El papa Francisco ha recordado que no puede haber un cristiano
sin alegría. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada esta mañana en
Santa Marta. De este modo, ha indicado que también en los sufrimientos de la
vida, el cristiano sabe encomendarse a Jesús y vivir con esperanza. Además ha
invitado a no dejarse dominar por la riqueza.
El cristiano vive en la alegría y en el estupor gracias a la
Resurrección de Jesucristo. El Pontífice, comentando la Primera Carta de San
Pedro Apóstol, ha observado que también si estamos afligidos por las pruebas,
no nos quitarán nunca la alegría “de lo que Dios ha hecho en nosotros”, “nos ha
regenerado y nos ha dado esperanza”.
Así, ha precisado que nosotros “podemos ir” hacia “esa esperanza”
que “los primeros cristianos pintaban como un ancla en el cielo”. Nosotros –ha
indicado– tomamos la cuerda y vamos allí, hacia esa esperanza que nos da
alegría.
En esta línea ha asegurado que “un cristiano es un hombre y
una mujer de alegría, un hombre y una mujer con alegría en el corazón”. Por eso
ha exclamado que “no existe un cristiano sin alegría”. El carnet de identidad
del cristiano es la alegría, la alegría del Evangelio, la alegría de haber sido
elegidos por Jesús, salvados por Jesús, regenerados por Jesús; la alegría de
esa esperanza que Jesús nos espera, la alegría que –también en las cruces
y en los sufrimientos de esta vida– se expresa de otra forma, que es la paz en
la seguridad de que Jesús nos acompaña, está con nosotros.
El cristiano –ha aseverado Francisco– hace crecer esta alegría
con la confianza en Dios. Dios se acuerda siempre de su alianza. Y a su vez,
“el cristiano sabe que Dios se acuerda, que Dios lo ama, que Dios lo acompaña,
que Dios lo espera. Y esta es la alegría”.
Por otro lado, haciendo referencia al Evangelio del día, el
Santo Padre ha explicado que se habla de un hombre que “no ha sido capaz de
abrir el corazón a la alegría y ha elegido la tristeza” porque poseía muchos
bienes. Al respecto, el Pontífice ha señalado que las riquezas no son
malas en sí mismas. La maldad es “servir a las riquezas”.
Y así, ha asegurado que “cuando en nuestras parroquias, en
nuestras comunidades, en nuestras instituciones, encontramos gente que se dice
cristiana y quiere ser cristiana pero está triste, algo sucede ahí que no va
bien”. Por eso ha recordado que debemos ayudar a estas personas para que
encuentren a Jesús, a quitar esa tristeza, para que pueden alegrarse con el
Evangelio, puedan tener esta alegría que es propia del Evangelio.
En este punto ha reflexionado sobre la “alegría y el asombro”.
El asombro bueno –ha observado– delante de la revelación, delante del amor de
Dios, delante de las emociones del Espíritu Santo. El cristiano es un
hombre, una mujer “de asombro”.
La alegría cristiana, ha añadido, el asombro de la alegría, el
ser salvados de vivir apegados a otras cosas, a las mundanidades, solamente se
puede con la fuerza de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo.
Para finalizar la homilía de este lunes, el Santo Padre ha
invitado a pedir al Señor que nos dé el asombro delante de Él, delante de
tantas riquezas espirituales que nos ha dado y con este estupor, “nos dé la
alegría de nuestra vida y de vivir con paz en el corazón las muchas
dificultades”. Así como también “nos proteja del buscar la felicidad en tantas
cosas que al final nos entristecen”. Cosas que, ha recordado, prometen mucho
pero no nos darán nada.
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