Domingo
25-C (22 sptbre)
La
construcción de lecturas de este domingo nos dejan clara cuál es la finalidad
del liturgista que las ha elegido. De tal manera que se puede omitir en el
Evangelio lo que muchos considerarían “cuerpo central” la parábola-, que de
seguro será hoy lo que más se explique. Sin embargo, el que tome el conjunto de
la 1ª lectura y el Evangelio (que son los que marcan el tema), puede encontrar
una decidida intención de ponernos ante el valor que lo pequeño, en la mirada
de Dios.
En
el profeta Amós (1ª lectura: 8, 4-7) la queja de Dios es la avaricia del rico
que despoja al necesitado; que el rico siempre quiere más y con más ventajas;
que le molesta la fiesta que le impide su negocio. Y que abusa del pobre, al
que engaña con un par de sandalias para contentarlo.
Si
tradujéramos a un lenguaje en positivo y actual, lo que Dios está pidiendo es
el detalle del que no se queda en lo solamente “justo” y legal, sino que va más
allá. Más de un hogar puede parecer plácido y tranquilo. Ya se han acomodado
las personas. Pero ¿realmente mira cada una al detalle que puede hacer más
agradable esa convivencia? Aquel matrimonio al que no les faltaba ninguna
comodidad, ningún deseo que se expresara… Y sin embargo el dolor de la pareja
era la falta de cercanía y de ternura por parte del otro. Muchas veces tendríamos que plantearnos no tanto
el hecho de nuestras obligaciones cumplidas sino de las delicadezas y detalles
tenidos (o no tenidos).
Por
eso puede omitirse tranquilamente la parábola e ir por derecho al mensaje que
Cristo pretendía: El que es de fiar en lo
menudo, será de fiar en lo importante. El que es honrado en lo poco, también será
honrado en lo importante. De ahí
pasa, como en un mismo tema, a la honradez con el dinero, como un símbolo de “algo”
a lo que se pegan las manos… Y concluye, en frase profunda, que no se puede servir a dos señores; no se
puede servir a Dios y al dinero.
Pero,
cuando no hay dinero, sino el que se necesita, ¿también Jesús plantea el dilema
de “o Dios o el dinero”. Ahí hemos de
descubrir el fondo. Lo malo del dinero no es la moneda en sí, sino cómo se pega
a las manos, cómo se presta al abuso, cómo se cree superior quien posee dinero.
Al final no es el “dinero” como protagonista, sino la persona que lo maneja… En
definitiva, la peligrosa moneda que se hace enemiga de Dios lleva el nombre
propio de una persona… El rival más
peligroso de Dios es EL YO. Quien
rinde culto al YO, quien se ve superior, quien da la última palabra, el que se
escuda en la falta de tiempo…, el que maneja los detalles de la vida, y la misma
vida de las personas, es EL YO MISMO. El YO que ha fijado una pauta de vida en
la que él se ha hecho “regla”, “metro patrón”.
¿Cómo
es un hogar donde alguien se ha erigido en “aquí se hace o que diga? ¿Cómo es
un lugar de trabajo en el que el jefe es el factótum
que decide todo a su manera? ¿Cómo se convive en paz con el joven que se impone
y no hay quien pueda expresarle la existencia de otros valores? Y no estoy hablando de “gente mala”,
tiránica, sin conciencia. Me dirijo a
los que vivimos una fe… La pregunta es si
bajamos a los detalles y finuras que debe implicar esa fe; si nos decidimos
a buscar más detallosamente lo que más agrada a Dios…, o sencillamente lo que
es más fino y delicado con quienes están a nuestro lado…, lo que posiblemente
les haría más felices. Eso supone finura de alma…, alejamiento del “falso
principio del YO”.
Pablo
escribe a Timoteo que haga plegarias por los gobernantes y los pobres, por los
que mandan y los que debemos seguir unas pautas cívicas, de manera que pueda llevarse una vida tranquila y apacible, con
toda piedad y decoro; eso es bueno y agradable a Dios. Y lo motiva en el hecho universal de que Dios quiere que todos se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad. [Una observación: “que todos los hombres se salven” no es que “no se condenen”; para
Pablo la salvación es plenitud de vida;
¡que para eso Dios envió a su Hijo! Y la
“plenitud de vida” presupone el detalle de lo menudo, de lo pequeño, que se
toma en cuenta para CRECER de verdad.
Para
que al hacer vida esta insistencia en “lo menudo” seamos personas que podemos
vivir unidas, sin “el vil dinero del “tuyo
y el mío” [el YO]”, y con ello demos valor auténtico a la comunión…, común unión, en la que desaparece el
sentido del YO personal para fundirse en el YO DE JESÚS. Y que –como Él- más que el hecho de no hacer el mal (que
no lo hizo), pone su acento en hacer lo
que agrada al Padre…, en ahondar en la perfección de lo menudo…, porque
entonces seremos de fiar en lo más importante.
“Lo menudo” tiene que estudiarse
en el interior personal; nadie puede determinar “lo menudo” del otro ante
Dios. A veces “lo menudo” es lo que
alguien nos dice de paso y, quizá nos molesta; la frase que se le escapa al
otro en un momento acalorado, y que puede ser –muy bien- ese detalle que no
advirtió o no le daba importancia uno…, pero que –de hecho- había quedado ahí
en el fondo de la otra persona, y por ello lo ha lanzado con cierto tono de
disgusto, displicencia o agresividad. ¡No despreciemos esas oportunidades para
afinar nuestro propio conocimiento!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!