Liturgia
A medida que iba extendiéndose la nueva forma de religión y de vida, se
echaban de menos determinados servicios. Y hoy en Hech 6, 1-7 encontramos las quejas de algunos que
consideran que están saliendo perjudicados en las ayudas que se prestaban a sus
viudas. Los apóstoles no pueden dar abasto en todo y lo que no pueden, por
supuesto, es dejar de predicar y ejercer su labor apostólica. Entonces encargan
a la comunidad que elijan 7 varones de buena fama que sean los encargados de
esa parte importante de la labor de la Iglesia, como la atención a las
necesidades materiales. Mientras tanto la
Palabra de Dios iba cundiendo y en Jerusalén crecía mucho el número de
discípulos; incluso muchos sacerdotes judíos aceptaban la fe.
En Jn 6, 16-21 los apóstoles se han embarcado solos
mientras Jesús se ha subido a la montaña a orar. Cuando llevan 5 ó 6 kilómetros
de travesía les sorprende una tempestad. Y Jesús viene a ellos andando sobre el
agua. En la oscuridad de la noche y el viento silbando, se asustan sobremanera
al ver aquello. Pero Jesús levanta la voz y les apacigua: No temáis; soy yo. No llegó ni a subir a la barca porque estaba tan
cerca de la playa que en seguida desembarcaron.
VIDA GLORIOSA
El hombre de la orilla les indicó: echad la red a la derecha de la barca, y encontraréis. Y nuestros
siete apóstoles que no tenían nada que perder tras su noche baldía, hicieron
caso y, en efecto, allí había un banco de peces. No podían sacar la red del
peso que tenía. Cuando los cuente –ya en la orilla- Simón Pedro, resultarán 153
peces grandes. Era una pesca misteriosa y abundante. Y allí se suscitó de
inmediato el recuerdo de otra ocasión en la que de no pescar nada en toda la
noche, al final apareció Jesús y bajo su
palabra hicieron una gran pesca. Por eso surge la voz del discípulo amado
que susurra a los oídos de Pedro una palabra: ES EL SEÑOR.
A mí me emociona siempre este momento. Lo mismo podían
decirlo, a poco que recuerden, el propio Simón o su hermano Andrés, Juan o su
hermano Santiago, testigos directos de aquella otra oportunidad. Pero lo que a
mí se me enriquece en esa afirmación es la lectura de la vida desde esa
experiencia profunda de que cada suceso, cada situación, cada alegría o incluso
cada contrariedad, encierra la riqueza de una visión profunda de la fe en la
que podemos decir a pleno pulmón, y con una convicción honda: ES EL SEÑOR. La
vida puede enfocarse de muchas maneras: el pesimista verá la mano negra de la
adversidad; el que no tiene sentido sobrenatural de la vida verá unos sucesos
que acaecen porque acaecen, buenos o malos, por buena o mala suerte o porque
tenían que suceder. El “discípulo amado” traduce cada situación a una sola
palabra: ES EL SEÑOR.
Son las nuevas “gafas” para ver de de cerca y de lejos con
una nitidez nueva, de modo que ni lo que está por venir es una amenaza de la
que hay que guardarse, ni el presente es algo que ha sucedido por casualidad.
Ni el futuro está en manos del diablo, ni el presente es una desgracia o una “buena
suerte”. Cuanto se vive en cada instante, ES EL SEÑOR.
Y la vida cambia por completo cuando se vive en cada
momento bajo ese nuevo color que le da la fe. Cuando sabemos escuchar la voz
que nos grita desde la orilla, por dónde tenemos que echar la red. Muchas veces
nosotros, por nuestra cuenta, estamos cegatos para descubrir que, bajo nuestros
mismos pies, tenemos la solución, y andamos perdidos faenando preocupados y sin
obtener fruto. Una voz de dentro, desde “la otra orilla”, desde la otra visión
que nos aporta nuestra fe, nos grita: echa
la red por la derecha y hallarás… Y de pronto surge la solución, surge una
luz que hace traducir los acontecimientos para decirnos a las claras: ES EL
SEÑOR.
Ha habido que bregar “toda la noche”, en la oscuridad, en
el cansino intento de obtener el fruto que se deseaba… Parece que se ha perdido
“la noche” en esa brega aparentemente inútil. Y sin embargo fue necesaria para
llegar a la alborada y que surgiera la luz que nos aporta “el discípulo amado”
que hay dentro de nosotros mismos: ES EL SEÑOR.
Por eso yo trato de enseñar constantemente la necesidad de
no pretender llevar encima todo el peso de lo que hay que solucionar, propio o
ajeno. Y recomiendo siempre que se vaya intentando “ver pasar por la acera de
enfrente” ese problema o preocupación. No cargado encima sino “en la orilla”, a
distancia. Porque a la distancia y en la orilla hallaremos la paz. Porque a la
distancia y en la orilla, ES EL SEÑOR.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)
ResponderEliminarTERCER MANDAMIENTO:"Santificaràs las fiestas"
"No podemos vivir sin el domingo"
Sin elSeñor y sin el dìa que le pertenece, no se realiza una vida plena. En nuestras sociedades el domingo de ha convertido en el fin de semana, en el tiempo libre....Pero si el tiempo libre no tiene un centro interior, del que provenga la orientación para el conjunto, entonces se convierte en tiempo vacío, ya que no nos fortalece ni nos recrea.
El " dìa del Señor" (El domingo) tiene tres elementos esnciales: 1).Nos recuerda la Creación del mundo e introduce el resplandor fetivo de la bondad de Dios; 2)Nos recuerda el " octavo dìa de la Creación",cuando el mundo se renovò en Cristo (como dice una oración de la noche de Pascua, "oh Dios, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste";3)Retoma el motivo del descanso, pero no sòlo para santificar la interrupción del trabajo, si no para indicar ya desde ahora el descanso eterno del hombre en Dios.
Continuarà
Oración de esta mañana
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=KwAr9UJP2I0