DIOS RESPONDE A MARÍA
Y Dios respondió, y respondió a
lo Dios. El Espíritu Santo vendrá sobre ti
y te cubrirá con su sombra; por eso quien nacerá de ti será Hijo de Dios.
A un hebreo le sonaba muy fácilmente la forma aquella de la Gloria de
Dios viniendo sobre la Tienda del Encuentro, en donde estaba el Arca Sagrada de
la Antigua Alianza, que queda cubierta de humo y hacía así patente que Dios
había bajado. El pueblo entero salía a las entradas de sus tiendas y se postraba
en tierra en adoración, y permanecía allí hasta que la nube aquella se
levantaba. Dios había llegado y ante Él toda
rodilla se dobla.
Puede no
sonar “devoto, pero añado un sentido muy “natural” que también sería posible en esa frase: “Cubrir” lo masculino a lo femenino, es
una expresión muy conocida en el plano de la fecundación. Y no sería tampoco arriesgado pensar ese
aspecto en que el Espíritu de Dios es quien cubre
y fecunda misteriosamente el seno de María.
Tampoco me desagrada esa interpretación, porque es muy expresiva de lo
que es el MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO.
María entendió inmediatamente.
Ella no tenía nada que hacer, lo que se llama “hacer”. Lo que se le estaba
poniendo delante era un Dios que espera. Si Eva rompió el proyecto de Dios por su
desobediencia en el mal uso de la libertad recibida como don y regalo, ahora
Dios seguía respetando la libertad de María.
Si se iba a verificar el nuevo proyecto, “el plan B”, tendría que ser
igualmente desde la plena libertad de y libre obediencia de esta nueva “Eva”. Dios,
siempre “humano”, había expuesto a María todo el plan completo, para que su respuesta
fuera mucho más allá que lo devoto… Que si aceptaba, fuera con pleno
conocimiento de causa. Ya lo hemos escrito antes toda esa amplia exposición que
le había hecho Dios. La verdad es que
estremecía. Que aquello era encontrarse de bruces con lo inaudito, lo sublime,
lo infinito… Si lo piensa uno, aquello abrumaba. Planteaba “problemas humanos” que
no eran nada despreciables. Hasta cualquiera de nosotros hubiera podido necesitar
tiempo… No era sólo el impulso al sí lo que pudiera dar la respuesta que
deseaba dar de momento. Estaba todo el
trema de una concepción que difícilmente podría ella explicar… Todo el difícil
tema de José, con quien estaba ya comprometida y que podría tener algo que
decir con pleno derecho de esposo. Pero en María se había producido ya una
decisión sin titubeo: a Dios no se le puede dar otra respuesta que un decidido Sí. Que el resto ya lo afrontaría. No era una inconsciente. No era un impulso de
“niña”. Era la profunda convicción de que a Dios sólo se le puede dar la
respuesta del alma rendida, obediente…, que –hasta yendo más alá del “sí”- se
convirtiera en una plenitud absoluta de don. Y María escoge la fórmula mejor: Yo
soy tu esclava; a las esclavas no se les pregunta. Sencillamente el
dueño decide. Pues así: HÁGASE
EN MÍ TAL COMO HAS DICHO
El texto del profeta Isaías,así como el salmo nos invitan a c0mtemplar la grandeza de Dios,frente a esta debilidad nuestra que conocemos por la experiencia de repetidas caidas
ResponderEliminarEl Mesías trae a la humanidad un yugo y una carga,pero ese yugo es llevadero porque es liberador y la carga no es pesada,porque El lleva la parte más dura.
APRENDED DE MI QUE SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÖN.Imitar a Jesús en su mansedumbre,es la medida para nuestros enfados,impaciencias,y faltas de cordialidad y de comprensión.El espiritu sereno y acogedor nacerá en nosotros en la medida en que tengamos más presencia de Dios.La tranquilidad de nuestro corazón depende de nosotros mismos.El evitar los efectos ridículos de la ira debe estar en nosotros y no supeditarlo a la manera de ser de lo demás.El poder superar nuestro mal carácter no ha de depender de la perfección ajena,sino de nuestra virtud.
Lo que comentas es bonito, pero es que además es verdad.
ResponderEliminarPermíteme que aporte un matiz; creo que es importante, desear la virtud, y ser consciente de la obligación que tiene el cristiano de buscarla en todo momento.
La imperfección ajena ayuda a la virtud nuestra cuando hay un VERDADERO deseo de perfección y de progreso espiritual. Algo que nace en el Alma, porque lo pone Dios, y que como María se acoge con un si al Padre bueno que quiere que sus hijos tengan lo mejor.
En nuestra respuesta estará la clave.