15 sptbre.-
Domingo del CORAZÓN DE DIOS
Diversos
nombres se podrán escuchar hoy para designar este domingo, Para mí, el gran
protagonismo –sobre toda otra expresión- es la manifestación desbordante del Corazón
de Dios.
Arrancaba
la 1ª lectura con la amenaza de Dios
sobre el Pueblo tan díscolo, tan duro de mollera, y hasta capaz de hacerse
ídolos, lo más contrario al Corazón de Dios. [Lo entendería muy bien un novio/a
o esposo/a, que descubrieran que su amada/o llevan en la cartera la foto de un
tercero…, un ídolo de su vida]. Dios recurre
a la pedagogía de la amenaza previa.
Moisés interviene, dialoga con Dios, le toca la fibra de sus
sentimientos… Y Dios no lleva a cabo su amenaza (ni la había lanzado para
realizarla).
Todo
esto prepara el sentimiento de alegría
que vive Dios con el reencuentro con el hijo que lo abandonó a su padre.
Primero ofrece el evangelio de hoy dos parábolas más cortas. El argumento es el
mismo: alguien ha perdido algo suyo. Lo busca y, cuando lo encuentra, no sólo
vive su alegría sino que la alegría es contagiosa, y la trasmiten a sus amigos,
vecinos y conocidos: alegraos conmigo
porque lo que había perdido lo he encontrado. Y Jesús apostilla: Os digo que la misma alegría habrá
entre los ángeles de Dios, por un solo pecador que se convierta.
Y
aquí entra Jesús a describir la alegría de aquel padre que recupera a su hijo
díscolo, inconsciente, que ha mancillado su misma personalidad entre orgías,
mujeres, diversiones… El hijo no siente
la necesidad de su padre, pero el padre siente la necesidad de su hijo, y sale
muchas veces al camino oteando por si el hijo regresa. El hijo pensará en su padre
cuando se sienta muy mal, cuando se le acaba el dinero, cuando no tiene para
comer, cuando se le viene a la mente que los empleados EN casa de mi padre, tienen de todo, y yo, AQUÍ, fuera de la casa
de mi padre, me muero de hambre.
El
día que decide volver, su padre –como cada día- estaba ya esperando en el
camino. El hijo volvía destruido, fracasado, pesándole los pies y la vida
entera. Volvía humillado por su misma necesidad. Y vino a encontarse con su
padre que corría hacia él, que le echaba los brazos al cuello, que le besaba
amorosamente… El hijo podía no explicarse nada… Lo que allí se estaba mostrando
era EL CORAZÓN de su padre. Y cuando “se piensa con el corazón”, las
consecuencias son diferentes: aquel padre entra con el hijo en la casa, casi
sosteniéndolo porque el hijo no puede nada. El padre pide que le ayuden al hijo
a recuperarse, que le vistan sus ropas, le pongan su anillo…, y preparen el
banquete con el ternero cebado.
Así
expresa Jesús que la vuelta de quien se había ido, no será una reprimenda. Lo
que alberga el Padre del Cielo es un Corazón
infinito, que vive LA ALEGRÍA DEL REENCUENTRO. Y lo mismo que el pastor o
la mujer convocan a amigos y vecinos a alegrarse, así explota de alegría el Corazón de Dios cuando un hijo que se fue,
regresa de nuevo a la casa paterna.
Gran
diferencia con el pensamiento humano. El otro hijo representa la bajeza de los
sentimientos que no saben alegrarse, que no saben compartir el gozo de un
hermano que vuelve. El hermano mayor es el resentido, el receloso, el que lleva
a mal un bien, el que llega hasta a encararse con el padre de corazón magnánimo
y generoso. Es el prototipo del que no goza con lo que tiene y está sufriendo
por lo que a otro se le da.
La
alegría del Corazón del Padre quiere enseñarle que hay que alegrarse por la
vuelta de un hermano perdido. Que el pasado ya no cuenta cuando el presente es
bueno y digno de alegría.
Que
se lo digan a Pable que –en la 2ª
lectura de hoy- está viéndose en su propio espejo como blasfemo,
perseguidor, violento…, pero en la actualidad, objeto de la compasión de Dios,
que no sólo lo ha perdonado sino que le ha dado la fe y el amor cristiano.
Una
referencia necesaria HOY a la Virgen María, en su fiesta de sus dolores, sus
angustias, sus sufrimientos, sus espadas que le atravesaron el alma. Y sin embargo, la REINA DE LA ALEGRÍA porque
tuvo entre sus brazos al Hijo resucitado. Lo anterior no es que ha desaparecido
o esfumado. Lo que pasa es que también “sus llagas” se han hecho luminosas para
vivir la alegría y para tender la mano de la alegría a quienes no estuvieran
alegres.
Comentaron
alguna vez que aquel hijo de la parábola se fue de la casa porque no tenía madre; que si la hubiera tenido, no se va. Hoy podemos continuar tal leyenda diciendo
que nosotros sí tenemos una Madre y que Ella nos sube al carro de LA ALEGRÍA,
para que desde ese noble sentimiento sepamos alegrarnos con la alegría de Dios,
y sepamos trasmitir alegría a nuestro alrededor. Porque la vida cristiana nos
trae a vivir y gozar de la EUCARISTÍA, en la que se plasma la suprema alegría
de una muerte salvadora y una Resurrección definitiva, que tiene su base y
razón de ser en VIVIR ALEGRES, porque somos los seguidores de un Cristo resucitado, que es TODO CORAZÓN.
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