"¿Quién es Jesús
para mí?"
Texto completo. Francisco pidió este domingo que la Virgen
María nos ayude a “ir” siempre a Jesús, para experimentar la libertad que
Él nos ofrece
Ciudad
del Vaticano, (ZENIT.org)
Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la
ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le
atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo,
que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Concluye hoy la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan,
con el discurso sobre el Pan de la vida, pronunciado por Jesús, al día
siguiente del milagro de la multiplicación de los panes y peces.
Al final de este discurso, el gran entusiasmo del día anterior se
apagó, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daba su
carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo así claramente al
sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente,
que las juzgó indignas del Mesías, no ‘ganadoras’.
Así, algunos miraban a Jesús como a un mesías que debía hablar y
actuar de modo que su misión tuviera éxito, ¡enseguida!
¡Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo de
entender la misión del Mesías!
Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje, lenguaje
inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy cuenta su malestar: “¡Es duro este
lenguaje! --decían-- ¿Quién puede escucharlo?”.
En realidad, ellos entendieron bien las palabras de Jesús. Tan
bien que no quieren escucharlo, porque es un discurso que pone en crisis su mentalidad.
Siempre las palabras de Jesús nos ponen en crisis; en crisis, por ejemplo, ante
el espíritu del mundo, a la mundanidad. Pero Jesús ofrece la clave para superar
la dificultad; una clave hecha con tres elementos. Primero, su origen divino:
Él ha bajado del cielo y subirá allí donde estaba antes.
Segundo, sus palabras se pueden comprender solo a través de la
acción del Espíritu Santo, Aquel que “da la vida”. Y es precisamente el
Espíritu Santo el que nos hace comprender bien a Jesús.
Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es
la falta de fe: “hay entre ustedes algunos que no creen”, dice Jesús. En
efecto, desde ese momento, dice el Evangelio, “muchos de sus discípulos se
alejaron de él y dejaron de acompañarlo”. Ante estas defecciones, Jesús no hace
descuentos y no atenúa sus palabras, aún más obliga a realizar una opción
precisa: o estar con Él o separarse de Él, y dice a los Doce: “¿También ustedes
quieren irse?”.
En ese momento, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros
Apóstoles: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna”. No
dice: “¿dónde iremos?”, sino “¿a quién iremos?”. El problema de fondo no es ir
y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De esa pregunta de Pedro,
nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es cuestión de fidelidad a una
persona, con la cual nos unimos para caminar juntos por el mismo camino. Y esta
persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de
infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su
mesa, con sus palabras de vida eterna!
Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de
nuestra vida. Cristo no es un elemento accesorio: es el “pan vivo”, el alimento
indispensable. Unirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no
significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino.
Cada uno de nosotros puede preguntarse, ahora: ¿Quién es Jesús
para mí? ¿Es un nombre, es una idea, es un personaje histórico solamente? O es
verdaderamente aquella persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina
conmigo. ¿Para ti quién es Jesús? ¿Estás con Jesús? ¿Intentas conocerlo en
su palabra? ¿Lees el Evangelio todos los días, un pasaje del Evangelio,
para conocer a Jesús? ¿Llevas el pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso,
para leerlo, en todas partes? Porque cuanto más estamos con Él, más crece el
deseo de permanecer con él. Ahora les pediré amablemente, hagamos un
momentito de silencio y cada uno de nosotros en silencio, en su corazón, se
pregunte: ¿quién es Jesús para mí? En silencio, cada uno responda, en su
corazón: ¿quién es Jesús para mí?
Que la Virgen María nos ayude a “ir” siempre a Jesús, para
experimentar la libertad que Él nos ofrece, y que nos consiente limpiar nuestras
opciones de las incrustaciones mundanas y también de los miedos.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración
mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
DEBAJO ESTÁ LA REFLEXIÓN DEL DÍA 24
Jesús lo es todo para mí; es mi Amigo del alma que me ama a pesar de mis caídas, que me llama a su lado para perdonarme; cuando estoy inquieta por alguna infidelidad, me atrae hacia Sí, provocando mi arrepentimiento y mi confianza. La Virgen, nuestra Madre, nos conduce hasta su Hijo y nos recomienda "hacer siempre lo que Él nos diga".
ResponderEliminarCristo nos conoce desde antes que decidiéramos ir a buscarlo.Tiene sus Ojos puestos en cada uno de nosotros, nos llama por nuestros nombres y entiende nuestras buenas intenciones; conoce nuestras buenas disposiciones a estar abiertos a la Palabra de Dios y a las enseñanzas de la Fe. Si prestamos oido, escucharemos su invitación: "Ven y verás" y, entonces, es el momento de salir al encuentro de Cristo para seguirlo y amarlo...Hagamos el proceso de escuchar el llamamiento del Señor, salir a su encuentro; Él nos espera y desea que estemos dispuestos a seguirlo.