Liturgia
Hemos llegado al día de la Ascensión, en esta fecha trasladada al
domingo siguiente a los 40 días después de la Resurrección. Celebramos el
momento del triunfo definitivo de Jesucristo, quien bajó del Cielo en la
Encarnación para realizar la obra de la Redención del género humano, que ha
pasado por la Pasión y la Resurrección y ahora culmina con su regreso al lugar
de donde salió.
Me gusta compararlo con el gran “viaje espacial” en el que
Jesús salió de su base del Cielo para recorrer la vida sobre la tierra, y ahora
regresa de nuevo a su base de lanzamiento para quedar sentado por siempre a la
derecha del Padre.
Entre el evangelio de San Lucas (24, 46-53) y su
continuación –del mismo autor- en los Hechos de los Apóstoles (1, 1-11) tenemos
la secuencia completa de aquel momento. Jesús se ha aparecido a sus apóstoles,
ha departido con ellos una comida en que estaban todos ellos juntos, y Jesús
les ha encargado no apartarse de Jerusalén hasta que reciban al Espíritu Santo
como fuerza venida de lo alto. Les encarga aguardar hasta que eso suceda,
porque entonces será cuando sabrán la verdad completa.
También les anuncia que en el nombre de Jesús se va a
predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos,
empezando por Jerusalén, y les advierte que ellos serán los testigos de esa
realidad.
Luego los saca en dirección a Betania y en el monte de los
Olivos se despide de todos ellos, los bendice y eleva sus brazos hacia el
Cielo, y allí comienza a subir y a hacer visible su movimiento ascendente.
Una nube se interpone y lo quita de la mirada de ellos, y
les hace saber que no se queden mirando al cielo porque ese Jesús que ha subido
al cielo, de la misma manera bajará. Y en realidad lo que ahora queda de
importante a aquellos discípulos es bajar los ojos a la tierra y mirar las
necesidades que hay en ella, para atenderlas. Porque no resolvería nada
quedarse mirando hacia arriba cuando el campo de acción en que deben
desenvolverse es esa tierra en la que están.
Jesucristo se retira de Palestina en su presencia física,
pero en realidad lo que hace es estar muy al alcance de todos los pueblos y de
todas las gentes. Mientras estuvo en aquella tierra pudo recorrer sus caminos y
atender sus necesidades. Ahora, ascendido al Cielo, está equidistante –y a la
vez cercano- a todos los pueblos y a todas las gentes. Jesucristo, subido al
Cielo, está mucho más cerca de nosotros y podemos sentirlo a nuestro lado.
Y nos consta que sus discípulos, con María la madre de
Jesús, cuando aquel día se volvieron a Jerusalén, lo hicieron llenos de gozo.
Parecería lógico lo contrario: que hubieran vuelto con la tristeza de sentirse
ahora huérfanos porque él se ha ido. Sin embargo la nueva realidad de ellos es
mucho más noble y en vez de sentir pena porque Jesús se fue, lo que
experimentan es la gran alegría por el triunfo de Jesús.
La 2ª lectura (Ef 1, 17-23) nos pinta el cuadro completo y
nos hace ver cómo la ascensión de Jesucristo es el desenlace final de su vida,
muerte y resurrección, y cómo ha quedado ahora por encima de todos los poderes
humanos y celestiales. Todo lo puso el
Padre a los pies de Jesús y lo dio a la Iglesia como Cabeza, sobre todo. Ella
es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos; es decir, como el
remate del triunfo total de Jesucristo, en quien la iglesia tiene toda su
plenitud.
La Eucaristía es la presencia real de Jesús resucitado y
sentado a la derecha del Padre, que viene a nosotros cada vez para hacernos
mirar en derredor nuestro porque tenemos que ser los testigos de Jesús con
nuestros ojos vueltos a la tierra para acudir a las necesidades que podamos
atender.
MARÍA
Es una de las personas que asistieron a la despedida de
Jesús, y que volvió gozosa tras la ascensión de su Hijo, porque suponía el goce
pleno de Él.
Acompañémosla en esa
alegría profunda y vivamos con ella ese volver la mirada a nuestro alrededor
porque para eso ha quedado Ella en la tierra: para acompañarnos en nuestra
ascensión diaria, nuestra conversión y la superación de nuestros pecados.
A Jesús, que sube a la derecha del Padre, suplicamos para
que presente a Dios nuestras necesidades.
-
Por la Iglesia y el Papa, que realizan en la historia actual la
plenitud del Cuerpo Místico, roguemos al
Señor.
-
Por nosotros que constituimos ese Cuerpo de Cristo para que seamos
testigos de la obra de Jesús, Roguemos
al Señor.
-
Por la iglesia que padece para que la fuerza ascendente de Jesús les
libere de sus sufrimientos, Roguemos al
Señor.
-
Por el mundo para que sepa mirar hacia el Cielo y se separe de tantas
cosas que le apegan a la tierra, Roguemos
al Señor.
De la mano de
María, la madre de Jesús, vivimos el gozo de la ascensión y pedimos a Dios que
nos conceda una mayor plenitud de respuesta en nuestra vida cristiana.
Por Jesucristo N.S.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)
ResponderEliminarSEXTO MANADAMIENTO:"NO COMETERÄS ACTOS IMPUROS"
"El dominio del momento es el dominio de la vida"
¿QUÉ SE ENTIENDE POR FORNICACIÓN?.-EL término "Fornicación" de refiere originariamente a prácticas sexuales paganas, como, por ejemplo, la prostitución sagrada an el templo, Hoy el término de aplica a todas formas de actos sexuales fuera de la unión matrimonial. Se usa con frecuencia con sentido jurídico (abusos sexuales a menores y dependientes)
Con frecuencia la fornicación se apoya en la sedución, el engaño, la violencia, la dependencia y los abusos. La fornicaciuón es, por tanto una falta grave contra el amor; ofende a la dignidad de la persona y niega el sentido de la sexualidad humana. LOs Estados tienen la obligación de proteger ante los abusos, especialmente a menores de edad.
¿POR QUË ES LA PROSTITUCIÖN UAN FORMA DE FORNICACIÖN?.-En la prostitución el amor se convierte en mercancía y la persona queda degradada como mero objetp de placer.Por ello la prostitución es una falta grave contra la dignidad humana y un pecado contra el amor.
Quienes sacan beneficios de la prostitución, quienes se dedican a la trata de blancas, los proxenetas, los clientes ,tienen mayor culpa sin duda que las mujeres, hombres y adolescentes que frecuentemente venden su cuerpo bajo presión o dependencia.
SÚPLICA A LA VIRGEN DE POMPEYA (8-5-2016)
ResponderEliminarEn el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
I
¡Oh augusta Reina de las Victorias, oh Virgen soberana del Paraíso!, cuyo nombre poderoso alegra los cielos y hace temblar de terror a los abismos. ¡Oh gloriosa Reina del Santísimo Rosario!, nosotros, los venturosos hijos vuestros, postrados a vuestras plantas -en este día sumamente solemne de la fiesta de vuestros triunfos sobre la tierra de los ídolos y de los demonios-, derramamos entre lágrimas los afectos de nuestro corazón, y con la confianza de hijos os manifestamos nuestras necesidades.
Desde ese trono de clemencia donde os sentáis como Reina, volved, ¡oh María!, vuestros ojos misericordiosos a nosotros; a nuestras familias, a nuestra nación, a la Iglesia Católica, al mundo todo, y apiadaos de las penas y amarguras que nos afligen. Mirad, ¡oh Madre!, cuántos peligros para el alma y cuerpo nos rodean; cuántas calamidades y aflicciones nos agobian. Detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo ofendido, y con vuestra bondad subyugad el corazón de los pecadores, pues ellos son nuestros hermanos e hijos vuestros, que al dulce Jesús costaron sangre divina y a vuestro sensibilísimo Corazón indecibles dolores. Mostraos hoy para con todos Reina verdadera de paz y de perdón.
Dios te salve, Reina y Madre…
¡Preciosa Oración ! que hago mía y se la diré a la Madre todos los días.Muchas gracias, Señor Somovilla Murillo, que la Virgen lo proteja siempre.
ResponderEliminarAcabada su Misión en este mundo, regresa al Padre. Misión cumplida pero inacabada.Por esto, después de instruir por última vez a los discípulos sobre el sentido de su Muerte y Resurrección, les promete el don del Espíritu, que se quedará con ellos para que puedan ser testigos para todo el mundo de la Buena Noticia de Jesús y del Reino de Dios.
ResponderEliminarVisto lo que han visto, los discípulos se despiden del Maestro y regresan a Jerusalén llenos de una alegría inmensa, conscientes de que Jesús entra en el Cielo y nos abre la puerta a todos los que hemos sido unidos a Él por el Bautismo.
El camino lo tenemos que recorrer solitos, tenemos que esperar y trabajar.Jesús ha terminado su misión y ahora empieza la nuestra. Tenemos que esperarporque nuestro esfuerzo para que sea útil, tiene que estar animado por el Espíritu que Jesús nos ha prometido. Trabajar para que los seres humanos que todavía no han recibido el testimonio del amor que Dios nos ha manifestado en Jesús, puedan recibirlo junto con la alegría de sentir como transforma sus vidas y conocer el gozo de ser hijos de Dios.