Vida gloriosa en San Juan -8
A renglón seguido del desayuno aquel, Jesús se muestra ahora
claramente como tal. Y dirigiéndose a Simón, le pregunta: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? [¿Por qué hizo Jesús
así la pregunta? Pensando en forma humana, que es a la que lo humano puede
llegar, estaría en relación con la Cena, cuando Simón blasonó que “aunque todos
te nieguen, yo no te negaré”. Se puede interpretar entonces que Jesús pregunta
a Pedro en ese modo “comparativo”: ¿más
o menos que éstos? Porque, por otra parte, “éstos” no negaron y Pedro sí negó.
He dicho que todo esta reflexión la estoy haciendo desde un pensar muy humano.
Porque por otra parte no me encaja del todo esa “reivindicación” hecha por
Jesús en estos momentos, como si hubiera que “borrar” lo malo de entonces con
lo bueno de ahora. ¿Es ese el estilo de Jesús? No me encaja, pero no se me
ocurre otra cosa que explique aquella pregunta].
Simón Pedro estaba curado en salud. No quiere ni oír hablar
de “más” o de “menos”. Responde con una forma muy humilde y confiada al
conocimiento mismo que puede tener Jesús: “Señor,
TU SABES que te quiero”. No se mete en más. Afirma lo que él puede afirmar,
y afirma basándose en lo que Jesús sabe. Porque la amistad íntima y confiada de
Pedro hacia su Maestro no puede caer en duda. Jesús asiente con un encargo que
expresa la plena confianza: Apacienta mis
ovejas. Era la máxima confianza en el amigo Pedro: ponerle en sus manos las
ovejas que pertenecen al buen Pastor.
Estaba zanjada la cuestión. Pero Pedro ha cambiado la
palabra “me amas” por otra más íntima: “te quiero”. Y Jesús retoma la pregunta,
ahora llanamente sin comparativos: Simón,
hijo de Juan, ¿me amas? Y Simón responde también llana y decididamente: Tú sabes que te quiero. Estaba ya
acabado el asunto por lo que tocaba al discípulo. Jesús vuelve a confiarle su
Iglesia: apaciente mis corderos.
[Ovejas y corderos: ¿expresa dos realidades dentro de la nueva iglesia…: fieles
y pastores? Así lo interpretaron en ocasiones].
Pero el asunto no estaba acabado para Jesús, que vuelve a
preguntar por tercera vez, aunque ahora utilizando el “quiero” de Pedro. No
entendió Pedro aquello y se entristeció de que le preguntara por tercera vez:
¿es que dudaba Jesús de sus afirmaciones? [Menos bonito, a mi juicio: ¿era otra
vez una “reivindicación” de Jesús, para que tres afirmaciones borraran 3
negaciones? Confieso que a mí no me entra esa idea, por mucho que pueda estar
en la mente de la primitiva explicación de los primeros maestros de la Iglesia.
No me encaja un Jesús reivindicador que agacha así la cabeza del apóstol
querido]. Yo quiero ver en esa tercera pregunta la reafirmación y confirmación
por la que Jesús acepta y goza ese “te quiero” de Pedro, que supera al “me amas”
de la pregunta, que expresaría un amor más genérico.
Pedro se deshizo ya y con inmensa humildad y más inmensa
seguridad y confianza, se remitió a lo inequívoco del conocimiento universal
del Maestro: “Tú sabes todas las cosas, y
tú sabes que te quiero”. No me tienes que preguntar a mí. Tú, que lo sabes
todo, SABES QUE TE QUIERO. Pese a todos los pesares. Pese a todo mi pasado.
Quiero interpretar que Jesús le había ofrecido a Pedro lo
más hermoso que podía ofrecerle: la oportunidad de llenarse la boca expresando
SU QUERER de amigo al Maestro que lo era todo para él.
Liturgia del día
ResponderEliminarDos direcciones: fiesta de san Marcos y lectura continuada. En las lecturas de la fiesta, 1P 5,5-14, Pedro exhorta a tener sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. De ahí que la posición más alta y erguida que puede tener la criatura humana es la de inclinarse bajo la mano poderosa de Dios, para que a su tiempo nos levante. Es toda una pedagogía evangélica de “humillarse para poder ser ensalzado”. Descargad todo vuestro agobio en el Señor, pues Él se interesa por vosotros. Sed sobrios, estad alerta. Puede verse todo un programa de vida en coordenadas evangélicas. Tras un breve padecer, Dios os restablecerá y os afianzará.
El Evangelio es una de las páginas más sublimes del evangelio de Marcos. Pertenece a la vida gloriosa, al envío al mundo para trasmitir la fe. Y el que crea llevará consigo unas señales inequívocas (que corresponden a lo dicho en la 1ª lectura” “echarán demonios, hablarán lenguas nuevas, beberán veneno sin que les dañe; impondrán sus manos en los enfermos y sanarán”. Todo ese mundo de expresiones parabólicas que encierra el nuevo mundo de la fe católica. Un mundo paradójico donde el cristiano echa al demonio, se expresa en otro lenguaje y forma de vida, no se deja emponzoñar (porque el demonio es como león atado, que ruge pero no puede atacar), y donde la “enfermedad” del mal, del pecado y aun de la muerte, es vencida y superada por el que tiene LA FE.
En la lectura continua Pedro realiza dos milagros (una curación y una resurrección) que provocan una adhesión a la fe cristiana de dos pueblos: Lida y Jafa. (Hec. 9, 31-42).
En el evangelio (Jn 6, 61-70) se produce la crisis entre discípulos de Jesús, que se han escandalizado por esas palabras de comer mi cuerpo y beber mi sangre. Les ha repugnado ese lenguaje, que les resulta insoportable, y optan por marcharse y ya no vuelven a ir tras de Jesús. Aquello le causa a Jesús un sentimiento doloroso y llega a preguntarles a los apóstoles si ellos también quieren marcharse. Por lo que indica el evangelista, Judas hubiera sido uno de los que se hubieran marchado. Pero Pedro tenía otros sentimientos respecto de su Maestro y, aunque no entienda nada de aquellas expresiones, sí se fía de Él. Y responde con el alma en la mano: “Y ¿adónde íbamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros sabemos que tú eres el santo consagrado por Dios”. No es que entendiera Pedro. Pero si eran “palabras de Jesús” eran “palabras de vida eterna”. Y a ellas se abandona, porque reconoce que en Jesús hay mucho más que en un hombre cualquiera. “Sabemos” (habla en plural como queriendo abarcar en su pensamiento el pensamiento de todos los demás) que tú eres el santo consagrado por Dios.