Liturgia
Pablo sale hacia Antioquía (Hech 13, 13-25). En su sinagoga hace un
resumen de la Historia de la Redención (el kerigma
cristiano), partiendo desde la Profecías y anuncios hechos a los antepasados.
Es decir: deja claro que no trae una novelería sino el mensaje antiguo que ya
se ha realizado plenamente en la muerte y la Resurrección de Jesucristo. En
realidad, hoy la lectura lo deja todo en David, y será en la lectura de mañana
en la que desembocará en Jesús.
El evangelio (Jn
13, 16-20) está tomado de las palabras de Jesús en la Santa Cena, después de
haber lavado los pies a los discípulos. Jesús pone unos principios básicos para
la vida de la comunidad: El criado no es
más que su amo, ni el enviado es mayor que el que lo envía. Y Jesús envía a
sus apóstoles con la misión misma de Él: y el que recibe a sus enviados, lo
recibe a él. Y no sólo a él: recibe al mismo que envió a Jesús: recibe al mismo
Dios. [Lo que volviendo esa afirmación del revés sería: el que no recibe al
enviado de Jesús, no recibe a Jesús, y no recibe a Dios. He ahí la gran responsabilidad
del momento presente]
VIDA GLORIOSA
Jesús se ha ido ya de Palestina; Jesús ya no pisa este
mundo. Jesús se ha ido al Cielo. No se ha desentendido de nosotros porque ese mismo Jesús que habéis visto subir, de
la misma manera bajará…, está ya bajando y se está estableciendo en el
corazón de todos los fieles. Y una prueba evidente de esa fuerza diferente a lo
meramente humano, es que los que estuvieron en la despedida de Jesús, después de adorarlo se volvieron a Jerusalén
con gran gozo. ¿Es explicable en
un terreno de vida “normal”, que después de despedir al ser querido en la
Estación, los amigos y familiares se vuelvan –ya huérfanos- con gran gozo?
En el terreno humano no tiene explicación. Más aún: no es
ni humano. Pero en ese otro terreno en que se desenvuelven las cosas tras la
resurrección de Jesús, es perfectamente comprensible. Se trata de que Jesús
resucitado ha traído la misión de dar consuelo, de salir por encima de
cualquier otra reacción. Y se trata de unos hombres y mujeres que ya no piensan
para sí mismos y según propias conveniencias, sino que saben salir de sí para
poder gozar con el gozo del ser amado.
Es todo lo contrario a la envidia. La envidia sufre
porque el otro es feliz, prescindiendo si yo lo soy o no. El amor es gozar con
el bien del amado, prescindiendo de si yo tengo el gozo o no lo tengo. O mejor:
yo tengo ya todo el gozo porque la persona a la que amo está gozosa. Cristo ya
había triunfado; Cristo había vuelto a su Cielo, del que partió. Había cerrado
la órbita de su gran viaje, iniciado el día de la Encarnación. Jesucristo ya no
sufre más. Y eso me hace gozar con toda mi alma. Aparte de que el triunfo de
Jesucristo es ya la prenda de que yo también voy a gozar de su misma suerte. Mi
destino es el Cielo y mi órbita la estoy recorriendo en mi vida actual. Ahora
camino con María y los Once en esa avenida de la oración en común, en la que
perseveraban todos los discípulos del Señor, a la espera de la plenitud de la
Promesa, en la venida de Pentecostés.
¿Por qué de aquella nube que se interpuso?
Porque el Cielo de Dios no está arriba ni a la derecha, a
la izquierda o abajo. Y Jesús hizo un ademán de SUBIR para elevar así también
el foco de nuestra mirada.
Ni el Cuerpo de Jesús resucitado era un cuerpo físico
(que por eso podía presentarse con las puertas cerradas).
El CIELO es DIOS, el abrazo de Dios (expresión para decir
el amor íntimo que Dios tiene a cada persona, y que viviremos cada uno en una
plenitud plenificante sin que nos quepa más felicidad). Nosotros tampoco
resucitaremos con cuerpos físicos. No vamos a ocupar un “lugar”. Seremos
nosotros, cada uno, por supuesto, con nuestra individualidad, pero ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el
entendimiento humano puede alcanzar a comprender lo que Dios nos tiene
reservado. Es el error de querer materializar lo inmaterial lo que nos
conduce a querer imaginar lo que seremos. Por muchas vueltas que demos a
nuestra cabeza y a las comparaciones, siempre estaremos a distancia abismal de
la realidad, por lo mismo que esa realidad es MUY OTRA… Es realidad divina. Y
eso mismo no podremos acercarlo a nuestro entender sino el día que ya estemos
allí, y podamos –eso es lo indecible infinito- ver a Dios cara a cara, tal cual
es.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)
ResponderEliminarQUINTO MANDAMIENTO:"NO MATARÁS"
"El amor es la alegría ante el bien; el bien es el único fundamento del amor. Amar quiere decir: querer hacer el bien a alguien".
Hoy se infringe a menudo la prohibición de matar por motivos aparentemente humanos.Pero ni la eutanasia ni el aborto son soluciones humanas.Por eso la postura de la Iglesia ante estas cuestiones es de una claridad meridiana.
Todo aquel que procure un aborto, ejecutándolo directamente o prestando su colaboración necesaria, si el aborto se produce, está automáticamente excomulgado. Cuando se suicida una persona mentalmente enferma, su responsabilidad está no pocas veces disminuida y con frecuencia totalmente anulada.
POR QUÉ, SIN EMBARGO, SE DEBE ACEPTAR LA MUERTE DEL OTRO EN LEGÍTIMA DEFENSA?
Quien ataca la vida de otros puede y debe ser frenado, en caso necesario mediante la mujerte del agresor
La legítima defensa no es sólo un derecho; puede ser incluso un deber grave para quien es responsable de la vida de otros. N o obstante, las medidas de legítima defensa no deben recurrir a medios abusivos ni ser desproporcionamente violentas.
Continuará
La Primera Lectura nos recuerda el incidente entre Pablo y sus colaboradores:Juan se separó de ellos y volvió a Jerusalén. Los demás siguieron su viaje apostólico y llegaron a Antioquía. Lo que le pasó a Juan fe que le falló el ánimo, estaba asustado y se volvió a casa. Pablo, al principio, se enfadó mucho; pero su enojo no podía durar " eternamente" y, unos años más tarde, será uno de los colaboradores más queridos del Apóstol.
ResponderEliminarJesús nos enseñó a ser los servidores de todos, incluso lo vemos con los discípulos, siempre en actitud del que sirve, siempre como criado, nunca como amo.Por lo tanto, nosotros, sus enviados, no podemos actuar de otra manera.Los que nos reciben tienen el derecho de esperar nuestro servicio. Si cada día compartimos el pan alrededor de la Mesa, invitados por el mismo Jesús, sería una traición imperdonable no actuar con sus mismas actitudes. La Iglesia debe ser conocida como una Comunidad fraterna donde cada uno se pone al servicio del otro.
Oración: Dichosos seréis si lo hacéis vosotros así
ResponderEliminarhttps://youtu.be/UaA8-83DeIE