San Lucas (1, 5-17) habla por primera vez del ESPÍRITU SANTO al anunciar el ángel a Zacarías que el hijo
de la vejez –cuando Dios así lo decide y cuando aquellos esposos ya mayores ni
lo esperaban-: Será grande, estará lleno
del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre…
(1, 26-35).
Relato impresionante. Realización del anuncio profético de Isaías 11,1-2: El Espíritu de Dios se posará sobre un vástago del tronco de Jesé…
En Lucas, el ESPÍRITU SANTO vendrá sobre
ti, y te cubrirá con su sombra; por eso
el hijo que nacerá de ti será llamado HIJO DE DIOS. Estamos ante el misterio sublime de la
encarnación de Dios como hombre pleno en la tierra nuestra. Atribuyéndose siempre al Espíritu Santo las
obras del amor de Dios, la Encarnación es el más grande misterio del amor de
Dios, que se implica en la humanidad, precisamente cuando esa humanidad ha
vuelto sus espaldas a Dios.
Seguirán nuevas referencias
directas a ese Espíritu Santo, cuando María visita a Isabel, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos saltó
de alegría la criatura en mi seno. E
Isabel quedó llena del Espíritu Santo.
Y tendrá Lucas una
repetitiva referencia al Espíritu Santo, conduciendo a Jesús en toda su etapa
primera: Simeón movido por el Espíritu
Santo; conduciendo a Jesús al desierto; en la vuelta de Jesús a Galilea por la fuerza del Espíritu, o
presentándose Jesús en Nazaret, ya en su tiempo de vida pública, y aplicándose
a sí la profecía: El Espíritu de Dios
sobre Mí, me ha enviado para predicar la buena noticia a los pobres, dar vista
a los ciegos, hacer andar a los cojos…, y predicar la amnistía total. [el año de Gracia del Señor].
La riqueza de estos textos,
que ya son el marco en que se desenvuelve todo el Evangelio, quedará muy
explicitada en otros que iremos viendo, y que tendrá una eclosión especial en
el discurso de la Santa Cena de Jesús, y en los Hechos de los Apóstoles.
Marca la esencial importancia
de ese ESPÍRITU SANTO, que no sólo aparece como hecho sobrenatural de una época
o sobre unas privilegiadas personas, sino que viene a hacerse acompañante
permanente de cada ser humano que vive la bondad de Dios. Por supuesto, en el
que renace
del agua y del Espíritu Santo, que –así es incorporado a la vida del
Reino de Dios-, sino que ese mismo Espíritu inspira toda obra buena a toda
persona, sea de la nación que sea, creyente o no creyente, porque nadie puede
ni siquiera decir: Jesús es el Señor, si
no es por la fuerza del Espíritu Santo.
Cuanto de bueno piense o haga alguien, por ajeno que sea –y aunque “ni siquiera haya oído hablar del Espíritu
Santo”-, piensa y actúa bajo la fuerza de ese Espíritu, autor y dador de la
posibilidad de hacer el bien.
LITURGIA DEL DÍA
Llama la atención el paralelismo
que se da hoy entra la primera lectura y el Evangelio. Jesús se despide de los suyos; su “glorificación”
lleva doble dirección…, o una dirección sucesiva, desde su muerte que es el
remate de su servicio en la tierra, y esa gloria que le espera por haber realizado
íntegramente el proyecto de Dios. Lo
mismo encontramos en Pablo, en esa despedida suya de los presbíteros de
Éfeso. Sabe que le aguardan cárceles y
luchas. Se lo manifiesta el Espíritu Santo, que lo conduce y acompaña. Ha hecho
cuanto le tocaba hacer, y ahora ya no se siente responsable de lo que pueda
suceder en aquella Comunidad. Son
aquellos presbíteros los que tendrán que continuar la obra desde la
responsabilidad que les queda por delante.
A Pablo le queda ya solamente completar su carrera y cumplir el encargo
que le dio el Señor Jesús: ser testigo
del Evangelio por la GRACIA de Dios.
Gracias quees precisamente la acción del Espíritu Santo.
Jesucristo también ha sido
fiel a ese Espíritu: Ha manifestado al mundo el Nombre de Dios. A ese mundo capaz de acoger la Palabra y la
Verdad. Porque luego hay otro “mundo” –por
el que ni ruega- porque queda irredento al ser una actitud hostil al Evangelio
y fundamentada en la mentira. Ahí Jesús
no tiene nada que hacer. Es precisamente lo que Él definió como blasfemia
contra el Espíritu Santo, que no se puede perdonar. El Espíritu Santo es ESPÍRITU DE LA
VERDAD. Ese “mundo” es el espíritu de la
mentira, de las medias verdades, los engaños, el dejarse el pellejo por querer
salvar lo insalvable, el que cambia los nombres a las cosas para disimular la
malicia que hay debajo.
Por mucho que se quiera, ahí
no puede haber perdón porque no hay reconocimiento del error. Y si no hay reconocimiento, no hay
posibilidad de cambio. Y si no hay
cambio, ya no hay proyecto de novedad renovadora.
FLOR DEL DÍA
“La verdad os hará libres”. La
verdad necesita silencios, porque necesita discernir, separar el trigo de la
paja. Porque necesita MUNDO
INTERIOR. En él, habita el Espíritu de Dios.
¿Cómo puedo hacer para que el Espiritu Santo atue en mi , para no estar cerrada a la gracia ?
ResponderEliminarProcura conservar el corazón en paz; no te desasosiegue ningún suceso del mundo,mira que todo se ha de acabar.
ResponderEliminarNo apacientes el espíritu en otra cosa que en Dios.Desecha las advertencias de las cosas y trae paz y recogimiento en el corazón.Si quieres que en tu espíritu nazca la devoción y crezca el amor de Dios y apetito de las cosas divinas,limpia el alma de todo apetito y asentimiento y pretensión,de manera que no se te dé nada de nada.
Entra en cuenta con tu razón para hacer lo que ella te dice en el camino de Dios ,y te valdrá más para con tu Dios que todas las obras que sin esta advertencia haces y que todos los sabores espirituales que pretendes .San Juan de la Cruz .
Parece imposible lo que pide ,me resulta tan oscuro este lenguaje .
Yo pienso que llevas razón. Por eso "el otro lenguaje" de Jesús en el Evangelio se va haciendo más claro cuanto más se mete uno en él.
EliminarHay dos planos en el proceso de la vida spiritual: el ASCÉTICO y el MÍSTICO. (No me meto ahora en otras complicaciones). El ascético va utilizando lo más usual, lo más diario, los elementos y capacidades humanas, aunque siempre regadas por el agua del Espíritu Santo. Santa Teresa expresará los trabajos de un labrador en el riego de su campo..., desde el que tiene el agua más baja que su terreno y ha de estar echando un cubo sobre otro para que corra el agua por su sembrado y lo riegue. Eso es labor humana, aunque en el agua está ya la misma vida del Espíritu de Dios. Y luego será el que tiene su campo a la alturav de la acequia, y ya sólo le toca que conducir el agua, sin el esfuerzo del cubo a cubo.
En la mística, el labrador se sienta en la puerta de su casa y ve llover. El agua le cae del Cielo y él no tiene más que gozar de esa lluvia benéfica, puro regalo, y sin trabajo propio.
Cuando te metes en una altura como la de San Juan de la Cruz, es fácil que te pierdas. Yo también. Es otro lenguaje, otras imágenes, OTRAS REALIDADES.
De ahí que yo no haga nunca alusiones a estos estados o escritos sublimes, aunque sean maravillosos y lleven a regiones recónditas. Pero que requieren mucha "iniciación" en una disciplina que, en realidad, no podemos manejar los humanos, y Dios da cuando quiere y a quien quiere. Ni es siquiera "un paso más" en la línea ascética. Es una posesión directa de Dios. No se enseña. Sencillamente se goza cuando Dios lo da.