TÚ, SÍGUEME
En la “Guerra
de las Galias”, la famosa obra latina a la que nos enfrentamos en un tiempo los
estudiantes, se habla de “grandes parasangas”
para expresar pasos muy rápido o
caminatas muy largas. En l liturgia, estamos en “grandes parasangas” en el
libro de Job. Ayer estábamos en el capítulo 3 y hoy salta la lectura al 9. Ha omitido toda la conversación y casi
diatriba de los amigos de Job –disquisiciones del autor sobre el por qué del
sufrimiento de Job- y el momento en que el propio Job declara su inocencia y
que, si sufre, no es porque él haya hecho algo contra Dios. Hoy se ha retomado ya su humilde
reconocimiento de que, en realidad, él no es nadie; que Dios lo es todo; que Dios sabe lo que
hace y por lo que deja que sucedan los hechos, y que lo absurdo del hombre
sería citar a juicio a Dios. Dios es siempre
mayor, y a esa realidad debe someterse el ser humano, con reconocimiento gozoso.
El Evangelio es una forma muy expresiva de esa realidad. Estamos ante
Jesús, el Ungido del Señor, el Mesías, el Dios entre nosotros. Pasó por medio de su pueblo con toda la
cercanía del hombre igual a los hombres en todo, menos en el pecado, y –a la
vez- el que viene a establecer de parte de Dios un nuevo Reino en el que Dios
es el Rey y Amor soberano. Por eso Jesús
quiere hacer su obra junto a otros hombres y mujeres, pero Él es quien va
delante…, pero no delante con superioridades que apabullan sino desde esa
humilde realidad del Hijo del hombre que
no tiene donde reclinar su cabeza. Cuando aquel entusiasta se viene a ofrecer a
Jesús para seguirlo, Jesús le pone delante honradamente en qué condiciones vive
Él. O cuando también otro viene a
ofrecerse a seguir dondequiera que vayas,
PERO poniendo ese individuo la primera condición, Jesús le advierte que si pone la mano en el arado es para ir
hacia adelante; y que quien mira atrás
como queriendo asegurar algo propio de antemano, no sirve para el Reino de Dios.
Si viene, viene sin condiciones previas. [Esto es lo realmente difícil
de tragar cuando nos hemos creado un cristianismo “a la medida”…, cuando
queremos un dios que es un tanto
pelele en las manos del presunto creyente.
Y esto es lo que no tenemos más remedio que plantearnos. Y no para tirar
piedras ni contra nuestro tejado ni contra el ajeno, sino como honradez en
nuestro caminar tras Jesús].
El hecho más llamativo fue aquel
otro al que Jesús llamó directa y expresamente con su profundo sígueme,
el que habían escuchado y al que habían respondido sin más aquellos apóstoles
de Jesús. Y el que es llamado y que estaría dispuesto a seguir, presenta una
traba “legal” para decir su SÍ. Es
que ha quedado al cargo de su padre, porque sus hermanos ya se han casado. Y a él le toca estarse con él hasta su
muerte.
Y Jesús aplica el baremo de
prioridades que estaban claramente establecidas: A Dios
se ama CON TODO EL CORAZÓN, CON TODA EL ALMA, CON TODAS LAS FUERZAS, CON TODO
EL SER. Y quien pone por delante a su padre, a su madre, a sus hermanos, a sus
cosas, no puede ir con Jesús. Eso ya estaba dicho. Y son dos formas paralelas de decir una única
verdad. Por tanto, queda la elección en manos de ese hombre que es llamado
expresamente por Jesús. Está la pelota
en su tejado.
Ni que decir tiene que estas cosas
se pueden LEER, admirar, “meditar”…, y quedarse uno sentado en su sillón, con “las
suyas”, con “sus razones”, con “sus propias interpretaciones”…, enjuiciando a
ese tal que no sabemos qué decidió. Pero donde se ha puesto la llamada de Jesús,
no hay otra respuesta que salir adelante.
Y van a quedar atrás muchas cosas, muchos propios pensamientos y formas
personales. Pero no hay término medio. Y
¡ese es el pecado contra la fe: que creemos pero no procedemos acordes con lo
que decimos creer! Claro que esto es
examen de conciencia personal de cada uno.
Porque si nos metemos a oficio de
trinchantes (que decía un famoso autor para expresar “lo bien que le viene
a otro aplicarse esa lección”), ese es el oficio más fácil y más ramplón que
podemos ejercer. Cada uno hemos de entrar en ese rincón hondo de nuestra alma y
cada uno buscar ahí la respuesta a la que le mueve el Espíritu. Y cada uno confesará su propio pecado (si lo
tuvo) y a cada cual le corresponde volver a empezar desde la auténtica actitud
de creyente en Jesucristo. Pero será
siempre desde esa llamada personal a
la que Jesús llega a cada uno, y desde una conciencia sincera que no echa velos
de tul para no ver claro. Todo un
ejercicio de lucidez cristiana y de corazón abierto a Cristo y a Dios.
ResponderEliminarDe mis razones muy puestas en justicia
me libre Dios .
ResponderEliminarHasta los títulos hablan por si solos .
"Y EL HIJO DEL HOMBRE NO TIENE DONDE RECLINAR SU CABEZA"...Me siento incapaz de hacer un comentario a estas palabras de Jesús. Prefiero quedarme a sus pies en silencio...(como María de Betania) en oración, "escuchando" su voz... contemplándolo... y tratando que mi corazón se abra a sus PALABRS.
ResponderEliminarEso. Sentada y en silencio. Es un buen plan.
EliminarAtentamente.
Javier