LA CIENCIA HINCHA
Pablo
llegó a Atenas. Se encontró en el Centro de la cultura griega. Y trató de
ganarse a los eruditos atenieses utilizando ciencia y erudición, con el fin de
aterrizar luego –como por su paso- en la verdad suprema de la fe. Y su fracaso
fue total. Unos se mofaron de él cuando
habló de resurrección de los muertos,
y otros, más políticamente, le dijeron que de
eso ya le oirían en otra ocasión.
Pablo aprendió que Dios se escogió a los necios del mundo, a los que el
mundo desprecia, pero que viven la ciencia de Dios. Y desde entonces no quiso
saber otra osa que a Jesucristo crucificado.
El
Evangelio nos conduce a la fuente de la Verdad:
a Jesucristo, y al Espíritu Santo que Él enviará cuando llegue al Cielo
tras su Resurrección. Y eso no será “ciencia”
de sabios sino verdad de CREYENTES. Es
Espíritu irá tomando el mismo mensaje de Cristo y lo irá llevando a cada alma,
en cada momento, en cada capacidad, en cada situación…, hasta ir revelando en
el corazón de los que creen, una VERDAD más completa. No será la verdad que de pronto invade como
un relámpago deslumbrador. Será la
Verdad que se va digiriendo, la que se va acomodando a situaciones y tiempos,
la que no se impone desde fuera ni desde razones o ciencias humanas, la que no
llega igual ni en el mimo tiempo a todos y cada uno.
No
será la “verdad” de “iluminados”, la verdad parcial que cree estar recibiendo
directamente de Dios lo que Dios no ha manifestado ni suele hacer sin
discernimientos maduros y humildes.
UNA FLOR QUE NO SE MARCHITA
Madre:
la flor que yo quiero traerte hoy es la flor de LA VERDAD; vamos: te diré en
confianza: ese mínimo pétalo de verdad de que soy capaz. Ese mínimo pétalo, frágil y que puede
marchitarse en menos de un día, si no está especialmente cultivado por ti, desde
esa humildad tuya que, ante tantas cosas difíciles de captar en un golpe de
vista o un sentimiento, necesitan guardarse en el corazón y rumiar
lentamente. Quiero vivir en el convencimiento de que “mi verdad” es un viento
que pasa si no sé conjugarla con la verdad del otro, y del otro, y del otro.
Quiero ser amante de la VERDAD, que es tan única e infinita, que yo no llego ni
a ser reflejo de ella, sino cuando está contrastada, y muy contrastada. Y hasta
que no pasa un tiempo prudencial, no puedo afirmar que estoy en el camino de la
verdad. Que sepa esperar, Madre mía.
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