Domingo 18 B, Tiempo ordinario
La 1ª lectura (Ex 16, 2-4, 12-15) presenta a un pueblo
quejoso porque –aunque libres ahora- no tienen en el desierto ni pan ni carne,
mientras que en su esclavitud de Egipto tenían ollas bien surtidas.
Dios escucha las quejas de aquellos y prodigiosamente les
da carne para comer: una inmensa bandada de codornices cae sobre el campamento.
Y a la mañana siguiente una lluvia de semillas viene sobre ellos. No saben lo
que es aquello y Moisés les indica que es el pan que pedían. Podían recoger
aquellas semillas, triturarlas y hacer el pan. Les ha caído del cielo.
El evangelio de San Juan (6, 24-35) cuenta la extrañeza de
las gentes al ver a Jesús en Cafarnaúm, siendo así que se había quedado en el
desierto y allí no había ninguna barca. (Este momento es el siguiente al
peligro de naufragio de los apóstoles, y Jesús que vino a ellos sobre las
aguas; la gente no sabe nada de eso). Jesús les dice que no lo buscan por Él y
por la palabra que les enseña, sino porque comieron pan hasta saciarse. Y les
eleva la mirada haciéndoles ver que hay que trabajar por encontrar el alimento
que perdura y da vida eterna, haciendo los trabajos
que Dios quiere.
¿Y qué trabajos
quiere Dios, es la pregunta de las gentes. – Que creáis en el que Él ha enviado. Y continuando la conversación
y yendo pasos adelante, les habla de que el maná recibido de Dios en el desierto
era presagio del verdadero pan del cielo, que da vida al mundo. Y concluye Jesús haciendo la revelación: Yo
soy el verdadero pan del Cielo;
el que come de este Pan no volverá a tener hambre, y el que bebe de mí, volverá
a tener sed. Ha sido una revelación muy peculiar.
Revelación que debe llegar a nosotros y que debe saltar desde
la lectura y la explicación a la Eucaristía, y desde la Eucaristía –por la
Comunión- a la vida de los fieles. Ahí es donde se completa la participación
plena en la acción de Jesús.
Pero la 2ª lectura (Ef a, 17. 20-24) viene a hacernos aterrizar
sobre realidades diarias. Nos dice: No
andéis en la vaciedad de los paganos. Mucho hay que pensar en nuestras conversaciones,
nuestras convivencias diarias (la familia, los conocidos, los que tratamos…), y
hacer una revisión de esas formas de hablar, de comunicar, de juzgar: ¿puede
ser que nos quedemos a la altura de los paganos? No es lo que habéis aprendido de Cristo; por él fuisteis adoctrinados
en la verdad. Y él os ha enseñado a abandonar las formas pasadas –la criatura
vieja, corrompida- para renovarse en el corazón, la mente y el espíritu, según
la imagen de Dios: en bondad y santidad
verdaderas.
El Señor, Jesús, nos invita a buscarle, nuestro corazón está inquieto, no tiene Paz si no encontramos a Jesús y, si habiéndolo encontrado, nos cansamos de seguirle, de escuchar su Palabra y de buscarle todavía más para caminar sobre sus pisadas...Señor, no nos permitas quedarnos a la altura de los paganos; haz que los que formamos parte de la Iglesia, sepamos indicar el camino hacia Tí y ayúdanos a convertirnos, para que no pongamos obstáculos a los que te buscan. Señor, ayuda a Asia Bibi. Señor, ayuda a la Iglesia perseguida. AMÉN.
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