VIGILIA DE PENTECOSTÉS
Cuando hoy lleguemos a tocar
con la mano la gran fiesta del Espíritu Santo en la “vigilia de la Fiesta” [“vigilia”. en liturgia, es “vela a la
espera del acontecimiento”; vigilancia del alma ante la maravilla que va a
llegar, y que esperamos con inquiera ilusión].
Hoy se celebrarán muchas VIGILIAS en la Ciudad, aunque luego vayan
revestidas de matices diferentes. Lo que
a nosotros nos interesa es lo que toca a la espera de ese momento solemne del
día grande, de la VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
Una presentación primera es
el hecho del no-espíritu,
simbolizado en el relato de Babel. Se
presupone allí que todo el género humano se congrega con una intención soberbia
de meterse por la fuerza en los dominios de Dios, ya que se les ha cerrado el
paso al Paraíso. Y se describe como construir una torre que llegue hasta el
Cielo. No hay Espíritu, negada su
acción por la soberbia del hombre, y el resultado es la imposibilidad de
entenderse… De pronto las lenguas se confundieron, y tuvieron que dispersarse. En la soberbia, el orgullo, el
engreimiento…, NO ESTÁ EL ESPÍRITU DE DIOS.
Luego se presenta una
continuación del Paso del Mar Rojo, la gran maravilla de liberación que realizó
la Providencia de Dios. El pueblo de Dios, los hijos de Dios, pobres de Yawhé,
se liberan; la soberbia del Faraón y de su poderes humanos queda sumergida en
las aguas. Y Dios quiere que Moisés lo
haga constar ante el pueblo, como obra personal de ese Dios Providente y
misericordioso. Allí sí hay Espíritu y
Dios se hace presente a su Pueblo entre prodigios del Señor.
Ezequiel lo plasmará en esa
convicción del Espíritu que llega a la tierra para dar vida. Y tienen la visión del valle de huesos
humanos. Dios le invita a invocar al
Espíritu y los huesos se van cubriendo de carne, tendones… Sigue Dios
insistiendo que invoque al Espíritu: “de
los cuatro vientos ven, Espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan”). Y aquellos cadáveres se ponen en pie. Era una
multitud innumerable. La palabra que
queda como síntesis ahí es: “Os infundiré
mi Espíritu y viviréis”.
“Derramaré mi Espíritu sobre todo humano y vivirá”, dice ahora Joel, el
profeta. Y eso producirá alegría,
júbulo, gozo sentido entre jóvenes y viejos.
San Pablo expresa la misma
idea pero desde el otro ángulo del grito que brota de la humanidad. Poseemos
las primicias del Espíritu, y gemimos en nuestro interior aguardando la hora en
que nos manifestamos como hijos de Dios…, la redención nuestra. El mismo Espíritu clama dentro de nosotros con gemidos inefables. No son gemidos de dolor sino de ansias
profundas de que nos abramos a Él.
Y desembocara en el grito
mismo de Jesús: El que tenga sed, que venga a mí;
que beba quien cree en Mí.
Y eso lo decía refiriéndose al Espíritu que recibirán los que creen en
Él. Todavía no había llegado, porque aún
Él no había resucitado de entre los muertos.
Estamos a las puertas…
Esperamos EN VIGILIA. Gritamos desde el
fondo del alma: Ven, Espíritu Santo; llena los
corazones de tus fieles…; repuebla la tierra. Y “repoblar” es volver a dar vida a lo que
había quedado resecado. (Ya lo explicamos en otros lugar, con el Salmo 103).
LITURGIA DEL DÍA
Pablo en Roma, en “prisión
domiciliaria”, con libertad de movimientos, cita a los judíos de Roma para
expresarles que ha tenido que apelar al César por la falta de equilibrio y
justicia de los que le perseguían en Jerusalén.
Pero él no va a denunciara su pueblo. Sólo busca imparcialidad en la
sentencia, porque él no ha hecho nada para estar prisionero.
En sublime evangelio de hoy
es como la síntesis de una vida. Concretada en la de Pedro, ha sido nuevamente
llamado por Jesús: Sígueme. ¿Cómo al cabo de tres años…? Porque ahora ya sabe el camino completo. Ya no hay aventura. Sabe –se lo acaba de
anunciar Jesús- que va a morir en cruz…, la que él tanto abominó que pudiera
ocurrirle a Jesús. No rechista. Acepta.
Pero una salvedad sí
advierte: “Y éste, qué” Pedro había
vivido siempre unido, arropado, ayudado, apoyado en aquel otro discípulo.
Y Jesús lo sume en el misterio, y sin explicaciones: Si Yo quiero que éste se queda hasta que yo
vuelva, ¿a ti, qué? Ha llegado ese
punto supremo en el que el seguimiento de Jesús es muy personal y sin
apoyaturas. Sólo Él.
Y no hay oposición…
Sencillamente ha entrado en una nueva aventura, pero conociendo perfectamente
los términos de ese seguir a Jesucristo.
CON FLORES A MARÍA
Y la verdad es que te tengo
sin decirte mi flor e estos últimos días.
Pero te las resumo, Madre.
El 23,
la flor de mi servicio, aquel que un día muy lejano sentí que era la elección
que Dios hacía. Y yo te nombré REINA Y SEÑORA DE MI ALTAR… Con todo un pesado día a cuestas, volví a
“mi uniforme de faena” para servir a unos hermanos ansiosos de tener presente a
tu Hijo… Tú estuviste allí…, en ese
Altar. Allí viste mi flor.
El 24
fue otra flor muy tuya, por ser una fiesta que me tocaba muy de cerca: LA VIRGEN DE LA ESTRADA (o del Camino),
tan importante en la vida de Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros.
El 25,
esa flor morada que suena a dolor, cuando encontré el vacío de los que más
deberían acompañarme… Pero Tú si estabas
ahí, y contigo pronuncié gozoso el FIAT. Y lo viviste como Reina de la alegría.
Hoy 26,
una flor amplia de labor de todo el día, que se prolongará un comienzo de la
noche, en LA VIGILIA DE PENTECOSTÉS (no sólo como tal “vigilia”), sino en nuevo
servicio a los hermanos… Y constatando que Tú, junto al Espíritu Santo,
volvisteis a engendrar. Y ahí está esa Iglesia Santa a la que me debo y por la
que soy lo que soy.
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