Tres realidades; una dirección
Vaya por
delante la fiesta de Santa Teresa del
Niño Jesús, una gran santa en cuerpo joven, enfermo y mortificado. Desde el
claustro de un Monasterio de clausura, misionera, martir de la caridad y
co.patrona de la oración por la Iglesia universal, que desde sus doce años ya
estuvo entroncada con el Apostolado de la Oración. A ella va dedicada hoy la
reflexión amplia que podemos hacer en este día.
Comenzamos el Libro de Job. Basta
escuchar el párrafo que se lee hoy (del cap. 1º) para captar inmediatamente que
no se trata de una historia sino de una ficción literaria para buscar su autor
algo que aún no estaba conocido en la época en que compone el libro: dónde acaban las realidades de esta vida,
cómo se completa tras la vida la lucha de la humanidad. La ficción argumental que se irá
desarrollando –y permítanme que adelante el final de la película, es que tras
los terribles avatares de Job, las disquisiciones de unos y otros y la misma
desesperanza del protagonista que preferiría no haber nacido, nunca protestó contra Dios, nunca
maldijo a Dios, como Satanás había “profetizado” que iba a acabar haciendo cuando
la vida se le volviera adversa. Job es
muy consciente de la desgracia, pero su razonamiento –a la altura del momento
en que vive- es que “desnudo salí del
vientre de mi madre y desnudo volveré a la tierra; el Señor me lo dio, el Señor
me lo quitó, ¡alabado sea el nombre del Señor! Un día
verá que no esperó en balde, y que su alma sencilla, por encima de las
desgracias y fracasos, acaba en la bendición de Dios.
Es exactamente la enseñanza de Jesús en el Evangelio: sólo desde la mirada limpia del niño, se descubre a Dios
y la obra de Dios. Los reptiles van a ras de tierra, las aves de carroña
sobrevuelan… para hallar cadáveres, los escarabajos peloteros anidan en el estiércol. La mirada simple y limpia de un niño puede
ver el Reino de los Cielos (que no es “lo de arriba” sino ese Reino aquí en la
tierra). Y como –aparte de las
teorizaciones- ese Reino está constituido por Jesucristo en la Iglesia, donde
hombres y mujeres estamos en el camino –y por tanto aportando nuestras fallas-,
también los hay en número ingente –los 144,000 marcados del Apocalipsis [que para cualquier medio entendido supone
la universalidad]-, de donde hoy surge la gran figura de santa Teresa del Niño Jesús, a la que la Iglesia ha querido
quitar la antigua apelación de “Teresita” porque no es una santidad diminutiva
sino una figura prócer en la Iglesia de Cristo…, la de los pecadores y los
santos, la que Jesús conduce –en un proceso como el del campo de la cizaña- a
la perfección final, de estatura adulta.
Sin embargo Teresa del Niño Jesús era muy joven… Ella misma buscaba su lugar en una Iglesia tan grande y tan
llena de carismas de Dios. Encontraba mártires que daban la vida por Cristo, predicadores
eximios, misioneros que llevaban a los rincones inhóspitos el gran mensaje de
la fe… Ella, tuberculosa, en un claustro, en la veintena de años, y no aceptada
por sus superiores, meditaba en la Palabra de Dios. Ella era como un niño perdido en medio de la
muchedumbre… Y Jesús viene a proclamar que los que se hacen como niños de ojos
limpios (no infantiloide) son quienes
entran en el Reino. Aun así no ha
llegado Teresa de Lisieux a concretar…, aún no ha encontrado “su lugar” en el
Cuerpo Místico, la Iglesia de Jesucristo.
Cuando un día da con el texto de san Pablo, se le enciende el alma y
descubre que en el corazón de la Iglesia, YO SERÉ EL AMOR.
Se sabía tan pobre que sabía muy bien que no le cabían otras
posibilidades… Pero una hija que se siente hija de la Iglesia, no repta para
pensar que la Iglesia es aquello que le rodea y donde tanto sufre… Si es hija,
sabe que el hijo no resalta los defectos que haya en su madre, sino que sabe
encontrar lo mucho bueno. [En mis “amores” de primera adolescencia “me enamoré”
de una niña pecosa en exceso y no precisamente una belleza. Pero la convivencia
de vecindad me hizo verla sin pecas y muy agradable en muy corto espacio de tiempo…; era “el amor”. Estábamos en el
campo, y por allí pasaba en ese momento el escarabajo con su bola pegada… ¡Qué
contraste!]. Y Teresa levanta el vuelo
también: en el corazón de la Iglesia, ella
será el amor.
De ahí la conclusión de Jesús en el evangelio de hoy (que desemboca en
el que tuvimos ayer: quien no está contra nosotros, está de
nuestra parte, fácilmente complementario a su otra palabra: Quien no recoge conmigo desparrama. Porque no hay que estar pensando igual como si
no hubiera mil formas más para vivir ese amor a Cristo en la Iglesia, pero hay
que estar con Él y hacer la obra de Él, en la forma que Él lo dejó cuando
marchó de este mundo.
Lo que seguirá en el evangelio, ya lo vimos ayer con esas “exageraciones
andaluzas” tan expresivas y serias que hace Jesús.
Como añadido -que hasta resulta curioso y paradógico (así es la Iglesia de Jesucristo)- la monja del claustro, la que no encontró en su vida el sitio hasta avanzada su corta vida. HOY ES PATRONA DE LAS MISIONES y PATRONA DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (tan eclesial y universal, que se extiende a más de 50 millones de almas sencillas que han optado por construir desde su oración, unida a la de la Iglesia, el Papa, los Obispos, y todo ello entroncado necesariamente en el propio Sacrificio de Jesucristo, que se ofrece al Padre en el Altar, por la salvación de la humanidad).
AÑADO LA NARRACIÓN DE LA PROPIA SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS, en "HISTORIA DE UNA ALMA"
ResponderEliminarTeniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.
Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.
Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.
Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado».
Tengo el libro. Nos lo regalaron a Ana Mari y a mi el día de nuestra boda, junto a la Biblia de Jerusalen en letra grande. Ese libro me lo he leído varias veces, y tiene para mi partes tan buenas que hasta las tengo subrayadas con color fluorescente. Ahora lo tengo prestado a alguien.
EliminarHoy leyendo la lectura del libro de Job,pense que puede ser una buena oportunidad para que examinemos nuestra postura ante el Señor cuando,en nosotros o en aquellos que más queremos,se hacen presentes la desgracia y el dolor.
ResponderEliminarDios es siempre Padre bueno.También cuando nos visita la aflicción y la tristeza.Nunca pasa el dolor a nuestro lado dejándonos como antes:purifica el alma,la eleva y aumenta nuestra union con la voluntad del Padre.
Cuando Simón es reclamado para ayudar a Jesús a llevar su cruz,aceptó al prinpio con disgusto.,en un primer momento sólo miraba la Cruz y la Cruz era un simple madero,pesado y molesto.
Despúes ya no se fijó en el madero,sino en el Reo.Entonces todo cambió ayudo con amor a Jesús y mereció el premio de la fe para él y su familia.
Buenísima tu reflexión querida Ana.
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