El papa Francisco ha reflexionado este martes en la homilía de
la misa de Santa Marta sobre la docilidad a la voz del Espíritu Santo, en esta
semana que la Iglesia se prepara para la celebración de Pentecostés. Y así, ha
recordado que esta docilidad es la que empuja a “quemar” la vida por el anuncio
del Evangelio, también en los lugares más alejados. Esta es –ha precisado– la
característica de fondo de cada hombre y mujer que elige servir a la Iglesia
yendo a la misión.
Una llamada que da “fuerza”, un impulso irresistible a tomar la
propia vida y donarla a Cristo, incluso más: a “quemarla” por Él. Esto está en
el corazón de cada apóstol. Era el fuego que quemaba el corazón de san Pablo,
es el mismo fuego que arde en “tantos jóvenes, chicos y chicas, que han dejado
la patria, la familia y han ido lejos, a otros continentes, a anunciar a
Jesucristo”, ha asegurado el Santo Padre.
La homilía del Pontífice se ha inspirado en el pasaje de Los Hechos de los Apóstoles
que cuenta la despedida de Pablo de la comunidad de Mileto.
Creo –ha observado el Papa– que este pasaje nos evoca la vida de
nuestros misioneros de todas las épocas. Y lo ha explicado así: “Iban obligados
por el Espíritu Santo: ¡una vocación! Y cuando, en esos lugares vamos a los
cementerios, vemos sus lápidas: muchos han muerto jóvenes, con menos de 40
años. Porque no estaban preparados para las enfermedades del lugar. Han dado la
vida jóvenes: han ‘quemado’ la vida. Yo creo que ellos, en ese último momento,
lejos de su patria, de su familia, de sus seres queridos, habrán dicho: ‘Valía
la pena lo que he hecho’”.
En esta misma línea, el papa Francisco ha asegurado que “el
misionero va sin saber qué le espera”. Y ha recordado la despedida de san
Francisco Javier narrada por el poeta y escritor español José María Pemán.
“Sé solamente –había dicho el apóstol en sus palabras de
despedida– que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me
aguardan cárceles y luchas”. El papa Francisco ha precisado que “el misionero
sabe que la vida no será fácil, pero va adelante”.
De este modo, ha pensado en “nuestros misioneros”, que son
“héroes de la evangelización de nuestro tiempo”. Europa –ha recordado
Francisco– ha llenado de misioneros otros continentes… Y estos se iban sin
volver… Creo que es justo, ha observado el Santo Padre, que nosotros demos
gracias al Señor por su testimonio. Es justo que nos alegremos por tener estos
misioneros, que son verdaderos testigos.
El Santo Padre ha pensado en cómo pudo haber sido el último
momento de estas personas: “¿Cómo puede haber sido su despedida? Como Javier:
‘He dejado todo, pero valía la pena’. “Anónimos, se han ido. Otros como
mártires, ofreciendo la vida por el Evangelio. ¡Son nuestra gloria estos
misioneros! ¡La gloria de nuestra Iglesia!”
El Santo Padre ha aseverado además que una cualidad del
misionero es “la docilidad”. Por eso ha pedido que ante
la “insatisfacción” que captura a “nuestros jóvenes de hoy” la voz del
Espíritu “les dé fuerza para ir más allá, a ‘quemar’ la vida por causas nobles”.
Finalmente, el Pontífice ha
concluido la homilía con un mensaje para los jóvenes que no se sienten bien con
esta cultura del consumismo, del narcisismo. “¡Mirar el horizonte! ¡Mirar allí,
mirar a estos misioneros!” Y así, ha exhortado a rezar al Espíritu Santo para
que les dé fuerza para ir lejos, a ‘quemar’ la vida. Es una palabra un poco
dura –ha advertido– pero la vida vale la pena vivirla. Pero para vivirla bien,
‘quemarla’ en el servicio, en el anuncio e ir adelante. Y esta es la alegría
del anuncio del Evangelio.
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