MIÉRCOLES DE
CENIZA
¡Señor y Dios
mío!: Ante esta nueva Cuaresma siento una doble sensación; de ilusión, por una
parte; de pesadumbre, por la otra. El gozo espiritual de una oportunidad que me
ofrece la Liturgia para poner orden en mi vida. El dolor de saberme capaz de pasar
por este tiempo como gato sobre brasas…, el dolor de repetir una vez más la inoperancia
de otras cuaresmas en las que acabé lo mismo que las empecé…, y hasta sin darme
cuenta –en la práctica- de haber estado en Cuaresma.
¡Señor!, hoy
me condensa la Liturgia del día aspectos básicos de estos 40 días: que el luto
no se lleva en “el vestido” sino en el corazón; que el cambio no es añadir un
ayuno o unas privaciones. Que el cambio arranca de echarse en el Corazón de
Dios, que es compasivo y misericordioso, pero que al mismo tiempo hay
que dejarse reconciliar por Dios: darle a Dios la palabra para que sea
Él quien realice un cambio en mí. Que ya me presenta la Liturgia a Cristo que
muere por el pecado, aunque Él no conocía el pecado, pero que dio ese enorme
paso para que llegue yo a la JUSTICIA santificadora de Dios, en este tiempo de Gracia
¡Señor!, todo
está condensado en una realidad fundamental: que el cambio que se vaya a dar,
al que Dios llama, el que Tú, Jesús, esperas, se amasa y se vive desde el
interior, desde lo íntimo, ahí donde se encuentra uno con Dios mismos, el Padre
que ve en lo secreto.
¡Mi Dios!: hoy
vamos a acudir en grandes bloques a recibir la ceniza, el signo exterior que
expresa una verdad imponente…, pero de la que necesitamos hacernos conscientes
con mucha más fuerza. La Ceniza en sí no compromete a nada; no ha entrado en “lo
secreto”. Todo el mundo la recibe y muchas veces como un talismán. Luego quedan
los confesionarios mucho menos frecuentados, que son el modo expreso
sacramental en que se concreta el sentimiento de humildad que significó la
Ceniza…: ese punto en que el ser humano rinde su corazón a Dios para CONVERTIRSE CREYENDO EL EVANGELIO. De
polvo y ceniza venimos y a ceniza nos encaminamos… Sí, y no es todo: porque adonde
verdaderamente vamos es a SER EVANGELIO, a reproducir la vida de Jesús, a encontrarnos
en COMUNIÓN PERFECTA CON ÉL, a reproducir su muerte salvadora, su resurrección
definitiva. Caminamos a la Resurrección,
pero no como pasos litúrgicos inexorables sino como realidades fehacientes que
tenemos que vivir.
Por eso, ¡mi
Dios!, siento ese doble sentimiento ante los días que tenemos delante: todo el
horizonte luminoso que se abre ante mí… Toda la rémora de la rutina, del
encapsulamiento de lo siempre vivido en la inercia de lo que ha llegado como todos
los años, pero ante lo que yo no me he llegado aún a dejarme reconciliar por Dios.
A tener oración, privaciones, penitencias y apariencias de bondad, y que eso no
haya prendido en “lo secreto”, lo íntimo, lo que es capaz de transformar.
Por eso mi
oración personal de este MIÉRCOLES DE CENIZA es expresarte mi deseo de salir de mi tálamo de egoísmo, de mi alcoba
mullida, y saber llorar dentro de mí ese vacío que alberga mi vida, e implorar
del Corazón de Dios el perdón…, que no deje que me domine el oprobio y las
costumbres gentiles…, que no se diga: ¿dónde está tu Dios? Lo que te pido,
Dios mío, es que no tenga nadie que preguntármelo, sino que vea y palpe en mi
vida que Dios está ahí y actúa en mí, y
yo me dejo reconciliar por Dios.
Padre, ¡qué humilde es usted! Cuando lo observo a la luz de Dios, veo que usted no es nada, es un ser contingente, que por usted mismo es una nada; ¡ah, pero el Creador le ha dado unos dones tan especiales que debe reconocer, cuidar, agradecer y mimar. Tiene usted muchos valores, que no son suyos ni para usted. Se lo digo porque sé que no se va a hinchar con mi alabanza, porque tiene en su corazón a Jesucristo y, ante Él, se avergonzará cuando lea mis palabras. Con ellas quiero dar gracias al Señor por usted y animarlo a que siga trabajando como lo hace en el Apostolado de la Oración. Nos hace mucho bien. Que Dios se lo pague.Rece por mí, yo también quiero convertirme.Un abrazo para todos.
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