Lepra del cuerpo…, y del alma
La 1ª lectura
pone marco a la enseñanza de este domingo. Levítico 13, 1-2. 44-46 nos describe
la triste situación en que estaban los enfermos de lepra, que estaban marginados de la vida social, con el
sambenito encima de ser enfermos tan contagiosos que tenían que ser distinguidos
a distancia para apartarse de su camino y evitar así el contagio. Esa era la
vida de aquellos hombres que tenían que vivir en las afueras de los pueblos, o
avisar de su presencia para apartarse de su camino.
En el Evangelio de hoy nos pone delante a un
leproso que se ha atrevido a ponerse delante de Jesús. Su sentir es el de
hombre humillado: puesto de rodillas, abatido, y a una prudente distancia. Y
hasta en su súplica, no pide. No se atreve a pedir. Con bella humildad se
limita a exponer un sentimiento que lleva dentro de su alma: Si Jesús quiere, el leproso está seguro de
que puede.
Yo imagino a
los apóstoles retirándose, espantados por ese temor al contagio. Y más espantados
cuando es Jesús quien da un paso adelante y llega a toca al enfermo, para
devolverle en afirmativo la exposición que el leproso ha hecho. Jesús dice: Quiero.
Queda limpio. Y en ese instante el enfermo se nota sanado.
Jesús va más
allá que el hecho de la curación porque este tipo de enfermedad no sólo requiere
la curación sino el certificado oficial que habían de dar los sacerdotes. Por
eso Jesús manda al leproso ir a los
sacerdotes para que certifiquen su curación, que era el paso necesario para
que ese hombre se reintegrara a la sociedad. La segunda recomendación de Jesús
es muy típica de Él, como Mesías: que no diga nada a nadie. Ese imposible
cuando un marginado social halla de pronto su piel sana y su futuro nuevamente
abierto a una vida normal con el resto del pueblo.
Desde siempre
se ha comparado al enfermo de lepra, lleno de llagas y carcomidas sus carnes
con el pecador que toma conciencia de su estado de marginación espiritual y aun
del mismo cuerpo de la Iglesia. El alma que se ha metido en el pecado es un
alma harapienta que tiene peligro de contagiar, y del que es mejor guardar
distancia por la mala influencia que puede causar.
Jesucristo
viene como liberador de ese e4stado, y Jesús se acerca al pecador que le
suplica ayuda y confía en el Corazón de Cristo que, si quiere, puede sanar. Jesús no se echa atrás; se acerca y toca y
trasmite desde su mismo Corazón una palabra confortadora Quiero; queda limpio.
Ahora bien: ha de ser a través del sacerdote como te llegue la certificación de
tu curación: Para que conste. Siendo
la Iglesia un cuerpo social donde unos nos influimos a los otros, no basta la
pretensión de aquellos que dicen “confesarse
con Dios”; necesitan –en ese cuerpo y asamblea de fieles- que haya una
constatación autorizada que certifique la sanación.
Ahí entraría
la 2ª lectura con esa exhortación de
Pablo en la que hace ver que la vida de las personas no puede quedarse en la
individualidad. Porque comáis o bebáis o
hagáis cualquier cosa, hacedlo para
gloria de Dios- No deis motivo de escándalo a la Iglesia de Dios. Y
eso, que puede sonar a una exhortación genérica, debe ser atendida con especial
cuidado por cada uno de nosotros. Estamos todos en el ojo del huracán y cuanto
hacemos o dejamos de hacer, y en el modo que lo hagamos, nuestro vivir diario
está en escaparate ante el mundo de hoy. Y hemos de estar muy encima de
nosotros mismos para dejar buen ejemplo.
A Dios, que sana los corazones desgarrados elevemos nuestras peticiones.
ResponderEliminar- Confiamos en que Jesús, puede sanarnos. Pidamos que ponga en nosotros su mano y pronuncie su palabra. Roguemos al Señor.
- Para que sane de todo tema de escándalo a su Iglesia, que nosotros mismos constituimos, Roguemos al Señor.
- Para que sepamos valorar la labor insustituible del sacerdote en la limpieza de las almas, Roguemos al Señor.
- Para que todo lo que hagamos o digamos, sea para mayor gloria de Dios y ejemplo de los demás, Roguemos al Señor.
Danos una actitud humilde y sencilla para llegarnos a ti en oración de súplica, exponiéndote nuestras necesidades, y pronuncia sobre nosotros la palabra que nos sane.
Por el mismo Jesucristo N.S.
En este próximo inicio del Tiempo de Cuaresma, y con esa humildad del leproso, dejémonos que el Señor nos toque y recobremos la dignidad que Jesús nos concede gratuitamente como Hijos de Dios.
ResponderEliminarJesús en su caminar con su Iglesia, se encuentra todo tipo de personas; personas pecadoras como yo; pero el Señor no me rechaza, me da la mano y me anima a ser mejor cada día. Él, con determinación, se acerca a quienes más lo necesitan; no hay impureza mayor que dejar a un pecador sólo por miedo a contaminarse. Los cristianos tenemos que oponernos a estas políticas que no respetan los derechos humanos :niños abortados cada día, ancianos enfermos y mal atendidos; enfermos crónicos que no disponen del tratamiento prescrito...¿Tenemos que llegar a la Cuaresma para convertirnos? ¡Señpr, si quieres puedes curarnos de nuestras sordomudeces, de nuestras cegueras y de todo cuanto puede contaminar a nuestra Iglesia! "Tú eres nuestro refugio , Tú nos regalas con cantos de liberación"...
ResponderEliminar