Liturgia
Uno de los párrafos más sublimes en la descripción de los primeros momentos
de la Iglesia, nos lo presenta Hech 4, 32-37. Nos pone por delante lo que era
la vida de aquellos CREYENTES (y yo siempre lo escribo con mayúsculas porque me
produce una gran veneración constatar lo que es el creyente verdadero). Se les
describe con unas cualidades muy definidas: todos
pensaban y sentían lo mismo; lo poseían todo en común y nadie llamada suyo
propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección
del Señor con mucho valor… Los que poseían tierras o casas las vendían y traían
el dinero y lo ponía a los pies de los apóstoles; luego se distribuía según lo
que necesitaba cada uno. Es evidente que eso se podía hacer en verdaderas
comunidades de cristianos y que eso no se puede vivir en un estadio como el
normal actual, si bien hay comunidades concretas, reducidas, en las que puede
vivirse ese espíritu. Pero de todas formas es un espejo precioso en el que
mirarse y admirarse, porque eso nos deja patente lo que es dar testimonio de la Resurrección del Señor con mucho valor.
En el evangelio de Juan 3, 11-15, Jesús habla a Nicodemo de
la fuerza de la cruz –puesta en alto del Hijo del hombre- para obtener nosotros
vida eterna porque CREEMOS.
VIDA GLORIOSA
El domingo de resurrección (ya podemos llamarlo así tras
las 3 apariciones del Señor –“Dominus”- resucitado, que han sucedido: a Magdalena,
a Simón, a los dos de Emaús), a última hora de la tarde, Jesús se presenta a
los apóstoles, encerrados en el Cenáculo. El primer movimiento es de sorpresa
temerosa, porque las puertas están bien cerradas y “alguien” se ha presentado
entre ellos. La palabra de saludo es la propia de Jesús: PAZ A VOSOTROS, que
trata de sosegar aquellos ánimos alterados de los Diez. Tomás no estaba. Tomás
no se había sabido aguantar allí dentro. Su temperamento no era compatible con
los temores y con las cuatro paredes y con el ambiente de sobresaltos o anuncios que se
habían ido sucediendo aquel día.
Los otros Diez sí estaban allí. Y Jesús les presentó “sus credenciales”: sus 5 llagas de pies, manos y
costado. Y cuando se hubieron apaciguado y ya se empezaban a dibujar sonrisas
de alegría, Jesús vuelve a repetir –con una profundidad nueva- su característico
saludo de resucitado: PAZ A VOSOTROS. Jesús venía haciendo su oficio de
consolador a los que habían sufrido la desolación y la depresión que siguió al
viernes de la cruz. Su paz invadía ahora el ambiente y estaba pletórica de contenido.
No era sólo una paz de tranquilidades sino una paz envolvente que daba un giro
a la vida de aquellos hombres. Porque Jesús continúa hablando sin solución de
continuidad: Como el Padre me envió, así
os envío yo. Dios envió a Jesús. Lo envió para obrar la salvación. Para
predicar al mundo la nueva de la redención, del mundo nuevo, de la nueva
creatura. Pues esa misma misión reciben ahora los apóstoles: Como el Padre me
envío, así os envío yo. Ha comenzado
la cadena de una nueva historia: Dios envió al Hijo; el Hijo envía a sus apóstoles;
los apóstoles seguirán enviando…, y el envío se continuará por los siglos, y
llegará hasta nosotros. También hoy sigue siendo realidad ese “así como el Padre me envió, así os envío yo”…
Sublime envío en el que nos sentimos implicados los cristianos del siglo XXI.
Ahí se perpetúa aquel soplo
de Jesús sobre ellos: recibid el
Espíritu Santo…, un Espíritu que transforma lo humano en divino, la
invalidez humana en poder de Dios, hasta el punto de que “a quienes perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes no se
los perdonéis, les quedan retenidos”. ¡Enorme poder! “Como el Padre envió a
Jesús”, así es enviado el apóstol, el Sacerdote de hoy. Y se obra la
inconmensurable maravilla de un pobre hombre que es investido con el poder de
Dios (“así os envío yo”), y puede realizar el prodigio de perdonar pecados. El
día que un recién ordenado se sienta a oír en confesión a otro, se produce el
estremecimiento de saberse con el poder de perdonar cuando él mismo necesita
ser perdonado. Pero es que en ese momento no actúa el hombre…: actúa
personalmente Jesucristo: Como el Padre
me envío, ASÍ os envío yo…: PERDONAD PECADOS. Es algo inmenso, apabullante.
Pero a la vez es algo real. Demos gracias a Dios que hizo tal maravilla, y que
tenemos el don de sabernos perdonados por el signo visible sacramental que
realiza el sacerdote sobre el penitente.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)
ResponderEliminarSEGUNDO MADAMIENTO:"No tomaràsel nombre de Dios en vano"
¡No nos avergoncemos de mencionar al Crucificado; sellemos llenos de confianza la frente con los dedos, hagamos la señal de la Cruz sobre todo; sobre el pan que comemos,sobre el vaso del que bebemos! Hagàmosla al llegar y al partir, antes de dormir, al acostarnos y al levantarnos, al caminar y al descansar.
¿QUÊ SIGNIFICA LA SEÑAL DE LA CRUZ?.-Mediante la señal de la Cruz nos ponemos bajo la protección de la Santìsima Trinidad.
Al comenzar el dìa, al comenzar una oración, pero también al comenzar una empresa importante, el cristiano se pone bajo el signo de la Cruz y comienza su tarea con ello "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Esta invacaciòn delnombre del Dios trino, que nos rodea por todas partes, santifica los asuntos que emprendemos; nos otorga BENDICIÔN y nos fortalece ante las dificultades y tentaciones.
Continuarà