3 sptbre.- El contraste
La
salida de Jesús tras su ida al pueblo que le vio crecer…, su salida dolorosa,
de despedida para siempre, con aquel mal sabor de lo mal que acabó aquella
ilusionada visita a sus paisanos, a su sinagoga, Jesús camina ahora hacia
Cafarnaúm, ciudad cercana de Nazaret. Por el camino pido Jesús pensar cómo una
sola palabra puede destruir todo un proyecto. Porque el que lanzó la pregunta
sobre Jesús [¿acaso no es éste el hijo
del carpintero?], había chafado toda una serie de posibilidades. ¡Con qué
poco se destruye un edificio y se le hace saltar por los aires! ¿La pregunta fue “inocente”…, simple pregunta
“sin intención”? ¿Fue una pregunta con “segundas” de quien tira la piedra y
esconde la mano, una vez dejada caer, ¡que cunda…!? El hecho es que fue poner el polvorín en
situación de explosión. ¡Y explotó! Por
eso Jesús ahora se va, y se va para no volver… [Sería irresponsable no pararse
ante este hecho: una palabra –dejada caer como quien no dice nada- que sin
embargo, destruye todo].
Caminaba
así Jesús entre pensamientos de muchas clases… Llegó a Cafarnaúm… El sábado
entró en la sinagoga (como era su costumbre y su práctica de buen judío). Y
también allí debió explicar el texto correspondiente al día. Es un hecho que la gente se encontró admirada
de su palabra.
Había
allí un hombre dominado por un mal espíritu. Sera corriente que el mal espíritu que se encuentra de frente
con Jesús, pretenda doblegar a Jesús a base de identificarlo y nombrarlo. Y así
ocurre. Por su propia reacción ese espíritu de mal se encara con Jesús: ¿Qué
quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Sé quien eres: el
Santo de Dios.
En
la cultura aquella podía quedar cierta impresión en las gentes de que el tal
espíritu ganaba la partida; había tomado la iniciativa y había nombrado a
Jesús, para poder poseerlo.
Y
Jesús se impone autoritativamente, intimando al espíritu malvado: Calla.
Y sal de ese hombre. Son décimas
de segundo las que aquella gente queda con la respiración cortada: ¿en qué va a
acabar aquel duelo? El “demonio” da esa
patada final del derrotado, tirando por los suelos al hombre en que se había
metido. No le pasó nada a ese hombre. Pero había sido la última del espíritu
malo en él. Porque el hombre se puso en pie. Su mismo semblante mostraba a uno
que casi no sabía ahora mismo dónde estaba, pero que se hallaba sereno y como
quien empieza a vivir.
Y
las gentes se admiran de Jesús. Se admiran de su Palabra, que llegan a
preguntarse de dónde le viene. Y
además es una palabra tan poderosa que domina a los malos espíritus. Y eso, saben ellos, que sólo puede venir de
una fuerza de Dios.
Concluye
el relato con algo que me deja que pensar: “Noticias
de Él iban llegando a todos los lugares de la comarca. Nazaret estaba a pocos kilómetros. No podía
menos que llegarles la noticia. También a María. Y María dio gloria a Dios. Era
una compensación en su ánimo dolido por lo ocurrido una semana antes en
Nazaret. ¿Y las gentes de allí? Les
llegó sin duda la noticia. No sé qué pensaron, pero tuvo que haber muchos
paisanos que quedaron interrogándose interiormente… Tuvo que haber más de uno
que se diera cuenta de la estupidez que ellos habían cometido. Alguien, quizás
más necesitado, lamentó los acontecimientos que ellos mismos provocaron, y que
privó a Nazaret de ventajas que sus habitantes hubieran recibido.
¿Y
el “bocazas” que había lanzado la pregunta que desencadenó la tormenta? Porque no es lo peor lo que había ocurrido
sino si puede volver a ocurrir una retirada de Jesús porque alguien habla más
de la cuenta, juzga, o deja caer la idea…
El resultado es el mismo, porque no es solo el valor de decir algo sino
la mecha encendida que ya no se puede apagar. Y los resultados estuvieron a la
vista. Igual que ahora –cuando llega la noticia desde Cafarnaúm-, la acogida
sencilla, la escucha sin prejuicios, la postura de aceptación de una Palabra de
Jesús…, ha provocado admiración creciente: de una parte, la Palabra en sí. De otra esa Palabra poderosa que llega a
dominar los malos espíritus.
Ésta
es la razón por la que tanto insisto en que debemos conocer, meditar y
profundizar en el Evangelio. Ahí está a presión la Palabra de Jesús, y su “gas”
poderoso y reconfortante, vendrá a poner al que ora con esa Palabra, ante un
espejo que va retratando a la persona, y le va pidiendo su implicación en ese
evangelio. A ver si nos van saliendo
fuera esos malos espíritus, que nos
maltratan y nos tiran por los suelos…, que nos poseen con el halago de
nombrarnos y meternos en la trampa de sus engaños…, que nos llevan a la fea costumbre
de no saber simplemente ver (se ve lo que ocurre ante nuestros ojos) sino a
hacer nuestro juicio interior, nuestro comentario hacia afuera…, que parece no
decir nada pero que lleva dentro el veneno oculto que puede acabar echando a
Jesús de nuestro ámbito de acogida generosa y eficaz.
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