Corazón lo tiene dividido...De todas las maneras, ya encontrará la solución para que nosotros podamos estar con Él.Últimas recomendaciones:Que se preparen para recibir el Espíritu Santo. Él llenará el vacío de su ausencia. Y, que recorran el mundo anunciando a todos la Buena Noticia.
ResponderEliminarLa Ascensión de Jesucristo nos afecta a nosotros aunque mucho nos cuesta comprender tal extraordinaria grandeza par.a la que estamos destinados y le pedimos a Dios que ilumine los ojos de nuestro corazón. Cristo descendió para elevar a los que estábamos caídos. Ahora asciende para llevarnos con Él. Señor, Tú que por amarnos tanto, descendiste hasta nosotros, haz que nosotros, por el mismo camino, ascendamos hasta Tí.(Oración litúrgica).
No he podido más que ensimismarme con el Evangelio de hoy que nos hace conscientes de una manera singular de la oración de Jesús al Padre.La confianza, la ternura y el amor están presentes en todo momento.Que bella oración, no por bella, sino por el sentimiento que pone Jesús al dirigirse al Padre.No olvida a ninguno de los que le dio.Todo lo pone en sus manos.Me ha ayudado a encontrar un rato de paz , de confianza y de ayuda al haber dado un pequeño paso más en mi relación con el Señor.
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