“Detalles” del libro de los EJERCICIOS
Suelen ser poco conocidas algunas de las “Reglas” que
contiene el Libro de los Ejercicios, y yo pretendo –en esta exposición que he
llevado a cabo y que está a punto de acabar- que al menos sean conocidos los
enunciados de esas “Reglas”.
REGLAS PARA
DISTRIBUIR LIMOSNAS
7 reglas. Cuando se distribuye a familiares o personas
afectas: que sea puramente por Dios y del amor que desciende de arriba.
Si tuviera que orientar a alguien para quien deseo lo
mejor, ¿qué le aconsejaría? Hacerlo yo así. Lo mismo me vale si pienso que yo
estuviera in artículo mortis o en el
día del juicio: ¿qué querría haber hecho? –Hacerlo así.
Pensar si acaso cabe una distribución de bienes, entre
quiénes y en qué proporción (contando con la parte que uno necesita).
REGLAS PARA LOS
ESCRÚPULOS
6 notas: “Escrúpulo”: pensar que es pecado lo que no lo es,
no es escrúpulo sino error. Sencillamente, preguntar, instruirse, y no hacer
más problema.
“He pecado o no he pecado”; creo que no he pecado pero
siento turbación en cuanto dudo y en cuanto no dudo. Es el escrúpulo
propiamente dicho. Inicialmente puede
tener un aspecto positivo de afinar la conciencia. Pero en cuanto se detecta
que es turbador, hay que dejarlo. Lo esencial es la obediencia a un acompañante
espiritual.
A un alma “fina” la acción del mal espíritu es angustiarla
con más “finura”. A una conciencia laxa, quitarle importancia a todo.
REGLAS PARA SENTIR
CON LA IGLESIA
18 reglas. Y la primera abarca el sentido de todo: “Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo
preparado y pronto para obedecer en todo a la verdadera esposa de Cristo
nuestro señor, que es nuestra santa madre Iglesia jerárquica. En realidad
esta es “regla de oro”, y que desgraciadamente está un poco lejos de muchos
católicos actuales, aun practicantes.
La gran parte de las reglas están formuladas con la
palabra: “alabar”. Alabar la confesión sacramental, recibir la Eucaristía…, con
frecuencia. Alabar oír Misa frecuente. Alabar la vida Religiosa con sus votos
de obediencia, pobreza y castidad, y otros votos de perfección que pueden hacer
los particulares. Alabar reliquias de santos, peregrinaciones, indulgencias,
velas encendidas, ayunos y abstinencias y tiempos fuertes: cuaresma… Alabar los
preceptos de la Iglesia, buscando razones en su defensa y no para impugnarlos.
Es de advertir –añado por mi cuenta- que se trata sobre
todo de una actitud que antes se apega a las costumbres de la Iglesia que a
ponerlas en tela de juicio.
Alabar documentos de la Iglesia y también costumbres de nuestros
mayores que –aun siendo hoy menos válidas- al menos se ha de evitar la crítica,
que más provoca escándalo en el pueblo sencillo.
Alabar la doctrina de la Iglesia que proviene de Maestros
que definen y concretan la verdadera inteligencia de las fuentes de nuestra
Religión.
Para acertar en todo,
creer que lo blanco es negro si así me lo dice la santa madre Iglesia
jerárquica.
No meterse en temas discutidos de predestinación, gracia…
Evitar la fogosidad con la que muchos pretenden defender la doctrina de la
Iglesia, sin aclarar de antemano los temas, pues primero es la caridad.
Hay que defender el AMOR a Dios para servirlo; pero no
excluir que el TEMOR puede ser tabla de salvación. Y no sólo el “temor filial”
sino incluso el “temor servil” cuando no se alcanza otra cosa. De ahí, una vez
abandonado el pecado, se puede pasar al “temor filial” y al AMOR.
Liturgia
ResponderEliminarMoisés quiere mostrar al pueblo que no hay otro Dios como el Dios de Israel (Deut 4, 32-40), y le va poniendo detalles llamativos que Dios ha tenido con ellos: les ha hablado y ellos lo han escuchado; se les ha manifestado de diversas formas, ha hecho con ellos y a favor de ellos prodigios maravillosos, y los ha escogido como “su pueblo”. ¿Qué dios ha hecho algo igual con los pueblos que adoran a esos dioses?
Todo ello debe concluir en una correspondencia del pueblo hacia su Dios, acogiendo sus preceptos, mandatos y decretos para así ser felices y prolongar el sentido de su vida.
Mt 16, 24-28 es de esos textos muy conocidos y –desgraciadamente- tomados como un monumento arqueológico que sirve para “predicar” o escribirlo en una estampa. Porque a la hora de la verdad todos estamos dispuestos a encantarnos con un milagro de Jesús, pero poco dispuestos a tomarnos en serio lo que Jesús enseña aquí como condición para ir con Él: “Quien quiera venir detrás de mí, NIÉGUESE A SÍ MISMO”. Ahora hagamos examen y preguntémonos hasta dónde estamos incorporando a nuestra vida esta llamada de Jesús. Hasta dónde tomamos conciencia de que el YO, el amor propio, son los enemigos número uno de Dios y de Jesús, y de los semejantes que viven junto a nosotros. Y que o lo controlamos y negamos o nos alejan o ponen distancia entre nosotros y Jesús.
“Tomar la cruz” es la siguiente condición. La cruz la llevamos encima queramos o no. La diferencia es arrastrarla a regañadientes y en protestas y quejas…, o “cargarla” como modo de ir junto al Cristo de la cruz. Lo normal es intentar quitárnosla de encima, tirarla a la cuneta. El Reino pide cargarla sobre los hombros.
Porque –y he aquí otra máxima, tan conocida como dejada a un lado- “de qué le sirve a uno ganar todo el mundo si arruina su vida?”. No lo pensamos en serio. Muchos no lo piensan ni en broma: “ande yo caliente y ríase la gente” es el refrán contrario, y el más seguido.
Pues bien: ¡pierde o arruina tu vida!, ¿qué darás por recuperarla el día que caigas en la cuenta? Si es que llegas a desear recuperarla… Porque lo malo –experiencia al canto- es que una vez arruinada la vida, ya no hay ni intención de recuperarla. Se ha perdido el tren.
Seguir a Jesús supone perder nuestro tiempo, nuestra tranquilidad, nuestro dinero, nuestro bienestar, nuestra salud, cargar con nuestras cruces y vivir muy pendientes de nosotros mismos para que nuestros egoísmos y nuestros afanes no nos esclavicen y no nos obliguen a tomar otros caminos. En cambio, el deseo de tenerlo todo: éxito, prestigio, poder...puede parecernos muy gratificante y mucho más apetecible..Pudiéramos"asegurarnos "el futuro a cambio de tener que vivir con el corazón vacío y con una sed insaciable...Jesús nos avisa con sus sabias palabras; nosotros podemos elegir el camino.
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