23 spbre.- LA
LUZ Y LOS ECLIPSES
El
Evangelio de hoy (Lc 8, 16-18) es muy breve. Es muy evidente. Da mucho que
pensar. Deja interrogantes y evidencias y perplejidades. Vamos a ver lo que
puede salir en mi comentario que, ya esta mañana, me ha llevado mucho que
pensar sobre mí mismo.
El
tema de la LUZ es muy evangélico. Dios
habita en la luz; mientras es de día, caminemos en la luz. Yo soy LA LUZ…; vosotros sois la luz del mundo. La luz se enciende
para ponerla en el candelero y que así alumbre a todos. No se enciende la luz
para taparla bajo una vasija y meterla bajo la cama.
La
liturgia, que es pedagogía vida de la Iglesia, tiene en la Luz del Sagrario el
anuncio de la Presencia de Jesus. La Vigilia Pascual es la gran eclosión de la LUZ,
y su expansión…, la catequesis vida de Cristo LUZ que nos comunica su LUZ para
que seamos LUZ, y para que la expandamos, como en esa noche se multiplica cada
vela por muchas velas. Luego, en el Bautismo la LUZ DE CRISTO emprende la del
neófito, al que ya se le emprende con esa vocación luminosa. Y el día que sale
la persona de este mundo, el mismo Cirio Pascual está luciendo a su cabecera
como un símbolo precioso de su itinerario pasado y futuro: fue LUZ y ya va
abocado hacia LA LUZ SIN OCASO.
Hasta
aquí todo es bonito, emocionante, objeto de oración gozosa.
Pero
Jesús no se quedó ahí y pasó de la Luz a un anuncio que nos reclama la
atención: Nada oculto quedará sin
descubrirse; nada secreto que no llegue a saberse. Nuestra luz puede lucir o ponerse bajo la
cama. De una u otra manera, TODO VA A SABERSE, todo va a volver a estar “en
candelero”. Unas veces porque las obras lucen por sí mismas, y lo que es
luminoso acabaría dando sus destellos. Otras veces porque hay tal cantidad de
sombras en los rincones del alma, que también van a quedar al descubierto.
Somos –tantas veces- tan ingenuos o tan enrevesados que nos creemos que
nuestras zonas opacas no se van a saber. Y sin embargo acaban saliendo a flote
antes que canta un gallo. Y seguimos intentando ocultar nuestras zonas oscuras…,
pero brincan tanto que las ven hasta los ciegos.
Y
Jesús concluye con una frase que molesta a mucha gente: A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará; al que no tiene se
le quitará hasta lo que tiene. La
luz luce ella sola y está para lucir. La verdad está para ser verdad. Cuando la
luz se pretende ocultar, o se camina a media verdad…, lo que preconiza Jesús es
que ese que raspea por cada esquina para sacar su YO indemne, acaba perdiendo
lo mismo que pretendía disimular.
Ahora
surge otro supuesto de no fácil solución: cuando el portador de LUZ y amante de
LA LUZ, queriendo iluminar y contagiar, se encuentra ante “cuerpos opacos” que
provocan eclipse de esa LUZ que uno tiene y quiere dar. Cuando esos cuerpos
opacos van creando una trama que casi oculta la luz (aunque la luz es muy
difícil de eclipsar del todo, y siempre tiene destellos furtivos que dicen:
aquí estoy yo).
La
confianza es que –en efecto- la luz se denuncia por sí misma y ahí está, se
quiera o no se quiera. Y tanto más destella cuanto que se sale por una
rendija. Y la desesperanza es cuando el
empeño de otros está en tapar cada rendija para que la luz no salga a la luz.
¿Qué
puede hacer entonces la luz? ¿Dejarse apagar,
dejarse ocultar, dejar de iluminar, renunciar a su propia esencia? Es una posibilidad pero contradictoria,
porque nada hay oculto que no haya de
saberse. Es una posibilidad, el día que la luz se echa ya sobre su propio
rescoldo… ¿Y dejará por ello de lucir? Seguramente sí…, porque ojos que no ven, corazón que no siente.
Y los cuerpos opacos –como todo lo que proviene de las tinieblas- son muy
sagaces para conseguir que la luz no luzca.
¿Volverá
a hacerse real la leyenda del ave Phoenix
que se levantó desde sus propias cenizas? ¿Tomarán vida aquellos antiguos
cuentos de Pinocho en los que Pifa, el ave buena, llega a tiempo de reconstruir
los tornillos de Pinocho, que el malvado Chapete había desenroscado?
Quedaba
en el cuento un Pepito Grillo como
conciencia que iba poniendo los puntos sobre las íes. De ahí que los eclipses provocados
por cuerpos opacos, no están llamados a hacerse permanentes, mientras que la
Luz siempre es luz, y nada hay oculto que no llegue a saberse.
La
vida pastoral da esas gozosas o dolorosas experiencias: quienes caminan en la
luz y son un sol en medio de tanta oscuridad…, y aunque apenas aparecen, no
pueden quedar ocultos. Los que no caminan en la luz y van creando situaciones
postizas para aparecer…, pero no tienen luz ni la trasmiten. Los que tanta luz
pretenden dar que deslumbran en fogonazos de apariencias, pero pronto se le
gastan “las pilas”.
La
conclusión ha de ir por camino de sinceridad, de propio conocimiento, de
dejarse potenciar por otras luces, de saberse parte de una inmensa luminaria en
la que, todas las cerillas encendidas al mismo tiempo, dan luz suficiente para
hacerse ver. Aunque cada una por su parte es una simple cerilla, tan corta en
luz como efímera en duración.
¿Y
qué hacer cuando los eclipses se multiplican?
Pienso que la LUZ ha de prevalecer y que hay que volver a intentarlo. El
día que se acabe la cera, será el momento de la LUZ TOTAL, donde no hay eclipse
alguno.
ResponderEliminarLos eclipses son transitorios por su propia naturaleza ;no pueden mantenerse en el tiempo
" CONSTANTEMENTE". Esos cuerpos opacos son pruebas que permite el Señor . Su existencia
no es objetiva solamente subjetiva y Dios permite que el sujeto SUBJETIVICE su existencia
para probar su amor propio , su vanidad ,su orgullo , su SOBERVIA ... para descubrir
después tras esta carrera de obstáculos " su miseria " " su nada " .
Y al final te das cuenta que nadie es" tan importante " como uno piensa y que no somos
imprescindibles y que la vida sigue su curso .
Al final la vida es un puro " ! NINGUNEO ! " .