RICO PARA DIOS
Hoy podía
bastar el Evangelio para entender todo lo que va en las dos lecturas. Porque el
tema de base es la inutilidad [la esencial incapacidad] de la persona y los
medios humanos para llegar al Reino, a lo que es el agrado de Dios, como algo
substancial e insustituible.
La petición de aquel sujeto que
pretende que Jesús medie en una cuestión de herencia [¡tantos que viven sin
Dios y sin religión, pero que cuando les aprieta el zapato pretenden que Dios
les resuelva sus problemas!], da a Jesús pie para incidir en un tema tan
constante y nuclear del evangelio que es NO PONER LA CONFIANZA EN LA “RIQUEZA”
(sea del tipo que sea). Y recurre Jesús
a su pedagogía habitual: la parábola. Y
aquel hombre que ha conseguido una gran cosecha y ya no piensa sino en agrandar
sus graneros y dedicarse ahora a no hacer nada;
a comer, beber y divertirse.
Humanamente está bien pensado… Pero lo que no ha caído en la cuenta es que
la vida no se compra con dinero ni se almacena en los graneros. Que la vida se puede ir entre los dedos, y
que lo que ahora cuenta –en esa hora- es si se almacenó para Dios. ¡Y desgraciado del que sólo vive para sí,
pensando así y pretendiendo que todo gire en su derredor!
La carta a los efesios es hoy la
parte teórica de esta misma realidad, pero con final feliz. ¿Qué erais vosotros y qué era yo antes? Unos
muertos por nuestras culpas y pecados, en las que seguíamos las corrientes del
mundo bajo el “jefe” de esta zona inferior, el espíritu que sigue actuando en
los rebeldes contra Dios.
¿Qué somos ahora? Unos rescatados
por Jesucristo, que nos ha hecho patente la misericordia de Dios. Ese Dios que nos amó cuando estábamos muertos
por el pecado y nos ha hecho vivir con Cristo. Y añade Pablo lo que es
esencia de su mensaje: POR PURA GRACIA ESTAMOS SALVADOS. No han sido nuestros méritos, ni nuestras
obras (aun las buenas). Ha sido Dios
quien nos ha resucitado con Cristo y nos ha sentado junto a Él en el Cielo. Y
así nos muestra la inmensa riqueza de su
Gracia y bondad para con nosotros. ¡Puro
don!; por eso, nadie podemos presumir. Somos, pues obra suya; nos ha creado para que
nos dediquemos a las buenas obras que Él determinó que practicásemos.
¡ESA ES LA RIQUEZA QUE SE ALMACENA
EN EL GRANERO! sin temor ni riesgo.
Porque ese granero es Dios mismos; esa RIQUEZA viene de Dios mismo, ese
seguir trabajando nosotros –aunque así seamos dichosos ricos (dichosos pobres)- porque lo que no se
permite es no seguir haciendo lo que hay que seguir haciendo. Porque Dios nos ha llamado a ser
continuadores de su obra. Y es no nos
permite dormirnos en los laureles.
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Aunque su sitio sería otro, porque
me voy a referir a un comentario de ayer en el blog, pienso que tendrá más
lectura directa si lo pongo ahora en esta entrada mía.
Por supuesto que Juan y Santiago fueron
amigos privilegiados de Jesús. Jesús los llamó y ellos no dudaron en seguirle.
Claro: siempre con una idea que no dejaba de ser muy humana (el pensamiento de
la liberación política de Israel) al par que se entusiasmaron con Jesús y eso
les pudo sobre lo demás. Pero su trayectoria
humana –como tú y como yo- fue constantemente humana. Si Jesús se los llevó al
Tabor fue porque –aunque ellos no hablaron- se escandalizaron igual que Simón
del anuncio que Jesús hizo de su padecer.
Y aunque callados, también estaban ellos en que no se te ocurra eso nunca más.
Simón fue más arriesgado, por más tosco, pero Jesús respondió vuelto hacia los otros discípulos. Por algo era.
Como los demás, estuvieron metidos
en las disputas del mayor y el menor. Y
desde luego que en relato del evangelio de ayer en Mc 10, hay un abismo entre
lo que Jesús acaba de anunciar: vamos a
Jerusalén, donde me van a torturar y matar…, y a renglón seguido se vienen
los dos –totalmente fuera de contexto- a pedir incondicionalmente [queremos que hagas lo que te vamos a pedir]
el privilegio de los dos mejores puestos de mando en el nunca abandonado deseo
de un reino terreno…, de un caudillaje humano. Con Razón Jesús les tuvo que ir
a la mano: No sabéis lo que pedís.
Ellos siguieron a Jesús en ese si pero no…; no pero sí…, que nos es
tan familiar a cada uno de nosotros. Y esto es lo que no podemos ni debemos
perder de vista, porque en el fondo de la cuestión estamos también en ese sí pero no… ¡Y qué trabajo nos cuesta abandonar ese
resquicio de escapatoria por el intentamos escurrirnos ante la cruz real que
presupone siempre el Evangelio: quien
quiera venir detrás de Mí, que se niegue
a sí mismo y tome su cruz. LUEGO…, SÍ, LUEGO, vendrá ir tras Jesús.
Que al final entraron en el terreno
del Reino, en la totalidad del Evangelio, en el testimonio supremo del amor
(martirio de Santiago), ¡sin duda! Que
Juan nos legó una joya de teología esencial, con experiencia vivida del
Evangelio y compartida con una comunidad cristina que ya pujaba, también. Pero eso fue tras la Resurrección, tras el entendimiento abierto por el propio Jesús
para que entendieran las Escrituras,
y TRAS RECIBIR LA FUERZA DE LO ALTO,
el Espíritu del Resucitado que les llevó a vivir todo lo que Jesus les había
enseñado
El tema del discípulo amado en la Cena y la cruz, va por otro sitio.
Si estamos cerca de CRISTO,poco nos bastará para andar por la vida con la alegría de los hijos de Dios.Si no nos acercamos a ÉL,nada bastará para llenar un corazón siempre insatisfecho.
ResponderEliminarNuestra Madre,esperanza nuestra nos ayudará a poner el corazón en los bienes que perduran,¡en CRISTO!,si acudimos a Ella con confianza.
la porción del Evangelio de hoy es una gran enseñanza de Jesús acerca de lo efímero de la vida en la tierra. El hombre mide las cosas a lo humano, creyéndose a veces un dios que puede controlar su vida, incluso haciendo planes a largo plazo, idolatrando los bienes materiales como base de su existencia terrena. ¡Pobres de nosotros si actuamos así!. La vida verdadera está escondida en Cristo, y sólo los que se acercan a El, le tratan y le conocen, vivirán también por El, aún después de que ese día reservado para cada uno, llegue pidiendo cuentas. ¡Y llegará, como le llegó al de la parábola!
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