TRAS LA VISITA
DE DIOS
Dice el relato –y pienso que es
una forma de transición o un modo de inducirnos al respeto y el silencio ante
el momento inmenso que acaba de producirse-:
Y la dejó el ángel.
María ha asentido en plenitud
absoluta de su ser. Y EL HIJO DE DIOS SE
HIZO HOMBRE en las entrañas de María.
Y María fue consciente de aquella infinitud que
acababa de realzarse en Ella. Y María no pudo ni moverse. Estaba ensimismada.
Bien podríamos decir que en éxtasis profundo.
Notaba que en ese instante no era ella…; que otra realidad muy superior
le embargaba. Que lo que había sucedido y a lo que Ella había dado su
asentimiento total, superaba toda ilusión y toda imaginación. Y que se sentía
misteriosamente paralizada, envuelta en un halo que le superaba. Así pasó un rato. No podía pensar más. No había
que pensar nada. Dios estaba en Ella, y no cabe nada más allá.
¿Joaquín y Ana eran ajenos a esta
“ausencia” prolongada de María? No podía pasar desapercibido, ni mucho menos
porque no era normal. María, alegre y
bullidora, que siempre trasmitía y contagiaba alegría, no era de las que se
aislaban tanto tiempo. Y el instinto de
una madre no se queda impertérrito ante una extraña situación tan novedosa. Le hizo señas a Joaquín. Le comunicó en voz
muy queda que algo extraño ocurría. Cuando
Zacarías, el sacerdote que ofrecía el incienso de la tarde se tardó en salir
del Santuario, el pueblo que esperaba su salida sospechó ya que hubiera podido
tener una visión. Y no era menor el
sentimiento de este momento que estaban viviendo Joaquín y Ana. Observaron cuanto pudieron. Pasó un tiempo
que casi podría alarmar, pero el sentir hondo de aquella familia ran religiosa
se contuvo ante algo tan inexplicable.
Cuando sintieron que María salía,
ellos marcharon de puntillas hacia su lugar normal familiar… Se situaron como
si nada ocurriera. Esperaron. No se podía
disimular su interés y casi ansiedad.
Vieron venir a María en ese doble movimiento de la hija que lleva los
ojos bajos, como quien vive ahora mismo más dentro de sí que fuera. Y al mismo
tiempo con aquel semblante de gozo que saltaba a sus ojos y a todo su porte. Joaquín y Ana disimulaban. María no pudo ya más
y se echó a sus pies sollozando. No
lloraba por pena ni por algo que le hiciera sufrir. Era un llanto apacible,
pacificador, gozoso. Y ellos respetaron aquella situación, sin inmutarse (por
fuera). Mientras la hija se desahogaba a
sus pies y Ana acariciaba maternalmente el pelo de María, los esposos cruzaban miras de admiración y complicidad. Realmente estaban ante un misterio que ellos
no podían ni sospechar, pero que indiscutiblemente había sucedido. Fueron instantes eternos para ellos.
María se fue sosegando. Levanto los
ojos hacia sus padres. Dicen de Estaban
que cuando –en su martirio- levantó los ojos hacia sus verdugos, su rostro les
pareció el de un ángel. Joaquín y Ana
estaban realmente ante los ojos angélicos de su María, todavía con lágrimas
pero rebosando alegría. Ellos callaban.
Y María, con el rubor de quien comunica un secreto sublime e inaudito
les dijo: He visto a Dios. Era como
una descarga de alta tensión en el corazón de aquel matrimonio. No que les
revelara una novedad impensada, pero sí era estremecedora. Ahora lloraron los dos. Y cogieron las manos
de su hija con inmensa veneración, y se sintieron sumidos en adoración al Dios
de Israel.
Pero quedaba lo más fuerte. María
–con sus mejillas enrojecidas, que estallaban, les dijo entre avergonzada y
radiante: Estoy encinta. Esto sí
que era un terremoto en toda regla. Ahora
sí que se había producido una bomba nuclear en el corazón de aquellos padres. ¿Qué estaba diciendo su hija? ¿Dónde había
estado su hija aquel rato largo de ausencia? ¿Qué había ocurrido? ¿Qué les estaba
diciendo? ¿En qué lenguaje les hablaba?
¿Estaba María en sus cabales? ¿Les
hablaba en serio? Los ojos de Ana y
Joaquín miraban a María sin entender y
abiertos como platos. María comprendía
la situación tan difícil para ellos? Y
se limitó a decir al pie de la letra las comunicaciones que Ella misma había
tenido: Cuando Dios ha venido a mí, me ha dicho: Bendita mía, agraciada en plenitud de Gracia
que te invade; ESTOY CONTIGO. El Espíritu
Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra y el hijo que vas a concebir y
darás a luz ES HIJO DE DIOS, y le llamarás JESÚS. Joaquín y Ana quedaron mudos. María no era una niña de fantasías ni de
cuentos de hadas. No era pretenciosa ni
inventora de relatos extraños. No era
una muchachita impresionable que se fuera tras una quimera. Por eso, cuando María acabó de contar lo ocurrido,
fueron ellos los que cayeron de rodillas. Dios
había visitado su casa. Ahora era
María la que se mantenía serena y trasmitiendo paz. Ella ayudó a levantarse del suelo a sus
padres, y los tres quedaron en un admirado silencio de adoración y admiración.
Estoy pensando qué estaba
ocurriendo en los fogones de la cocina, porque es para que esté todo quemado y
chamuscado, mientras había ido trascurriendo todo este largo espacio de tiempo
en el que aquella familia estaba en otra dimensión. Debió haber sucedido que un angelito del cielo
se bajó a mover el puchero mientras sucedían todas estas cosas.
Y María, alegría de la casa,
dijo ahora con todo su gracejo juvenil: “Ahora toca comer”… Y se fue a preparar ls cosas como si nada
hubiera pasado…, mientras sus padres no tenían ni fuerzas para moverse de su sitio.
Se cumplía aquello del libro sagrado: Hay tiempo de…, y tiempo de… Había sido antes el tiempo de lo
sobrenatural, misterioso, divino… Ahora era el tiempo de comer. “Cada cosa tiene
su tiempo”. Y con esa grácil alegría de
la persona llena de Dios, trasmitió a sus padres su intensa vida interior que
rezumaba felicidad.
El Señor nos anuncia en el Evangelio de la Misa de hoy que"desde los días de Juan hasta ahora,el Reino de los Cielos padece violencia,y quienes se esfuerzan lo conquistan".La iglesia padece violencia por parte de los poderes del mal,y padece violencia el alma de cada hombre,inclinada al mal como consecuencia del pecado original.
ResponderEliminarLa vida del cristiano no es compatible con el aburgesamiento,la comodidad y la tibieza.Quisieran sentir gustos y consuelos de Dios sin hacer más esfuerzo que tragar lo que El les echa en la boca,y gozar lo que les pone en el corazón sin mortificarse ellos en nada;pero esperan en vano.Porque mientras ellos no salgan a buscar a Dios,por mucho que le llamen,no lo encontrarán.
Esta lucha que nos sirve el Señor a lo largo de nuestra vida se manifiesta más cercano en este tiempo litúrgico donde nos preparamos para recibir al Niño Dios.Debemos esforzarnos en el modo de vivir la caridad,corrigiendo formas destempladas del carácter,esforzandonos por tener detalles de cordialidad,de buen humor y delicadeza con los demás.La mediocridad espiritual,el abandono y la dejaded en nuestros buenos propósitos no nos conducen a Dios, porque"dormir es morir".
¿Por qué inventar tanto sobre María? ¿Por qué imaginar tanta escena dulzona e improbable?
ResponderEliminarMaría fué una mujer excepcional, con una fe excepcional y una entrega excepcional. No se merece que deformemos su esencia y su imagen con escenas más propias de novela que de una meditación sentimentaloide.
eso que es envidia ,,,,
ResponderEliminarAdelante Padre nos hace mucho bien a mucho ,no ha los soblevios ni envidiosos
ResponderEliminarA MI "ANÓNIMO" OPOSITOR.
ResponderEliminarAunque no suelo dar respuesta a "anónimos", me merecen respeto todas las personas. Y me limito a una explicación para que mi "anónimo opositor" se sienta atendido en su comentario. (Y también quienes han dado otro tipo de respuesta).
Y le invito a acudir a la ESCUELA DE ORACIÓN de los terceros Viernes de mes, si ve oportuno ir ampliando el círculo de su saber.
Las formas de oración son muy variadas, desde en rezo, el no saber entrar más que en frases o palabras, la lectura meditada, la meditación "normal", la contemplación (que a su vez tiene múltiples maneras). Y todas pueden ser válidas, y serán según la capacidad o inspiración de la persona orante. La que estoy utilizando es tan antigua como que la explica y utiliza ya San Buenaventura, y constituye el meollo substancial de los verdaderos Ejercicios ignacianos.
Es evidente que estoy en estos momentos en un terreno sin más datos que la realidad más o menos imaginativa de lo que es la vida normal de una situación normal. Pero que cada uno tiene su derecho de orar de otra manera, con tal que realmente ore y no se suba a la parra (procedimiento fácil de quien ora sin comprometer nada). Pero eso es ya otro cantar, que quí no viene al caso.
Perdonen que intervenga, pero quisiera manifestar que cuando alguien se esconde detrás de un anónimo para atacar, aunque tuviera razones, estas quedan anuladas por la cobardía del anonimato. Y es un síntoma claro (para mi) de que el fin que se pretende puede no ser bueno.
ResponderEliminarY hay anónimos y anónimos, eso quede dicho también
ANA MARÍA10:07 p.m.
ResponderEliminarPadre, ¡Cuánto nos ayudan "sus Contemplaciones", para VER una posible realidad... que el Evangelio no nos detalla! No puedo aprobar la "crítica" de un tal "anonimo" que habla de "escena dulzona", ni de escenas "MÁS PROPIAS DE NOVELA" que de una "MEDITACIÓN SENTIMENTALOIDE"... Da pena y vergüenza que 'ese' personaje anónimo... sea tan burlón y negativo ante LA ORACIÓN de un SACERDOTE que nos da lo mejor de él mismo.
No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, pues sólo uno es vuestro Padre.
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