25 spbre. : LA
PAZ
Reconozco
que estos trozos evangélicos me están haciendo gastar aquello que mi padre
llamaba materia gris del cerebro,
porque no son descripciones que se desenvuelven por sí mismas y llevan de la
mano. Aquí hay que preguntarse y volverse a preguntar, y –como el buen padre de
familia- sacar del arcón cosas nuevas y viejas.
Lc
9, 1-6 es un envío misionero que hace Jesús de sus apóstoles. Llevan para ese
envío tres armas: poder y autoridad,
curar enfermedades hsta liberar de “demonios”; y LA PAZ como instrumento
determinante de todo lo demás para –en definitiva- llevar la Buena Nueva adonde quiera que lleguen.
Adminículos
para esa labor: ni bastón, ni alforja, ni
dinero, ni túnica de repuesto. [Advierto que en otro evangelio se permite
el bastón, porque era elemento consubstancial al caminante; y que aquí pudiera
haber uno de esos errores del copista que influido por los otros “ni”, ha escrito también que ni bastón. Para el desarrollo del tema,
poca importancia tiene]. El misionero del evangelio va desprovisto de todo apoyo
material. Lo que va a llevar es otra fuerza y otra realidad que está por encima
de toda “técnica” ni “marketing”.
Lo
que tiene que llevar clara es la Buena Noticia del Reino, y predicarla a los cuatro
vientos. Como lo más enemigo de ese Reino es “lo que esclaviza”, lo que ata, lo
que achica, lo que condena a la persona a no ser diáfana y verdadera, echar demonios (liberar esclavitudes)
será una señal inequívoca de la verdad misionera, tanto más cuanto que son
cosas a las que no se puede llegar por propias fuerzas de voluntad.
Finalmente
el sello distintivo: LA PAZ. Entrar
donde hay paz, permanecer donde hay paz… Salirse y dejar allí hasta los polvillos
adheridos de impaciencia, cuando no hay esa paz. ¡Que siempre habrá otros lugares en los que
la PAZ exista y sea defendida a capa y espada! [¿La PAZ, defendida a capa y espada, instrumentos de lucha y guerra? Pues sí: porque
he venido a traer guerra y no paz.
¿Cómo se come eso, Señor? ¿En qué quedamos? Pues porque andáis pensando
en una paz que sucede fuera, y poco os planteáis LA PAZ DE DENTRO].
¿Quién
puede llevar la PAZ y trasmitir la PAZ si él no la tiene? ¿Y cómo va a tener paz el orgulloso el egoísta,
el egocéntrico, el que siempre pretende decir la última palabra, o tener la
decisiva razón? Tendrá que empezar por
hacer la guerra a ese ejército imponente del imperio del YO. Sin eso, nunca
hallará paz. Pretenderá camuflarla, aparentarla, entronizarse a sí mismo para
engañarse con su razón nacida del YO MISMO. Pero tras esa máscara, tras tantas “túnicas
de repuesto” (caretas de la vida) y alforjas llenas de sí mismo, no hallará
paz.
La
paz es algo que va de frente. Que nunca se oculta ni camufla. Que siempre
camina hacia adelante. Que colabora en el bien. Que ayuda a que la rueda avance
mejor, o se desatasque donde embarró. La paz sacude el polvo de la no-paz pero
no renuncia crear nuevos ámbitos de paz a cara descubierta. Es que estamos
hablando de poner delante la BUENA NOTICIA del Reino de Dios, y entonces LA LUZ
SE ENCIENDE PARA ESTAR SOBRE EL CANDELERO y no para meterla bajo la cama.
Claro:
eso lleva consigo la pregunta: ¿tengo yo PAZ dentro de mí? ¿Vivo esa paz que es
signo de la presencia de Jesús? ¿Soy capaz de mirar si allá en el zurrón llevo
guardada alguna “vianda” o “calderilla”…, por si las moscas? ¿Puede ser que mi
no-paz sea el fruto de “posesión de mí mismo”, lo que provoca la falta de paz
para convivir, para dar, para compartir, para avanzar, para construir Reino de
Dios, que no es un comando de francotiradores sino un Reino para caminar juntos
hacia adelante?
Si
tengo PAZ dentro, podré trasmitir (y trasmitiré paz fuera, a cara descubierta y
sin sábana que me oculte y provoque más bien la sensación del fantasma o
elemento furtivo). Si tengo PAZ –y celo por el Reino de Dios- mi paz se palpa,
se goza, se contagia, rema en dirección hacia adelante, constituye una fuerza
que suma.
Si
tengo paz y encarno LA BUENA NOTICIA, mi paz irá emborrizada en el optimismo de
la Resurrección. El pájaro de mal agüero se queda fuera, porque la PAZ del
resucitado es luminosa y deshace lo fantasmagórico y muestra a Cristo que
provoca paz, alegría y consuelo
Y
entonces concluye el párrafo que
comentábamos que los apóstoles se
pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y
curando en todas partes. Lo ha
descrito el Papa con ese lenguaje de calle que le caracteriza: Hemos de ser “hospital de campaña en medio
de la guerra: lo primero siempre es recibir al herido sin preguntarle quién es
y a qué bando pertenece. Y curarle sus heridas. Y una vez curado, vendrá lo
demás”.
Primero
y por delante de sí mismo, de mi alforja, de mi túnica, de mi YO…, la BUENA
NOTICIA…, curar enfermedades (empezando por las mías propias para evitar que la
viga mía me impida ver la mota del ojo ajeno), crear ámbito personal de PAZ
para poder ser bienaventurado portador de paz. Y agitando este frasco, tenemos
las bases de una misión evangelizadora.
LUCE A PLENO HORIZONTE, sin nubes de disimulos, ni eclipses de
ocultamiento, el SOL DE LA PAZ DE CRISTO.
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