Reina de los Apóstoles
La fecha de hoy celebra a dos apóstoles: San Felipe y
Santiago, de los que el primero aparece tres veces en los evangelios y el
segundo tiene su mayor influencia en la carta que se conserva en los escritos del
Nuevo Testamento, la que podríamos decir que es “más popular” no porque sea la
más conocida y la más citada sino porque es muy llana en sus ejemplos,
explicaciones y desarrollo.
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Tiene su trayectoria esa petición. Es que Jesús había dicho
a Tomás: Yo soy el camino y la verdad y
la vida; nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais, conoceríais al
Padre. Ahora ya no conocéis y lo habéis
visto.
Es evidente que la cosa estaba menos clara. ¿Cuándo habían
visto al Padre? Y Felipe interviene para dejar la cosa en su sitio: Muéstranos al Padre y nos basta. Y Jesús
explica –en el estilo de San Juan que va y viene sobre la misma idea- que quien me ha visto a mí, ha visto al Padre;
Yo estoy en el Padre y el Padre en mí; el Padre permanece en mí y yo en el
Padre. Es lo que en otro lugar dice de forma recta y directa: “El Padre y
Yo somos UNO”. No hay dos dioses, no hay escalafón de uno más que otro. No hay
que tener doble fe para creer en el Padre y para creer en Jesús. Creer en Jesús
es estar creyendo en el Padre, porque las obras del Padre son las mismas obras
que hace Jesús.
Jesús es el Camino…, el Dios visible, que
conduce al Dios invisible, a la Verdad y
la Vida Y a la vez, Jesucristo es la
Verdad y es la Vida. El Camino es ya la realidad misma, y Jesús es lo
que pudiéramos llamar el Sacramento del
Padre, por aquello de que el sacramento es el que pone en visible la gracia
invisible, Pero no se puede separar uno de otro. Jesucristo ha sido la gran
dignación de Dios Padre que ha querido hacerse “palpable” y para eso ha enviado
a su Hijo Dios en la realidad humana, en el “Hijo del hombre” para hacer
posible que los humanos palpemos a Dios en la gran cercanía del hombre que pasó por el mundo haciendo el bien
y así manifestándonos la bondad infinita del Padre, que “pasaba” por el mundo y
se hacía presente. Dirigirnos al Corazón de Jesús es dirigirnos al Corazón del
Padre, como dirigirnos al Corazón del Padre es estarnos encontrando con la
cercanía del Corazón del Hijo, en la Persona de Jesús.
Muchas personas encuentran dificultad –y hasta distancia-
en encontrarse con Dios Padre. Lo ven lejos, o sencillamente no lo ven, quizás
porque lo tienen identificado con el Dios castigador y juez. El encuentro con
el Dios del amor y de la fe lo hallan en Cristo, el hombre bueno de los milagros y la misericordia. Y hasta
que no hagan la síntesis perfecta de que no hay “dos dioses” sino que el Padre
y Jesús son UNO, un solo Dios, y único Dios, no van a vivir el gozo de la fe
verdadera, el abandono pacífico y confiado en el Dios que nos ama y que su
supremo acto de amor se ha manifestado en enviarnos a su Hijo para que, por el
Jesús visible y palpable, descubramos al Dios invisible pero único y verdadero.
A María, la Reina de los apóstoles, hemos de pedir que
aprendamos la lección que Jesús le dio a Felipe, y que hallemos en Ella a la Maestra
y Madre que Jesús, al subir al Cielo, nos quiso dejar en la tierra para que con
ella y a través de ella recibamos esa fuerza del Espíritu Santo que les invadió
conjuntamente a María y los apóstoles en la oración aquel día de Pentecostés.
Que nos acojamos a la verdadera MADRE
DE DIOS, a la VERDADERA VIRGEN MARÍA, a la ÚNICA SEÑORA Y MADRE NUESTRA, para
que ella nos ponga con su Hijo y nos haga sentir el gran gozo del encuentro con
el Padre, en la fe cristiana, la fe evangélica, la relación de hijos suyos y
hermanos de Jesucristo, hijos del mismo Padre, que rezamos de verdad el
PADRENUESTRO con el espíritu y la fuerza con la que Jesús nos lo enseñó
"Yo busco tu Rostro, ¡oh Jahvé!, no me escondas tu Rostro, no rechaces con ira a tu siervo...No me rechaces, no me abandones" (Ps,27)Cuando un cristal está impecablemente limpio, no lo podemos ver, porque es transparente,; sólo vemos el paisaje...vemos el sol, la luna, las estrellas, el bosque lleno de árboles diferentes, vemos muchas especies de animales, vemos los pájaros...vemos, a través del cristal, cosas increibles. Si vemos el cristal, algo falla. En Jesús, lo humano y lo divino están tan unificados que ni los mismos Apóstoles sabían diferenciarlo.La Virgen, nuestra Madre, nos enseñará a reconocer al Padre por su Omnipotencia, por su Amor ..por las flores preciosas que ha creado para nosotros y nos las brinda, a través del cristal.
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