LOS “FLECOS”
PENDIENTES
¡Lo fácil -y hasta placentero que vivimos nosotros el
adviento, y lo que levaba consigo de dificultades, si ya lo tomamos así a la
inmediata, como lo que estamos viviendo junto a María, Joaquín y Ana!
Se esforzaron los tres por tener
una comida sin continuar el tema que les tenía el alma cogida, y también estaba
dando vueltas n la mente de ellos. Joaquín,
más, porque era el padre de familia y la papeleta que se había presentado no
era de poca monta. Y eso que él no quiso
ahora, en este rato de descanso familiar, sacar a flote una preocupación añadid
que se le había fijado en la mente… Quería
hablarla pero lo haría después, cuando todos pudieran estar en una sobremesa ,
que parece momento más relajado…
De pronto María como que dio un
respingo, como a quien se le viene a la mente algo importante que se había quedado
en el subconsciente, y que tiene importancia y puede comunicar como noticia
alegre y, aparentemente, que destensa y alegra: - Oye: se me ha venido a la mente una noticia que me ha dado Dios en esa
visitación que me ha hecho: nuestra pariente Isabel, lleva ya 6 meses embarazada.
Joaquín levantó la cabeza sorprendido, y
dijo espontáneamente: ¡Pero si Isabel es
ya mayor, estéril, bien entrada en años…! Luego hizo silencio, porque en verdad aquello
avalaba tanto misterio como el que su hija había vivido y les había contado, y
que –en sí mismo- era tan difícil de digerir. Pero para
Dios todo es posible, y no sería aquella la primera vez que se daba en la historia
de Israel un caso parecido. Joaquín había
salido por un instante de su pensamiento, que más vueltas le estaba dando… Lo que pasa es que María suscitó una pregunta
que ahondaba la preocupación: Pienso si yo debería irme con ella esta
temporada para poder echarle una mano, porque una persona mayor y con un
embarazo avanzado, puede sentirse muy pesada… Ana callaba. Sentimientos maternales, con esa
sensibilidad propia tan volcada al bien, le hacía sentir que era buena idea. Pero
dejó todo en Joaquín, sin interferir… Porque se veía a las claras que su marido
estaba muy preocupado. Joaquín declinó
la respuesta por este momento… Ahora hablaremos más sosegadamente después de
comer.
Acabaron, y Ana y María se levantaron,
quitaron la escudillas y demás utensilios, y ase fueron a lavar y dejar todo
limpio y ordenado.
Luego se vinieron adonde ya
estaba Joaquín… Y él le dijo a su hija: ¿Has
pensado en José? Porque en uno y en otro
tema tiene que saber la situación en que están las cosas? Y hasta debe dar su aprobación para un posible
viaje tuyo en estas circunstancias, porque él tiene ya sus derechos de esposo.
María se levantó y se fue a su
padre, le echó su brazo sobre el hombro con esa ternura inmensa que le
caracterizaba, y le dijo: - Sí, papá. Lo he pensado desde el primer momento. Lo que pasa es que a Dios yo no le podía
hacer esperar. Si Él venía a mí, yo tenía que responder… Y luego tendría yo que resolver con José… Pero sí que lo he pensado y me preocupa esta
situación. Pero si Dios ha venido, Él
seguirá viniendo…
Joaquín experimentó en aquel
brazo de su hija una ayuda, como si aquel brazo frágil tuviera más fuerza que él
mismo… Sabía Joaquín que cargaba sobre él
la responsabilidad de hablar a José, d afrontar aquel momento que sería tan
duro y difícil para el prometido de su hija.
Porque, al fin y al cabo, ellos habían estado casi de testigos directos
(como quien dice) de aquel misterio. Pero
ahora vendría José desde fuera, sin poder ni sospechar, y hay que decirle algo
que es humanamente inexplicable y casi inexpresable. Y que esto no se puede
resolver esperando que él se presente por casa y soltarle el embolado así como
sí… Habría que hacerle venir con algún pretexto que no altere su tranquilidad
antes de la cuente… Ana asistía callada. Ante ella se estaba planteando un conjunto de
problemas que, aunque ya lo había ella pensado, pero el pensar de una madre no
es de la cabeza sino del corazón. Y eso
varía mucho la visión de los hechos y de la misma realidad de los problemas. Veía ahora ella en la encrucijada difícil que
estaban su marido y su hija. Y en ese
instinto tan propio de mujer, levantó su voz tímidamente…: ¿Os parece que yo me eche la toquilla y me vaya a su casa y le deje el
recado para cuando vuelva de su trabajo? Puedo decirle que tú, Joaquín, quieres
consultarle unas cosas…. Había dado en
el clavo. Y serví de mucha ayuda esa intervención de Ana, que no dramatizaba de
antemano y que ya dejaba constancia de que lo necesitaban.
Se aceptó aquella propuesta, que
ayudaba a ese paso que se podía presentía como muy difícil. María se volvió a su sitio… O mejor aún: María se fue a su madre y la abrazó con
inmensa ternura, y también agradecimiento. No era sólo lo que ella había apuntado como
solución más a la inmediata. Era su
silencio anterior, tan prudente; era su plena acogida desde el primer instante… Y estampó María un beso de oro en aquella
mejilla de su madre…, un beso que valía por todo…
El que te sigue,Señor,tendrá la luz de la vida.Nuestra vida no tiene sentido si no es junto al Señor.Nuestros ,exitos,la felicidad humana que ñpodamos acaparar es"paja que arrebata el viento".En nuestra oración personal podemos decirle:"Quédate con nosotros,porque nos rodea las tinieblas en el alma y sólo Tú eres luz,sólo Tú puedes calmar esta ansia que nos consume.Porque entre todas las cosas hermosas y honestas no ignoramos cuál es la primera:poseerte siempre a Ti,Señor".
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