COMENTARIO A UNA EXHORTACIÓN DE CUARESMA, DEL PAPA
Francisco
se refiere a la indiferencia como al hecho de que nos olvidamos de los demás,
que no nos interesan ni sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias
que padecen. En un proceso realmente contradictorio,
cuando todo en el mundo adquiere una dimensión global y todos en la pequeña
aldea que ya es el mundo nos podemos enterar de todo lo que hacen los demás, nos
encerramos de hecho en nuestra pequeña concha, cerramos los oídos a todo lo que no
nos agrada, y convertimos en global la indiferencia hacia todo lo que le ocurre
a los demás y nosotros no queremos enterarnos de ello. En un mundo oceánico y
global, creamos islas incomunicadas de los fuegos que irrumpen en las otras
islas: yo estoy relativamente bien y a gusto,
y me olvido de quienes no están bien. Esta es la indiferencia
globalizada ante los demás, sobre la que quiere llamar la
atención el Papa Francisco durante la presente Cuaresma.
El objetivo de Francisco no resulta sencillo. El dirige su grito
profético -así lo llama- a la Iglesia, a las parroquias y comunidades y a la persona
creyente. No resulta tarea fácil conmover a estos amplios
colectivos, porque la tortícolis se ha convertido casi en una segunda
naturaleza, porque estamos demasiado acostumbrados a no querer mirar a lo que
nos resulta desagradable. Hay demasiada gente que cambia de canal o se levanta
del sillón, cuando el telediario está dando noticias que le fastidian.
Interesarse por las cosas malas que le ocurren a los demás supone una actitud
muy generosa, tan altruista como la que tuvo hace meses el propio Papa
Francisco cuando se desplazó hasta la isla italiana de Lampedusa para intentar
preocuparnos a todos por el fenómeno sangrante de la emigración; de los diarios
muertos inmigrantes que inundan cada día el cementerio en que ya se ha
convertido el Mediterráneo, usando otra expresión también de Francisco, esta
vez en el Parlamento Europeo.
Francisco quiere utilizar el reactivo,
que aún puede ser la Cuaresma para los creyentes, para intentar la formación del corazón,
la transformación de los intereses y la canalización de la afectividad hacia
las situaciones dolorosas que tanto se repiten hoy en el mundo. Luis Espina Cepeda S.I.
Cuanta verdad en estas palabras...
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