En la fiesta de San Bartolomé -Natanael- aquel hombre en quien no había falsía, sigo la LECTURA CONTINUA, que muy bien podría titularse: VERDADERO Y FALSO.
Liturgia del día
Las lecturas e hoy son más
para tomar aspectos concretos que para explicar datos. Si es la 1ª lectura
(1Tes 1, 1-5. 8-10), es una presentación positiva del sentido cristiano de la
vida. Si es la segunda, el evangelio (Mt 23, 13-22) es la negatividad de una
falsa postura ante la religión.
En la 1ª, Pablo, Silvano y Timoteo se dirigen a los
fieles de Tesalónica, dando gracia a Dios por ellos, a quienes recuerdan por su
actividad en la fe, el esfuerzo de su mor y el aguante de su esperanza.
Declaran que Dios los ha elegido de modo que al llegar a ellos el
evangelio o hubo sólo palabras sino
fuerza del Espíritu Santo y un convencimiento profundo de la verdad de ese
evangelio que han aceptado.
Ha habido una
CONVERSIÓN por la que abandonaron los ídolos y se abrieron al servicio de Dios
vivo y verdadero. [Hay una clara contraposición entre el Dios VERDADERO y los
ídolos falsos]. En ese Dios verdadero aguardan ya la vuelta de Jesucristo
resucitado de entre los muertos, que es quien os libra de perderos en la
falsedad de otras formas de religiosidad.
Cuando a nosotros se
nos habla de CONVERSIÓN no se trata ya de un abandono de ídolos para volverse a
Dios, pero no deja de ser útil resaltar esa contraposición de “falso” y
“verdadero”. De formas vacías de religión que abundan en el pueblo cristiano, y
que presenta unas formas meramente externas de devoción que muy poco entran
dentro de la persona y poco exigen y
poco llevan al cambio. Es decir: a la CONVERSIÓN. Detrás de esas formas se
alimenta una piedad tranquilizadora pero no surge una reflexión interior, un
compromiso de vida, un cambio de actitudes. Eso es lo que contrapone Pablo al “servicio del Dios VERDADERO”, o al
servicio de LA VERDAD ANTE DIOS.
Una parte es piedad
popular, llena de buena fe, aunque ausente en múltiples ocasiones de la VERDAD
del Evangelio y de los SACRAMENTOS, y no ausente de hipocresías de apariencias
religiosas que engañan a la propia persona que así vive, y busca muchas veces
engañar a otros que rodean.
Puede parecer una
visión pesimista, un sacar a flote la negatividad. En realidad no he hecho más
que adelantarme al texto evangélico de hoy, en el que Jesús pone de manifiesto
la falsedad de los fariseos y doctores de la Ley, que vivían precisamente una
religión de “ídolos” que ellos habían construido para parapetarse en sus
propias falsedades.
Y Jesús desenmascara
aquella falsa piedad y apariencia, y no se esconde en frases bonitas y en
disimulos de la verdad, Jesús entra de frente en esos ayes profundos que atacan la línea de flotación de la falsía
religiosa. Hipócritas…, para entrar
en el tema. Ni entráis en el Reino ni
dejáis entrar a los que quieren. Devoráis los bienes de las viudas con pretexto
de largas oraciones… Viajáis por tierra y mar para captar prosélitos, y luego
los hacéis esclavos de lo falso más que vosotros mismos. Ciegos que falsificáis
el sentido de un juramento inventando unas casuísticas absurdas.
Yo seguiría la lista
con esas realidades de hoy que mantienen tanta hojarasca en la forma de
expresar la fe. Y entraría en ejemplos concretos de nuestro pueblo creyente
pero extrañamente practicante de muchas formas externas…, o de ese no menos
llamativo y abundante “pueblo creyente-no practicante”, que alimenta una
horrenda falsía de la Religión verdadera. No dejaría de fijarme en esa falsa
batalla que sostiene alguno con el intento de combatir la Comunión en la mano,
o con esa otra regresiva actitud de unos cuantos de tener que comulgar de
rodillas o intentar priorizar la Misa en latín y de espaldas el Sacerdote.
Cabría abordar otras muchas cosas que se dan en un pueblo desbordado por la
influencia de “ídolos”, falsos profetas que andan fuera de la vida de la
Iglesia.
Pero no querría que
todo esto se convirtiera en una mirada “hacia afuera” porque creo que
necesitamos todos mirarnos hacia dentro en una introspección muy sincera en la
que dejemos de lado “los ídolos” [el primero y peor es el YO], y seamos capaces
de enfrentarnos a nuestra personal realidad, confrontada con el Evangelio.
NUEVA EVANGELIZACIÓN que ha de empezar por nosotros mismos.
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