Liturgia del día
La primera carta de Pablo a
los fieles de Tesalónica (4, 1-8) comienza con el reconocimiento de Pablo de la
forma en que han procedido esos cristianos, siguiendo el ejemplo que les ha
dado, y las instrucciones que les dio en nombre del Señor.
Parece continuarse el
discurso pero en realidad se quiebra para advertir de una situación: Dios
quiere una vida consagrada, apartada de todo desenfreno. Cada uno trate a su
mujer religiosa y santamente (no por pura pasión, ni como los gentiles que no
conocen a Dios). Y que en este asunto
nadie pase por encima de su hermano ni se aproveche con engaño. [La idea
que queda ahí es la de un adulterio entre cuñados). Dios nos ha llamado a una vida pura. El
que desprecia este mandato no desprecia a un hombre sino a Dios, que os ha dado
su Espíritu Santo. Queda la impresión de una repetición de aquella otra
enseñanza de Pablo: Vuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo.
Y quedan ¡tantas
impresiones en la mente cristiana en un momento como éste en que esa moral está
tan aplastada que casi ni se atreve alguien a referirla!...
Es indiscutible que la
moral sexual no es ni la más ni la menos importante. Es una parte de la moral y
se fundamenta en el respeto que debe cada persona a sí misma y cada persona
hacia las otras en un terreno que –cuando menos- es tan resbaladizo, tan metido
en las partes sensibles de la persona que por eso requiere de una atención
especial.
Que si nos vamos por
el terreno de la justicia (de lo que es justo o injusto en otras materias tan
sensibles en el momento actual), no es menos importante el tema del respeto al
prójimo y también a uno mismo, porque buena falta hace que cada quisque se
respete a sí mismo como para no hacerse un injusto, un abusador, un corrupto.
La Palabra de Dios tiene
mucho que decir y tenemos que aprender de ella muchas cosas que aunque no estén
expresamente dichas en un texto determinado, sin embargo pueden ser
descubiertas desde una sensibilidad cristiana.
Mt 25, 1-13 es una de
las parábolas más conocidas y repetidas. Añade un detalle a la que teníamos
ayer. Ayer era venir el amo a la casa… Hoy es salir las muchachas al encuentro
del novio. Una bella manera de expresar la muerte para desvestirla de sus ropas
negras. Salir al encuentro pero no de cualquier manera, sino preparadas
debidamente. Y eso que parece tan lógico, viene a resultar no tan evidente en
la vida práctica. Jesús describe una situación muy real: todas aquellas
muchachas salen a la espera de su novio. Pero mientras unas se han preparado a
conciencia para esperar con garantía, otras se lo han tomado –como suele
decirse- “a la buena de Dios” (que es
precisamente como Dios no quiere). [Hace pensar].
Jesús describe con
trazos maestros lo que se sigue de las dos posturas, supuesto que la llegada
del novio no tiene hora fija y de hecho hay que disponerse a esperar.
Y unas y otras se
adormecen, las lámparas se apagan, y a la hora menos pensada se anuncia la
llegada del novio. Entonces surgen las diferencias y las carencias o las
virtudes. Las que vinieron preparadas no tienen más que cargar sus candiles de
aceite que habían traído en sus alcuzas. Las descuidadas se encuentran con sus
lámparas apagadas y sin aceite de repuesto. Ahora pretenden que las otras les
den de su aceite, pero las que son prudentes no ven oportuno dar cuando puede
faltar a unas y a otras, y dicen a las imprudentes que mejor es que vayan a
comprarlo. Van…
Mientras tanto ha
llegado el novio. Y las que estaban preparadas entran a la fiesta. La puerta
después se cierra y disfrutan. Cuando han llegado las que estuvieron
descuidadas, ya no se puede entrar. No son reconocidas. No pueden ya gozar de
la fiesta.
Es una clara
exposición de la muerte. Cada cual encuentra lo que ha preparado durante su
vida. Quienes no prepararon y creyeron o intentaron improvisar, no encuentran
el premio. Los que vivieron preparados, afrontan la muerte como una fiesta a
disfrutar con el Señor.
Hay quien critica esta
parábola porque las buenas no le prestaron a las otras, las descuidadas. Pero
basta ponerse en la realidad para comprender que nadie puede prestar a nadie
sus actos y virtudes en la hora de la muerte. Cada uno lleva lo suyo y responde
de lo suyo.
Las diez muchachas, vírgenes, costumbre judía que Jesús la emplea para hablarnos de la necesidad de estar siempre vigilantes, de nosotros mismos y de los demás: Estas vírgenes van a ser las damas de honor de la novia que esperan en la casa de ella al esposo...La lectura se centra en la actitud que se debe tener a la llegada del Señor- el Esposo. Él viene y tenemos que esperarlo vigilantes pues no sabemos cuando va a llegar.
ResponderEliminarCinco de estas vírgenes eran necias, irresponsables, y no llevaron el aceite que necesitaban para sus lámparas; las otras cinco fueron previsoras y esperaban impacientes la llegada del Esposo y, aunque, todas se durmieron porque la espera fue larga, cuando escucharon la voz: "Ya está ahí el Esposo", las prudentes que habían llevado el aceite, como estaban preparadas pudieron entrar en las Bodas; las otras, a pesar de su empeño, quedaron fuera.
El Espíritu Santo nos enseña que no es suficiente iniciar el camino que nos lleva a Cristo, sino que es necesario mantenerse en él con un alerta contínuo, dada la tendencia de todo hombre a salirse de las normas y abandonar a Cristo o hacerlo compatible con los placeres que ofrece el mundo y que acaban separándolo de la Oración bien hecha, llena de amor para acabar alejándolo de la intimidad con Jesús.¡Qué paradoja la del hombre que habiendo sido siempre prudente, tiene su lámpara sin aceite y no puede salir a recibir al Esposo..!El Señor quiere que seamos previsores al tiempo que , buenos constructores de un mundo justo, solidario y fraterno.