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¿Quién decís que soy Yo?
Han
regresado los apóstoles de la misión. Lo que cada uno cuenta es algo que les ha
resultado inaudito. Ellos, los pobres hombres, que –yendo en nombre de Jesús-
han hecho cosas impensables por los muchos sitios por los que han ido. Han
curado enfermos del cuerpo y del alma, lo que dicho de otra manera, han echado
demonios. Vienen admirados y casi confundidos. Se explayan con Jesús, se
comentan entre ellos… Es un regreso gozoso y casi imposible de explicar.
Jesús
les pregunta qué han oído a las gentes de lo que dicen de Él. Y van saliendo
múltiples respuestas que coinciden en un exponente común: Jesús es MÁS… No es
un hombre cualquiera, un predicador ni siquiera un taumaturgo… Jesús lleva un
sello que manifiesta acción divina, como lo fue en los profetas.
Me quedo parado un instante porque
me voy a esos cuestionarios que hago a las parejas, preparando la formación para
su futuro matrimonio, y la verdad es que –sin que falte el elemento que roza lo
divino- hay muchas expresiones sobre Jesús como signo… No es la entidad (personalidad) de Jesús en sí, sino como el
signo de la bondad, del servicio, de
la solidaridad… No es frecuente que aparezca como PERSONA. También aparece como a quien se le pide en la adversidad y al que se acude en las fiestas
solemnes. Si nos metiéramos entre
los apóstoles para decir a Jesús quién dicen
HOY los hombres que es Jesús, me temo que iba a quedar con una penilla
dentro.
Jesús
ahora fue derecho al grano: Y vosotros, ¿quién decir que soy Yo? Reconozco que estoy reñido con Simón –en este
pasaje- hace mucho tiempo, porque no dejó que los compañeros expresaran. Él se
lo hizo todo y lo dijo todo, Los demás ya no tuvieron mucha opción.
Yo
voy a intentarla hoy… Hoy, en mis circunstancias de hoy. Si me remonto a quién
decía yo…, antes de mi encarrilamiento, hubiera dicho lo de los novios…, salvo
quizá con ese matiz mucho más religioso de aquellas épocas. Pero no muchas
exactitudes más.
Podría
responder con mis experiencias de hace 20, 30 años…, con el Evangelio ya
conocido.
Pero
responder hoy es una absoluta nueva realidad. Hoy, Jesús, digo que Tú eres el
todo y la razón de mi vivir diario. Mucha generalidad todavía, ¿verdad? He pasado los años triunfales de mi vida activa,
de mis tandas de ejercicios, de mis grupos de jóvenes…, y Tú has movido mis
pasos, y Tú has centrado mis trabajos. Tú has sido “mi todo”, mientras que
había “un mucho” que también era compensatorio.
Hoy, cuando ya –fuera de mi ámbito- no suena ni mi nombre…, cuando las
edades propias y ajenas (de lo diario que vivo) han pasado a situaciones
semejantes de ostracismo, y cuando ge descubierto que gran parte de la vida se
vive a solas…, a solas pero con el
propio interior a flote, HOY puedo decirte, Jesús, con mucha más fuerza,
que eres MI TODO, con un sentido mucho más hondo, más abandonado, más adentrado
y experimentado… Y es que “fuera”, va quedando LA NADA, esa “nada” penosa de
que bastante tiene cada uno con lo suyo…, y que las patologías físicas y
mentales dominan ya mucho más el ámbito en que me desenvuelvo. Sin negar que yo también estoy en esa “senectud”.
Por
eso, HOY, Jesús, no sólo eres el TODO sino que eres EL ÚNICO; que eres Jesús de
mis secretos, de mis penas o de mis alegrías; Jesús de mis silencios cada vez
mayores; Jesús, el del Evangelio que cada vez me subyuga más; Jesús cada vez
más humano –a mi lado- a la vez que totalmente divino para ser el foco de
atracción y referencia de toda mi vida. El Jesús de mis horas solitarias de
aposento, objeto de cada trabajo que llevo, de cada predicación que preparo y predico.
Jesús de “mis horas muertas”…, pero
tan vivas; Jesús, el enamorado de mi oración diaria; Jesús el íntimo EN MÍ, al
que no necesito buscar fuera y a quien no acabo de encontrar fuera de una manera
fraternal. Luego, más afuera, Tú apareces
y me compensas, pero reconozco que siempre tengo ya la tendencia a volver a esa
intimidad tan íntima en la que Tú eres
Tú y Tú tienes tus millares de formas para poner tu mano sobre mi hombro y
hacerme sentir tu permanente plena compañía.
Pedro
dijo aquella respuesta esencial: Tu eres
el Mesías de Dios. Yo he dado otra…, y por supuesto no acabada.
Y
Jesús puso los puntos sobre las íes advirtiendo que todo es hermoso, es verdadero,
es gozoso…, lo de Simón…, lo que responda cada uno…, lo mío. Pero que en el
caso que sea y se dé la respuesta que se dé, algo hay que advertir y que
añadir: Que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos,
sumos sacerdotes y doctores de la ley, ser ejecutado, y resucitar al tercer día. Y no me es una realidad desconocida… La
fuerza que siempre sostiene en medio de todo es SABER QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ, y
que bien ha sabido Él poner el colofón de la vida, y el desemboque del padecer:
resucitaremos. Él resucitará, y NOSOTROS RESUCITAREMOS CON ÉL
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