Liturgia:
Se ha situado en este día 27 de
diciembre la celebración de San Juan evangelista y apóstol, y con ello se
introduce en la 1ª lectura la primera carta de San Juan, que nos acompañará
varias fechas. Hoy 1,1-4, con un “paralelo” al prólogo del evangelio suyo, con
una referencia a lo que hemos oído, lo
que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplaron y palparon
nuestras manos: la PALABRA DE LA VIDA
(pues la Vida se hizo visible). San Juan evangelista concreta aquello que
había dicho en el Prólogo y lo hace en esa experiencia íntima de haberlo vivido
en primera persona: nosotros lo hemos
visto y oído, os damos testimonio y os
anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó.
Es testigo presencial, lo ha vivido durante años y lo que en el Prólogo era una
realidad en el seno de Dios, ahora lo puede él testimoniar como convivencia en
la realidad terrena.
Eso que hemos visto y
oído os lo anunciamos para que estéis unidos con nosotros en esa unión que
tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Se llena la boca con esa
vivencia: lo que hemos visto y oído,
lo que le es experiencia directa, lo que le ha dado estar junto a Jesús,
viéndolo ir y venir, hablar y orar, observar sus hechos, admirar sus
maravillas, sentirlo como alguien íntimo con quien se convive y acaba uno
sabiendo lo que le es agradable y lo que le desagrada, lo que piensa y lo que
siente. Algo de lo que escribe para que
su alegría sea completa, porque es dar a conocer lo que a él le ha llenado
el alma, de quien recuerda mil detalles, de quien recoge sus palabras, de quien
no puede separarse ya, aunque en este momento ya Jesús se ha ido al Cielo. Pero
Juan lo rememora con todo su cariño y como quien se relame con su recuerdo.
El evangelio del propio Juan (20,2-8) recoge un episodio en
el que no se nombra al apóstol, sino al otro
discípulo, a quien la tradición ha identificado con el propio Juan, y que
es el primero en creer que Jesucristo ha resucitado. Porque ese “otro
discípulo”, que sube con Simón Pedro al sepulcro, alertados por la alarma de
María Magdalena, es el que llega primero arriba, el que deja paso a Simón, pero
es el que antes que nadie vio y creyó.
Hasta entonces no habían entendido la
Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos. El discípulo
en cuestión “ha entendido la Escritura”,
y de los lienzos plegados y el sudario doblado aparte, deduce con toda la fe de
su alma que Jesús es realmente un resucitado. Y esa experiencia le marca
definitivamente para trasmitir al mundo el sublime 4º evangelio, que va por
otros caminos diferentes a los de los sinópticos, escritos hasta entonces.
Se piensa que Juan, al conocer los otros evangelios, ya no
repite lo que está escrito, salvo cuando de un hecho concreto puede sacar todo
un tratado de dichos del Señor.
Otros piensan que él se propuso otra cosa: escribía ya
desde la atalaya de sus 90 años y lo que pretende es recoger el legado
espiritual de Jesús, ya divinizado y más allá de los hechos en sí. Y es
evidente que su evangelio ya contiene las vivencias profundas de una comunidad
cristiana ya constituida y madura, que expresó con redoblada riqueza el
pensamiento de su maestro.
Hay autores que han descubierto un cierto “paralelismo” con
la línea conductora del Antiguo Testamento, que va expresándolo en narraciones
apropiadas para demostrar que en efecto Jesucristo es el anunciado y deseado de
las naciones.
No me resisto a volver la mirada a la Navidad, y recojo la
carta a Tito, cuya cita ocupa la 2ª lectura de la Misa de la Aurora: Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al
hombre. San Jerónimo traduce en una sola palabra: “ha aparecido la
humanidad de Dios”. Lo que puede ir en dos sentidos: el Dios humanado, o el
Dios tan humano que se ha metido en la realidad humana para podernos entender y
ayudar desde la proximidad y la cercanía. Como cuando decimos: “Qué humano es
Fulano”. Estamos expresando la forma en que se acerca a la necesidad de otros,
a captar los sentimientos de ellos… Dios, en Belén, se ha hecho tan cercano a
los hombres que ha asumido los mismos pequeños detalles de los hombres. Es el
Niño…, será el adolescente, el joven, el adulto, el hombre maduro que se ha
metido en el corazón de cada criatura para poder saber desde dentro las muchas
necesidades y situaciones por las que pasamos. Eso lo vemos a las claras en los
evangelios, y descubrimos las reacciones de ese Jesús que no soporta ver una
necesidad sin intervenir a favor del afectado.
"Lo que hemos visto y oido os lo comunicamos..."Juan siguió a Jesús y fue uno de sus Apóstoles más activo y más próximo a su nuevo Maestro.Ha dado nombre al 4ºEvangelio, escribió tres cartas y el Apocalipsis. Esta Palabra que se ha hecho Hombre para que nosotros lo pudiéramos ver, empezó a ser hombre en el vientre de la Virgen María; pero no fue allí que comenzó a ser Palabra, porque, San Juan, declara que la Palabra" ya era desde el principio".Pedro y Juan no necesitaron la presencia de los ángeles para aceptar que Jesús había resucitado. Los dos tenían una buena lógica y no podían pensar que cualquier ladrón hubiera robado su cuerpo y, antes de salir corriendo, se entretuviera doblando el sudario. ¡Ha resucitado y su resurrección es motivo de Paz y de certeza! No hay violencia alguna, tan solo motivo de alegría y por eso, Juan, saluda con un mensaje bien propio de estos días navideños: "Paz a vosotros". Nosotros, imitando a Juan tenemos que ser sembradores de paz y alegría, pero no de una alegría superficial, comercial, sino la que nos viene del Espíritu: alegría buena, honda, solidaria, sacrificada, inagotable.
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