Liturgia:
No puedo menos que confesar lo
incómodo que me resulta cada año la inflexión total que me produce pasar del
día de ayer –la Navidad y el ambiente espiritual de la Navidad- a la fiesta del
martirio de San Esteban, que la liturgia nos sitúa hoy. Pero es lo que hay y
por ahí vamos a empezar.
San Esteban es el primer mártir consciente de su fe en
Cristo. El primer mártir tras la eclosión de Pentecostés. Si tomamos en serio
lo que apunté en una de mis últimas reflexiones en el blog, de que sobre el
pesebre de Jesús se dibuja ya la sombra de la cruz, el martirio de San Esteban
encuentra ahí su encaje en este momento del año. El nacimiento de Jesús a la
vida humana, “atrae” el pensamiento del nacimiento para el cielo del primer testigo
de la Iglesia que dio su vida por Cristo, precisamente por ese Cristo que nace
en Belén y que llega al Jordán para tomar los pecados de la humanidad y
llevarlos hasta la cruz, donde los deja colgados como protocolo que expresa el
por qué de la muerte de Jesús.
Ahí está la razón de Esteban en este día siguiente a la
Navidad. Esteban defendía la doctrina aprendida de Jesús, y lo hacía con
grandes conocimientos y argumentos, a los que no podían resistir todas las
intentonas farisaicas para derribar la doctrina de Jesús. (Hech. 6,8-10;
7,54-59). Y donde no hay razones para defender una idea, entra la violencia. Y
cuando Esteban pronuncia aquellas palabras: Veo
el Cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios, los que
escuchan se rasgan las vestiduras como corresponde a la reacción frente a una
blasfemia. Y como a blasfemo tratan a Esteban, a quien sacan de la ciudad para
apedrearlo. Así muere Esteban, quien expira pronunciando las palabras de perdón
de sus enemigos, pidiendo a Dios que no
les tenga en cuenta ese pecado.
El evangelio correspondiente (Mt.10,17-22) toma el anuncio
de Jesús a sus apóstoles del trato que van a recibir “de la gente”, que les entregarán a los tribunales, os azotarán
en las sinagogas y os harán comparecer ante pueblos y reyes: así daréis testimonio ante ellos y ante los
gentiles. Y todo eso no va a venir de “los enemigos” declarados sino de
los mismos padres hacia sus hijos y de los hijos hacia sus padres. Todos os odiarán por mi nombre. He ahí
el secreto y razón suprema de toda esa persecución: por el nombre de Jesús, por causa de Jesús. Ahí encaja ya esa
celebración de San esteban con la inmediatez de la Navidad. Muere Esteban
porque Jesús ha nacido y porque con su nacimiento ha establecido otro orden de
cosas.
Esto nos retrotrae a la lectura 2ª de la Misa de Nochebuena
(Tit.2,11-14), que no debe pasarse de largo porque es de una profundidad, y
llamada, muy fuertes. Ha aparecido la
gracia de Dios, que trae la salvación para todos. O dicho en la simplicidad
de la Vulgata: Ha aparecido la Gracia salvadora de Dios. Ha aparecido el Dios
salvador. Jesús ha nacido como salvador. Pero una salvación a la que no podemos
asistir pasivamente, esperando que “nos caiga”. Ese Jesús que “ha aparecido”,
ese Niño que no habla, sin embargo viene enseñándonos,
en lo que hay que quitar y en lo que hay que poner. Hay que renunciar a los deseos mundanos y a la vida
sin religión Esto se dice muy pronto pero es todo el comienzo de un
programa de vida. Es la parte purificatoria, lo que hay que quitar, lo que hay
que renunciar. Y hoy día no está tan fuera de lugar el plantear la renuncia a
los deseos mundanos, precisamente en una situación en la que nos invaden esa
serie de reclamos que llevan al camino más contrario a Dios y a las enseñanzas
de Dios. Momentos, pues, en los que muchos cristianos y piadosos, están
envueltos en esos planteamientos humanos, vacíos y pecaminosos.
Y no digamos lo que invade el ambiente: la vida sin
religión, sin referencia a Dios, a las enseñanzas de Dios.
Por eso, el Niño que nos ha nacido –que “ha aparecido”- nos
conduce hacia la creación de formas positivas de respuesta: vivir desde ahora una vida sobria, honrada y
religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran
Dios y Salvador nuestro: Jesucristo.
Una vida sobria: casi una palabra que esta desterrada del
léxico popular. ¿Quién entiende hoy de sacrificio, temperancia, dominio de sí…,
en una palabra, SOBRIEDAD? Y sin embargo es el camino para vivir una vida
honrada…, un paso hacia esa vida “religiosa”, que no sólo es “piadosa” sino
abierta a la atención hacia los otros. Bien podría traducirse por “una vida según
el evangelio”. Aguardando un encuentro
final que hemos de tener con Jesucristo. Que la cosa no es para pasarla por
alto.
San Esteban es el primer mártir, un hombre lleno de FE y de Espíritu Santo, fue elegido por los Apóstoles para atender la comunidad de lengua griega de Jerusalén. Considerado el primer diácono y mártir de la Iglesia. Ayer era todo alegría como el nacimiento de Juan Bautista. Hoy ya nos encontramos sobrecogidos, porque alguién ha sido lapidado en el nombre del Señor.Ayer el Rey eterno, salió del vientre virginal y se dignó venir al mundo... hoy, San Esteban, ha salido de su cuerpo y está victorioso en el cielo.Ayer el Rey de los cielos nos ha traido la salvación: Hoy,como en los tiempos de Jesús, defendemoslas ideas dando muerte de una u otra manera a quién piensa diferente; y, lo malo es que lo justificamos por un bien superior.La comunidad, la Iglesia, la sociedad... la vida humanaes el bien más preciado.Los cristianos debemos aprender a manifestar nuestra alegría por ser Hijos de Dios y herederos del Reino.
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