Ezequiel (36, 16) se encuentra ante el
dolor de un pueblo infiel, “adúltero” (porque se ha ido ante ídolos, siendo
desleal con su Dios. Piensa Ezequiel que eso le ha costado al pueblo el
destierro, y que ahora lo sufre por haber abandonado a su Dios, y hasta describe
a Dios con los propios sentimientos del profeta: un Dios encolerizado que toma
venganza.
Y la “venganza”
de ese Dios de Israel –que es fiel, siempre fiel- es mostrarse Santo,
misericordioso. Está “dolorido” porque
su Pueblo ha profanado el nombre de Dios, escandalizando a los mismos pueblos
gentiles y paganos. ¡Pues van a conocer
MI VENGANZA!
Y
será ésta: “os recogeré de vuestro
destierro, os reuniré de nuevo, os volveré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará de vuestras inmundicias e idolatrías, y os daré un corazón nuevo, y un ESPÍRITU
NUEVO, arrancándoos el corazón endurecido, y os daré un corazón de carne”. O sea: frente a la dureza de corazón, frente
a la desobediencia de mis mandamientos, que significaron mi Alianza de amor, en
un determinado gran momento de vuestra historia, ahora os voy a cambiar el
chip. Ya no vais a tener mandatos que os
obliguen por ley. “OS INFUNDIRÉ MI ESPÍRITU”. Habría que decir que el amor de Dios
revienta ya aquí, y opta por anunciar un mundo nuevo, una realidad nueva… Y esa realidad es un “trasplante de corazón”
de tal calibre, que aquel corazón necrosado del mandato que se pone desde
fuera, v a ser cambiado por un Corazón compatible donde sus latidos vayan al
unísono con el Corazón de Dios. Será “MI
ESPÍRITU”…, os “traspasaré” una fuerza de mi Espíritu. [Aunque en el Antiguo
Testamento aún no tenga un nombre concreto, pero es evidente que el ESPÍRITU DE
DIOS es el Espíritu Santo, el que un
día será perfectamente manifestado. “Y
habitaréis en la tierra que di a vuestros padres”. Y en el delirio del amor del nuevo Espíritu,
Dios expresa un auténtico pacto nupcial…, unas “alianzas de boda” que lo dicen
todo: “Vosotros seréis mi Pueblo, y yo
seré vuestro Dios” Se ha
culminado “la venganza” de Dios
LITURGIA DEL
DÍA
Aparece
un personaje, Apolo, hombre elocuente, buen comunicador y buen conocedor de la Escritura
santa, y para más detalle, entusiasta, que cuenta con ilusión y acierto la vida
de Jesús. Pero no tiene más bautismo que
el de Juan. Por tanto, no es
cristiano. Eso podría provocar los
recelos de Pablo y sus compañeros. Podrían pensar: no tiene derecho a hablar
porque no tiene el bautismo…, o como “el hijo del trueno”, Juan, dijo a Jesús
en un caso semejante: “No es de los
nuestros y le hemos impedido echar demonios en tu nombre”. Ni Pablo ni los compañeros se rasgan las
vestiduras. Ven que es hombre muy capacitado. En consecuencia, le ayudan. Lo toman a su cargo, le instruyen en lo que ya
es esa otra hondura del misterio divino…, de la vida sacramental… Apolo recibe
el Bautismo y se constituye un celoso defensor de la causa de Cristo,
rebatiendo a los judíos, y defendiendo que JESÚS ES EL MESÍAS.
No
se me despista que aquí podemos aprender más de uno.
En
Evangelio, que ya anuncia al Espíritu Santo como eje del vivir y sentir cristiano,
yo lo dejaría yo en su última sentencia, que engarza perfectamente con la
fiesta de mañana. Dice Jesús: “Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y me voy al Padre”. Ha culminado Jesús la finalidad de su viaje espacial. Su lugar es el seno de Dios. De allí
salió. Ha venido al mundo porque esta
pobre nace humana estaba falta de combustible y tenía tantas a averías que podría
quedar perdida, sin rumbo, en este espacio amorfo del universo. Ha corrido bien su carrera, ha reparado las
fugas, ha puesto de nuevo al mundo en la órbita que le dé sentido y vida…, todo lo ha cumplido (como él mismo dijo
en su respiro final en la cruz), y ahora ya vuelve a la “base espacial”: Sube al Padre. La maravilla es que no subirá solo. Si Él, la Cabeza, sube, el Cuerpo tendrá que
subir necesariamente a continuación. Él
hace la descubierta. Los demás
seguiremos después.
FLOR A MARÍA
Hoy
va a ser morada…, de lirio. Sabiendo que
si Dios viste a los lirios con toda sui
hermosura, y eso que hoy son y mañana desaparecen, ¡cuánto más a nosotros!,
hijos suyos que nos agarramos a su fidelidad y a ti, Madre del alma, que acoges
en tu pecho y arrullas con todo el cariño.
Los hijos descansan ahí, y se le curan todos sus llantos.
EN ESTE DÍA DE LA ASCENSIÓN, JESÚS, ME QUEDO MRANDO AL CIELO, VIÉNDOTE SUBIR AL PADRE...y TE PIDO: "LLÉVAME EN TU COMPAÑÍA, DONDE TÚ VAYAS, JESÚS, PORQUE BIEN SÉ QUE ERES TÚ LA VIDA DEL ALMA MÍA: SI TÚ VIDA NO ME DAS, YO SÉ QUE VIVIR NO PUEDO, NI SI YO SIN TI ME QUEDO, NI SI TÚ SIN MÍ TE VAS"...(DE UNA ORACIÓN).
ResponderEliminar¡Bien reaparecida, Ana María! Aunque sea una oración, bienvenida sea la oración, porque detrás vuelve a estar su nombre en activo en este blog de todos.
ResponderEliminarCunda el ejemplo y seamos capaces de pronunciar palabras de elogio y acogida que haga a cada uno sentirse como en su casa en este Blog de familia cristiana, que es el blog del APOATOLADO DE LA ORACIÓN.
Apoyo 100% las palabras del P. Manuel Cantero. Te saludo. la Paz sea contigo.
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