Se clarifica
el enigma
Estos días “de
Ceniza” van perfilando rasgos básicos de la Cuaresma, que ha de ser un período
de conversión interior. Is 58, 9-14:
Hoy sale Dios al paso del gesto
amenazador, la opresión del vecino, la maledicencia…, y proyecta hacia la
acción caritativa de partir el pan con el
hambriento y saciar el estómago del indigente. Lo que llevará a un reposo
del alma, una luz en las tinieblas, una fecundidad en la propia vida. Respecto
a Dios, parar el trabajo en sábado y
consagrarlo a la gloria de Dios. San Lucas –por su parte (5, 27-32)- nos hace saltar desde el ritualismo y
los prejuicios sociales y religiosos al corazón abierto que acoge a todos sin
distinción, y donde Jesús llega a defender su cercanía a los pecadores porque
Él ha venido como médico y tiene que dirigirse a los que se hallan mal. “Los
sanos”, los fariseos que se creen mejores que los demás y no quieren
contaminarse con “los malos”, son los que no hallarán médico. Y no porque no lo haya, sino porque ellos “no
van al médico” por considerarse sanos.
San Marcos no
había identificado a esos “algunos” que protestaron y llevaron a mal la acción
de la mujer que derramó sobre Jesús el perfume de nardo. Pero casi que le pone
nombre en el versículo siguiente: 14, 10-11, porque a renglón seguido del
suceso anterior, nos dice que Judas
Iscariote, uno de los Doce, se fue a los sumos sacerdotes para entregárselo.
“Algunos” (de la narración de Marcos) se acaban personalizando en Judas. Judas
había llevado muy a mal que el Maestro le corrigiera, y precisamente alabando a
una mujer. Y en su orgullo y desamor no pudo ya aguantar, y dejó rienda suelta
a todo el veneno que llevaba dentro de sí. ¿Y cómo podía hacer más daño? ¿Cómo
podía desfogar ese volcán de malestar que le había producido aquello? En
realidad “aquello” fue la gota que le colmó, porque lo que sí puede irse viendo
–con poco que se le siga su trayectoria- es que Judas llevaba ya un tiempo
alejado afectivamente de Jesús. Y en esas condiciones, y calentado por el
último acontecimiento, no supo reaccionar más que con la bajeza y mezquindad de
un corazón sucio. ¡Sucio hasta la venganza, sucio hasta la traición! Porque
Judas puso a Jesús a los pies de los caballos…, en las manos de sus enemigos
viscerales: los sacerdotes y los doctores de la Ley.
Dice Marcos
que ellos, cuando oyeron la propuesta de
Judas, se alegraron y le prometieron dinero. ¿Qué más podían querer que
encontrarse con su enemigo en sus manos, y con el aval de uno del grupo de
Jesús que acaba volviéndose en contra de su Maestro? [Esta ida de Judas a los
sacerdotes es la que ocurre dos días
antes de los Ácimos]. De hecho el banquete de Simón el leproso había sido
antes, pero los flecos llegaron hasta dos días antes de la Pascua, momento en
que se consuma la fechoría del discípulo. [Lo más seguro es que a Jesús le
llegó muy pronto la noticia, porque había algún senador –José de Arimatea- que
le advertiría del peligro de aquel “contrato” traicionero de Judas].
De hecho Judas
andaba buscando manera cómo entregarle en
alguna buena coyuntura. Que para más abundamiento va a trastocar las
previsiones de los sacerdotes, que habían pensado mucho que los sucesos no
ocurrieran durante la fiesta judía…
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