Ayuno que Yo
quiero
En la liturgia
de hoy se aborda el tema del ayuno (Is. 59, 1-9), que era tan significativo en
aquellas formas religiosas judías. Pero ayuno que pierde contenido cuando queda
en lo sólo externo y ritual. Porque el
ayuno que Yo quiero es abrir las prisiones injustas y hacer saltar los cerrojos
de los cepos…, partir tu pan con el
hambriento, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne
(a tu egoísmo). Es el paso de lo puro externo a lo que significa en la
realidad, y por tanto, a lo que Dios apunta. Por eso Jesús (Mt 9, 14-15) cambia
el pensamiento de aquellos que se escandalizaban de que no ayunaran sus
discípulos, y responde que ellos están de fiesta porque están con Él. Hay un
paso esencial desde lo ritual a lo vital. Y de lo que se trata es de un corazón
que se priva PARA ESTAR ABIERTO A LOS OTROS.
PASIÓN SEGÚN
SAN MARCOS
Marcos nos ha
situado ya en el marco de los sumos sacerdotes y escribas que han decidido
acabar con Jesús. Todavía no hay nada concreto pero se va cerrando el cerco. Y
la oportunidad surge impensadamente a propósito del banquete que un tal Simón
el leproso ofrece a Jesús, que estaba en Betania (14, 3-9). Una mujer viene, llevando un frasco de
alabastro, lleno de perfume de nardo legítimo de subido precio y, quebrando el
frasco, lo derrama sobre la cabeza de Jesús. Era toda una expresión
generosa y gratuita de reconocimiento hacia Jesús. Era el dar a fondo perdido.
Era amor por el gozo de ofrecer amor. Frente a ese gesto surge la mezquina
reacción de “algunos” que decían entre
sí: (a qué viene este despilfarro? Porque podía haberse vendido por más de 300
denarios y dárselos a los pobres. Y trinaban contra ella.
Queda patente
la diferencia de sentimientos: la mujer no ha mirado el precio ni se ha
planteado una alternativa. La mujer discurre con su corazón y no hace más
cálculos. Al otro lado, “algunos” que están cuantificando el dinero que podría
haberse obtenido. No hay ni brizna de sentimiento afectivo.
Y Jesús dicta
veredicto: Dejadla en paz. Ha hecho buena
obra conmigo. A los pobres siempre los tendréis con vosotros; a mí no me
tendréis siempre. Se adelantó a perfumar mi cuerpo para la sepultura. Ya es
un presagio de la tormenta que se avecina y que Jesus ya está anunciando con su
sepultura que debe estar previendo muy cercana.
Pero antes de
ese momento nos deja la perla preciosa del reconocimiento de la acción de esa
mujer, porque en verdad os digo que
dondequiera que se predique el evangelio por todo el mundo, se hablará también
de lo que ésta hizo, para memoria suya.
Jesús había “cometido
dos imprudencias”: corregir a “algunos” y defender –en cambio- a una mujer. Se
la había jugado a una carta..., y “perdía la partida…” Ese es “el ayuno que
Dios quiere”.
El festín de bodas iba a terminar con la muerte violenta del Novio y, los invitados, - nosotros- sumidos en nuestro dolor, ayunaremos.
ResponderEliminarEl ayuno cristiano no puede ser sólo una señal de dolor por la separación física del Señor; también es señal de Fe y de Esperanza en Cristo Resucitado que está invisiblemente en la Iglesia, en los Sacramentos, en la Palabra y que esperamos que un día regresará de forma visible y gloriosa ; ahora ayunamos para prepararnos para liberar nuestro corazón de las satisfacciones terrenas que no le permitirían saborear las alegrías de Dios en su manifestación gloriosa como el Gran Dios, Salvador nuestro, Cristo Jesús (Tt 2,13).El ayuno, como tal, puede estar contraindicado si hay algún trastorno de los hidratos de carbono; pero se cambia por una limosna , por un servicio prestado a un enfermo, por una catequesis...