Liturgia:
Otro texto de Isaías (25,6-10) para
mostrar la novedad que va a suponer el día en que el Mesías haga su aparición
en la tierra. Porque el Salvador y libertador del RESTO de Israel va a venir. Y
su llegada va a suponer un cambio esencial en la vida de aquel Pueblo. De su
penuria como desterrados va a surgir un
suculento banquete de manjares
enjundiosos y vinos generosos.
Es más: El Señor Dios
enjugará las lágrimas de todos los rostros y alejará el oprobio de todo el país.
Y todo eso será una realidad porque aquel
día se dirá: ‘Aquí está vuestro Dios’, de quien esperábamos que nos salvara.
Celebremos y gocemos con su salvación.
Aparece claramente todo el sentido triunfal del anuncio
profético, para que ese RESTO no se desencante con el paso de los años. Es
cierto que han de pasar cientos de años hasta que ese anuncio se cumpla. Pero
la promesa va también pasando de padres a hijos y de hijos a nietos, por
generaciones, que saben que la palabra de Dios no fallará, aunque aún no puedan
vislumbrar que ha llegado el momento anunciado.
Se podría haber respondido a aquellas ansias de salvación
con cualquier episodio evangélico. La liturgia ha preferido escoger Mt.15,
29-37 para poner de manifiesto cómo realmente el Pueblo halló ese manjar en la
venida y en la acción de Jesús.
Jesús ha bordeado el Lago y tras él se ha juntado una
muchedumbre que ansía encontrarse con él, porque le llevan sus tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros, que echaban
a los pies de Jesús. Esa es la necesidad humana. El resumen de una
desgracia social que podría representar muy bien a aquel pueblo que esperó
durante siglos la llegada del Salvador. Esta muchedumbre de ahora, con todas
sus carencias, ha encontrado al Mesías. Y el Mesías responde curando a los enfermos y dándoles la comida generosa que tanto necesitaban
cuando estaban a punto de desfallecer por el camino, y por el tiempo que
llevaban sin comer.
Jesús llama a sus
discípulos y les hace una confesión de su sentimiento ante aquella multitud
que le sigue: la da compasión, me da
lástima de la gente, porque llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Y
no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino. Ese
es el Mesías Salvador. Ese es el Mesías que había sido anunciado, que iba a cambiar
las cosas. Ahora lo tienen allí, y su obra responde a lo anunciado por el
profeta. Esperábamos que nos salvara…,
y la presencia de Jesús les lleva a la liberación. Por lo pronto, de cada una
de aquellas enfermedades y carencias que acarrean sobre sus espaldas. Pero más
allá de esas enfermedades y de ese pan material, hay otra liberación mucho más
fuerte y honda, que mira a lo profundo de la persona, al nuevo estado de cosas
que surge de la presencia de Jesús. Verdaderamente el mundo ha cambiado. Y con creces.
Del hambre pasan a que sobran cestos de pan, después de haber comido una
multitud con sólo 7 panes y unos pocos peces. Jesús les da más de lo necesario
y aquella obra de Jesús les muestra que han llegado los tiempos esperados en
los que se cumple aquella profecía del
festín de manjares suculentos y vinos
de solera. Se ha cumplido la promesa y el Mesías esperado esta allí entre
ellos.
La pregunta que se impone es si la posición ventajosa que
tenemos nosotros, con Jesús “al alcance de la mano”, nos supone ese festín, que
se traduce en algo concreto para ese adviento. Y si dejamos que se verifique en
nosotros esa “multiplicación” por la que un panecillo se convierte en ventaja
para otros y para uno mismo, en un crecer de nuestras respuestas a las insinuaciones
de Dios en nuestra alma. Porque algo puede manifestarse como frutos concretos
de este período de tiempo que estamos viviendo y en el que la Iglesia nos
quiere llevar de la mano a gozar de la venida del Señor.
Jesús parece cansado. Sufre mucho por todas aquellas personas que lo seguían y carecían de algo tan necesario como el pan de cada día. Los santos han comprendido este Evangelio. Sin apenas medios materiales han alimentado a mucha gente; han construido hospitales y, en el nombre de Dios , han acogido a muchos pobres.
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