La corrección
El texto de Heb. 12, 4-7,
11-15, utiliza tres vocablos para una misma idea: reprensión, castigo y
corrección. Un pedagogo procuraría dejar el “castigo” para casos peculiares.
Utilizaría mejor la “corrección”, y más al extremo la “reprensión”. Pueden
significar lo mismo en la práctica pero no en la expresión. Un padre, que se
siente educador amante de su hijo, lo corrige, porque al árbol hay que
ayudarle a crecer derecho. No es que al hijo le guste ser corregido porque la
tendencia natural es rebelarse, querer reafirmar falsas personalidades
adolescentes. El padre corrige y ayuda. Corrige con amor. Y como decía San Juan
Bosco, le duele al padre esa corrección más que al propio hijo.
Cuando el padre tiene que reprender le es más
doloroso, porque ya supone una acción más fuerte. No sólo es enderezar sino
llamar la atención por algo que se desvía y que se empeña en desviarse.
Llegar al castigo es ya un extremo muy
doloroso. Es tener que forzar una situación porque el educando se opone y
resiste a la buena orientación. Y hay que recurrir al “castigo” que ya es una
acción más extrema, pues de otra forma el adolecente no quiere entender. Pero
el mismo castigo tiene que hacerse con mucha mesura y amor y nunca como una
explosión del amor propio de la “dignidad paterna herida”. Esos castigos son
contraproducentes y en vez de educar y formar, provocan rebeldías y rechazos.
Ahora podemos leer el párrafo de Hebreos y situar cada
expresión en su verdadero sentido y valor: Dios nunca será –ni podrá ser- el
Padre que castiga dañando. Su misma “reprensión” es la propia de un cariño que
quiere evitar el daño que se está haciendo a sí mismo el hijo díscolo. CORRIGE
Dios porque es la labor educativa y formadora a través de la cual Dios está
acercándose al hijo y está buscando que el hijo se le acerque. Posiblemente el
hijo no sepa siempre entenderlo y lo lleve a mal por el momento. Luego, cuando
haya pasado la fiebre del “pavo”, agradecerá muy mucho a su padre que le fue
corrigiendo, lo fue enderezando, y le fue haciendo un ser centrado y capaz de
afrontar la vida con madurez.
El buen padre fortalece las rodillas vacilantes, las manos
débiles, los caminos ondulados zigzagueantes, los pies cojos… El buen padre
habrá ayudado al hijo a vivir una senda de paz. Y cuando ese Padre es Dios,
habrá llenado de Gracia al hijo que acompañó amorosamente en su crecer
paulatino.
Marcos (6, 1-6) nos sitúa a Jesús en su tierra (en Nazaret). No llega a los detalles de Lucas pero
nos deja una lección muy fuerte. Jesús hubiera deseado hacer en sus paisanos
todas aquellas cosas que hacía en otros lugares. Sus paisanos no acentuaron la
admiración por sus palabras novedosas (“con autoridad”) sino que el acento fue
en lo displicente, crítico, irónico: ¿De
dónde le vienen a éste esa sabiduría y esos milagros? Por tanto, cabía haberse
admirado por esa sabiduría y esos milagros. Pero el acento se pone en “de dónde le vienen” Y para ser peor, se
ponen a desdorar esa sabiduría y milagros porque
saben que es el carpintero y que sus parientes están allí, con sus nombres
propios y conocidos.
Ya han echado por tierra todo lo que era “sabiduría y
milagros”. Ha bastado acentuar “lo vulgar”, lo que puede rebajar el tono en el
reconocimiento de Jesús. Y en efecto acabaron privándose de la tal sabiduría y
de los tales milagros que podría haber hecho allí. Se tuvo que marchar a otros
pueblos, y desarrollar en ellos su gran potencialidad mesiánica, enseñando y
curando. Nazaret se quedó sin ellos porque en
su casa y familia no es bien recibido un profeta.
¿CORRIGE Dios?
ResponderEliminarEvidentemente. Como buen Padre, corrige. Tiene todos los medios para corregir. A través de los padres, a través de los responsables o jefes, por medio de acontecimientos que cambian el paso de la persona. Las gracias del Señor tienen millones de modos y muchas veces son para corregir. Se trata de que lo torcido se enderece, lo tibio se caliente.
¿REPRENDE Dios?
También. Lo que muchas personas llaman “castigos de Dios” son las “reprensiones” –reprensiones amorosas- por las que Dios tiene que llamar la atención y hasta zarandear a quien se equivoca o se empeña en caminos desviados. Como en la “corrección”, los “intermediarios” pueden ser igualmente los padres, las personas que conviven o acompañan, los acontecimientos que salen al paso y cortan la trama torcida. ¡Cuántas veces una enfermedad, una contrariedad fuerte vinieron a ser salvación de situaciones peligrosas! Son “intermediarios” de los que se valió Dios para ayudar a la persona.
¿CASTIGA Dios?
Lo que se dice “castigo” como acción punitiva, en parte violenta, muchas veces enfadada, y algunas veces airada o encolerizada, NO. Dios NO CASTIGA. Tiene caminos de reprensión y corrección para no llegar al castigo violento. Si hablamos de “castigo pedagógico” que es una corrección con la que hay que evitar un mal mayor, equivale al castigo que da un padre, con todo el dolor de su alma, para evitar un mal o para conducir a un bien. Pero ese “castigo” queda en la línea de la “reprensión” o de la “corrección”. Dios castigador suena cada vez peor, y –como decía uno- yo no creo en ese dios castigador en el que tú crees.
¡Magnífica homilía que podría ser de lectura recomendadísima y diaria para cada hijo de Dios!
ResponderEliminarQue la bendición y santidad de Dios anime siempre los trabajos de anuncio del Evangelio.
Saludos cordiales.
¿Reprende Dios? Sí. Dios nos corrige como un padre; nos corrige,siempre respetando nuestra libertad; pero siempre haciendo lo que nos conviene, que es lo que Él quiere. Corrige y reprende de varias maneras: te puede pedir la separación de una persona que es un ídolo para tí, una enfermedad, un revés familiar que te obliga a romper con todo...Él está allí diciéndote:¡levántate y vive..! A partir de aquí aparecen personas nuevas en tu vida, libros, situaciones propicias para que tú lo encuentres, entre tanto , a cada instante te va diciendo:"hija, te amo". ".Todo está bien, todo es para tu salvación" Dios no castiga, si lo hiciera, dejaría de ser Dios.
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