Liturgia
La 1ª lectura (Hech 4, 13-21) tiene mucha fuerza. Han arrestado y juzgado
a Pedro y Juan por la curación del tullido del Templo. Ellos han manifestado
que lo curaron con el poder de Jesucristo, al que ellos habían condenado a muerte.
Y los sacerdotes no encuentran ahora una causa para poder condenar a Pedro y
Juan, a los que saben que son hombres de pocas letras, pero que el milagro que han hecho es patente y
está en boca del pueblo. ¿Qué hacer? –Les prohíben hablar de Jesús. A lo que responden
que consideren si es lícito obedecer a los hombres por encima de Dios. Nosotros no podemos callarnos.
El Evangelio de Marcos (16, 9-15) es como un índice del
domingo de resurrección: apariciones a María Magdalena, que comunica ese hecho
a los discípulos, que no la creyeron; aparición a los dos discípulos que iban a
Emaús, a los que tampoco creen, y aparición a los Once, a los que les echa
encara su incredulidad, para luego encargarles la misión de salir al mundo y dar testimonio de la fe.
VIDA GLORIOSA
La última aparición del primer día de la semana fue la
aparición en el Cenáculo. Dos versiones
hay, muy diferentes, de esa aparición. Una la da San Lucas, y en ella están
presentes los dos discípulos de Emaús y, por eso se puede pensar, que había
otras personas además de los Once. Lucas hace hincapié sobre todo en la
dificultad que tuvieron aquellas gentes para creer que fuera Jesús, y que temieron que fuera un
espíritu. Tuvo Jesús que mostrarle sus llagas, y hasta el evangelista hace la
apología de Jesús comiendo en medio de ellos para certificar que es él mismo.
Lo grande de esa aparición es que les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras, y
que la síntesis de ellas es que Cristo
tenía que padecer para que se predicara el perdón de los pecados.
En la narración de San Juan están sólo los apóstoles. Y
Jesús viene a ellos para enviarlos como sustitutos de él mismo: Como el Padre me envió, así os envío yo.
Y para disponerles a esa misión, sopló
sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu
Santo. Es decir: un pentecostés el mismo día de la resurrección. Y como
sólo están los Once, que fueron constituidos sacerdotes el Jueves Santo, Jesús
les encarga ahora una de las misiones más características de su envío: A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes vosotros no se los perdonéis, no se les perdonan.
Jesús entrega el enorme poder de absolver a quienes son capaces de reconocer y
confesar sus pecados; les entrega un poder que sólo tiene Dios, pero que se lo confió
a ellos. De ahí la enorme importancia de esta aparición, y del tratamiento que
le da San Juan evangelista.
Común a Lucas y Juan es el saludo de Jesús: PAZ A VOSOTROS.
En Juan se repite por dos veces. Y es que lo que más claro debe quedar en todo
este periplo es que Jesús es el MENSAJERO DE LA PAZ y que la va expandiendo por
donde va. Y por tanto, que todo el que es de Cristo es persona de paz. Paz que
vive dentro de cada uno y paz que trasmite en su vida a todos los que le siguen.
PAZ que es distintivo del discípulo de Cristo, con la que ha de ir por donde
quiera que vaya. Lo que quiere decir que haber recibido el Espíritu de
Jesucristo es vivir pacificados en el interior y ser portadores de paz.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)
ResponderEliminarSEGUNDO MANDAMIENTO:"No tomaràs el nombre de Dios en vano"
"BENDITO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR AHORA Y POR SIEMPRE"
¿POR QUÈ QUIERE DIOS QUE SU "NOMBRE" SEA SAGRADO PARA NOSOTROS?.-Decir a alguien el propio nombre es una muestra de confianza.Al decirnos su nombre, Dios se da a conocer y nos concede, mediante este nombre, el acceso a Èl. Dios es totalmente verdad. Quien invoca a la verdad por su nombre, pero la emplea para testificar una mentira comete pecado.
No se debe pronunciar el nombre de Dios de forma irreverente. Pues lo conocemos únicamente porque èl nos lo ha confiado.El nombre es la llave de acceso al corazón del Todopoderoso. Por eso es una falta grave blasfemar, maldecir usando el nombre de Dios y hacer falsas promesas invocando su nombre. El segundo mandamiento es por lo tanto una defensa de todo lo "santo". Lugares, objetos, nombres y personas que han sido tocados por Dios son "santos". La sensibilidad por lo santo se denomina reverencia.
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"Nosotros no podemos callarnos". Los creyentes de hoy no podemos dejar de comunicar lo que hemos visto y oído, como respondieron Pedro y Juan. No importa que los que nos escuchen no lo crean, como no creían a María cuando les comunicaba que había visto al Señor. Lo importante es que las vivencias y el testimonio de la Fe de los que hemos recibido la misión de anunciar "el evangelio a toda la nación"no decaiga ante los fracasos o dificultades. Los seguidores de Cristo siempre tenemos que dar testimonio con alegría y coraje.
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