7 sptbre:
Espigas y fariseos
Tengo
que confesar que este tema de Lc 6, 1-5
no es de los que me dejan más margen a mi oración contemplativa. Pero
intentemos ir yendo por los pasos que suscite el Espíritu.
No
perdamos de vista el contexto. Jesús ha explicado que sus discípulos no ayunan
porque está Él allí, y Él es LA FIESTA. Y en el banquete de bodas, no van a
quedarse mirando y ayunando. ¡Tiempo tendrán!
Ahora
nos hemos plantado en un sábado. Jesús viene con sus discípulos por entre uno
sembrados –cosa muy normal en un ambiente rural-. Y con la misma normalidad (de
eso doy fe porque yo lo he vivido), hay un particular placer en arrancar una
espiga, triturarla entre las palmas de las manos y echase el grano a la boca.
No hay que tener hambre; es un juego que se vive como atracción natural y
totalmente inocente.
Pero
los fariseos aparecen donde menos se les puede esperar (y aun esperándolos, los
discípulos hubieran hecho lo mismo con la mayor naturalidad), y se vienen
derechos a darle las quejas a Jesús. Era una razón para atacarlo, si partimos
de lo idealizado que ellos habían puesto el “Sábado”. Idealizado y –juntamente-
idolatrado, hasta el punto de que habían tejido una maraña insoportable y llena
de casuísticas para vivir el sábado en lo que ellos consideraban “la pureza de su
fidelidad”.
Es
evidente que –desde ese punto- ya era una violación de lo sagrado que alguien “trabajara”
triturando unas espigas entre sus manos. Y vinieron con toda su idea a
preguntarle a Jesús cómo podía ser que sus discípulos hicieran aquello.
Jesús
se va a lo más alto judío para responder, y para mostrar las excepciones de la regla, sin meterse ahora en más discusión.
Les saca a relucir una acción “ilegal”, “inmoral”, del venerado Rey David –y Profeta-
que un día que volvía de una batalla exhausto, con sus guerreros, se presentó
en casa del sacerdote Abiatar y le pidió de comer. No tenía el buen sacerdote nada
que ofrecerles, a no ser el pan
consagrado a Dios, que sólo pueden comer los sacerdotes. Los había retirado
del altar para sustituirlos por los nuevos del día… Y David consideró que eran buenos para salvar el desfallecimiento que traían,
y los tomó y los dio a comer. El argumento de Jesús dejaba a los fariseos sin
respuesta. Y todavía Jesús remacha con una afirmación decisiva: El
Hijo del hombre es señor del sábado.
Esa
afirmación así era para los fariseos una blasfemia, porque declararse “señor del
sábado”, cuando el sábado era una institución de Dios que al séptimo día descansó, constituía una afirmación muy grave.
Pero
me llama la atención que el Evangelista no continúa el relato; ni por parte de
Jesús ni por parte de los fariseos. Queda cortado ahí como si eso estuviera ya
dirimido y resuelto. Y yo pienso que el Evangelio habla unas veces expresando y
otras callando, y que en callar enseña tanto como en el decir. Incluso más –a veces- porque deja a la
persona de fe ante una aventura que explorar.
¿Por
qué Jesús no siguió? Jesús era amante de la paz. Jesús no pretende meter la
mano en el ojo para ver hasta cuándo aguanta el otro. Jesús ha dicho dos cosas
y si los fariseos redarguyen, Él seguirá explicando. Pero si ellos callan,
Jesús calla también. Ha dejado
respondido lo que le habían preguntado, y no sigue adelante.
¿Cómo
es que callan los fariseos? ¿Cómo no han saltado? ¿Cómo no se han abierto las
vestiduras ante la respuesta de Jesús?
[La verdad es que no sabemos lo que hicieron; lo único que sabemos es lo
que el evangelista escribe. Y el
evangelista no menciona reacción alguna de los fariseos. ¿Porque no la hubo? O simplemente no es lo que ahora interesa
señalar para el bien de los fieles a quienes Lucas dirige su escrito.
Pienso
que hay una declarada intención de enseñar lo que vale callar. Podría el
evangelista haber montado una discusión entre los fariseos y Jesús. Se ha
limitado a afirmar que Jesús es más que
el sábado, y que las normas externas humanas se pueden saltar –sin fallo
moral- ante una necesidad superior.
Y
porque CALLAR A TIEMPO es una norma de prudencia y de vida. Ni Jesús insiste,
ni los fariseos. Lo pedagógico es SABER
CALLAR. Dejar un espacio de reflexión, maduración y ponderación de los pros
y contras. Saber “perder” para ganar. El mundo no se acaba en una refriega.
Vale más dejar pasar el calentón del momento, por tal de seguir teniendo razón,
y no perderla por lo intempestivo de una mala reacción a destiempo.
SABER
CALLAR es más sabio que buscar razones, “derechos”, (aquello de “llevas razón pero vas a presidio…”), justificaciones
(¡tantas veces se cae en el ridículo!), y tener siempre muy presente que el
que mucho habla SUENA A HUECO. Y es humanamente comprensible que eso silencios
molesten, se atribuyan a pusilanimidad, a menosprecio del interlocutor… Y sin
embargo es el triunfo sobre sí mismo (y negarle las armas al contrincante), Silencio elocuente, como el que la
liturgia atribuye a Jesús en la noche de Navidad…, porque pudiendo decir tanto,
se quedó en el balbuceo de un niño… ¡Y desde allí estaba ya comenzando toda su
obra de salvación!, tan elocuente como luego lo fue en el Calvario. CALLAR, saber
callar, es lo propio de sabios en lo humano; de santos, en lo sublime.
En mi juventud viví como se pedía permiso a un sacerdote para trabajar por extrema necesidad un festivo y eran reticentes a concederlo. Luego en mi vida he trabajado muchos festivos incluso mas horas que un día laborable, a nadie nos importa ya lo mas mínimo el tercer mandamiento, las tiendas están abiertas y vamos a comprar en festivo incluso cosas no urgentes, o si simplemente vamos a comer a un restaurante como celebración de algún evento familiar o liberarnos del trabajo en casa, somos participes de otros tengan que trabajar en festivo, las empresas aprovechan el festivo y en ocasiones dan un día libre a cambio, que no siempre se permite al trabajador el descanso de un día de la semana.
ResponderEliminarYo me pregunto, y este pregunta podría valer para repasar los diez mandamientos:
¿Hay mandamientos de primera y otros de segunda y tercera categoría.?-¿Que nos pasa con los mandamientos cuarto, septimo, octavo, decimo.?