Liturgia del día
Seguimos con el evangelio de
San Juan. (6, 61-70). Tras la afirmación de Jesús de que hay que comer mi carne y beber mi sangre se produce un escándalo
entre muchos, incluso discípulos de
Jesús que entienden todo tan al pie de la letra que consideran este modo de hablar inaceptable. Si nos
ponemos en el pellejo de aquellos que escuchaban, no seríamos tampoco nosotros
los que nos quedáramos igual, y cuando menos tendríamos que decir que no
entendemos ni una palabra.
En la realidad los apóstoles
que permanecieron con Jesús mientras muchos otros discípulos se iban (y el
evangelista insinúa que Judas estuvo entre los escandalizados, aunque no se
fuera), pudieron un día comprender aquella afirmación “inaceptable”, y ver que
Jesús no decía cosas absurdas, aunque tensara la cuerda casi hasta romperla
(pero manteniéndola en sus justos límites). No se fueron, no abandonaron a
Jesús…, creyeron en Jesús, y llegaron a ser testigos del inmenso misterio y
milagro que Jesús realizaba en medio de ellos y de la forma más simple.
Realmente dio a comer su Cuerpo y a beber su Sangre de una forma SACRAMENTAL, y
tan maravillosamente que no sólo ellos comerían y beberían sino muchos otros… Y
algo tan impensable como que ellos mismos iban a ser trasmisores de aquella
maravilla. A ellos les entregaba Jesús el poder de revivir día tras día el
hecho mismo de Jesús, porque cuantas
veces hagáis esto, anunciáis mi muerte hasta que yo vuelva.
Es algo inaudito,
sublime, inmenso. Es estar experimentando aquella palabra de Pedro cuando Jesús
preguntó entristecido si también ellos querían irse…: ¿Y adónde podemos ir sin ti, si sólo tú tienes palabras de vida eterna?
Es experimentar que apegados a Él tenemos seguridad, aunque tengamos que
“luchar” batallas de la fe, esas batallas que son pan de cada día, pero que
llevan consigo el placer de cada victoria cuando el alma se rinde a la fe y
CREE DE VERAS QUE SÓLO JESÚS TIENE PALABRAS DE VIDA ETERNA.
La 1ª lectura está
tomada de Josué 24, 1-2. 15-17. 18b. Josué
pone delante del pueblo una elección: Si no os parece bien servir al Señor, escoged servir a los dioses a
quienes sirvieron vuestros antepasados… Yo y mi casa serviremos al Señor.
Los caminos que había recorrido el pueblo por el desierto podrían haberse
considerado “inaceptables”. Podían ahora querer marcharse. Y Josué se lo pone
delante antes de seguir en la entrada a la tierra prometida.
El pueblo responde: Lejos de nosotros abandonar al Señor y
servir a dioses extranjeros. Dios nos sacó de Egipto, hizo obras
maravillosas entre nosotros. No vamos a abandonarlo ahora. Nosotros serviremos al Señor porque Él es nuestro Dios.
Ya se ve que esta
lectura ha sido escogida por su paralelismo con el texto continuado de
evangelios que estamos teniendo estos domingos. Y porque la conclusión de fondo
es la misma: Nos fiamos del Señor.
Claro: viendo lo que
vemos en nuestro entorno, descubrimos muchos “escandalizados” que han preferido
considerar “inaceptable” el lenguaje de la fe, de los valores humanos, de la
moral cristiana, de las prácticas religiosas y la vida del espíritu. Es que ni
suena siquiera ya a una inmensa mayoría de gentes. El problema es sobre todo de
desconocimiento, de incultura religiosa, de ignorancias (unas veces
inculpables, otras veces culpables, y otras inducidas por el sistemático modo
de proceder de los medios de comunicación, en manos de gentes envenenadas que
buscan hacer nuevos adeptos…; y más al fondo las mafias económicas, políticas,
masónicas, cuyo ideal confesado ha sido destruir los pilares de una sociedad
responsable: la familia, la Patria, el Ejército y la Iglesia. Así quedan con el
campo libre para manipular como corderos a un pueblo envilecido).
Ahí ha de entenderse
la actualidad de la 2ª lectura, en la que Pablo estable la realidad sagrada del
matrimonio cristiano, misterio=Sacramento,
como una proyección en lo humano del amor de Cristo hacia su esposa la Iglesia,
para hacerla santa y sin mancha. Así debe ser la relación entre esposo y
esposa. Hay en esa carta paulina términos y expresiones que corresponden a la
cultura del siglo I, y que “traducidos” a la realidad del siglo XXI, muestran
la santidad de esta unión del hombre y la mujer para afrontar una vida entera
en común.
Cuando el pueblo hebreo estaba a las puertas de la tierra prometida, Josué le pregunta si van a seguir a Jahvé o si van a tomar partido con los idólatras, es decir: Dios o los idolos. La respuesta fué unánime:"Nosotros serviremos a Jahve porque es nuestro Dios...¡Nunca serviremos a dioses extranjeros! En teoría , todos los israelitas eran adoradores de su Creador; pero en la práctica, muchos vivían entre la fidelidad a Dios y las idolatrías, como ahora; nosotros reconocemos que Jahveh es nuestro Dios y Padre y, lo amamos tanto como podemos, como criaturas; pero, a veces nos atraen las vanidades del mundo que son los ídolos que se pueden colocar en el lugar de Dios. Siempre quedará un resto fiel. No es suficiente elegir a Dios una vez en la vida, sino que todos los días tenemos que renovar la elección, al tiempo que recordamos que es imposible servir al Señor y a los caprichos de este mundo, verdaderos ídolos.
ResponderEliminarTambién Jesús, impone una elección...El Evangelio dice que muchos lo abandonan cuando les dice que "ha bajado del cielo" y que Él es el Camino para que los hombres puedan llegar a Dios. Lo que dice Jesús es que hay que acoger la Fe como un Don de Dios que quiere salvar a toda la Humanidad. Y que hay que dejarse conducir e iluminar por el Espíritu Santo.
La interpelación que les hiciera a los Doce, es la que nos dirige a los que leemos o escuchamos la Palabra; Jesús nos pregunta:¿ Queréis seguirme o preferís abandonarme? El Papa Francisco es el que hoy responde en nombre de todo el Pueblo de Dios, manifestando la adhesión total a Jesús. Jesús es el que hace presente la santidad de Dios aquí en la tierra porque es el Hijo, que nos habla del Padre y de la riqueza que ha dado a cada persona por ser hijo o por ser hija, "la vida eterna" Para los Apóstoles, aquella crisis, les hizo crecer en la fe y adherirse más al Maestro, por la actitud de Pedro que no quiso abandonar a Jesús. Nuestra decisión personal y comunitaria de seguir al Maestro, tenemos que renovarla continuamente.