LA DIVINA MISERICORDIA
El presente domingo tiene su historia. Empieza siendo el momento
en que se completa el Domingo de Resurrección, tan amplio y de tanta trascendencia
que se ha desdoblado en ocho días para poder expresar así lo que fue aquel
domingo clave en la historia del cristianismo.
Había sido una semana en la que los recién bautizados en la
Vigilia Pascual asistían con sus túnicas blancas a las celebraciones eucarísticas,
viviendo así la culminación del bautismo recibido. Y en ese nombre de Domingo in
albis (de túnicas blancas) se ha mantenido siglos.
Con el papado de Juan Pablo II y el auge de la devoción a
la Divina Misericordia, el Papa designa a este domingo con el nombre de Domingo de la divina Misericordia, que
es como ahora lo celebramos.
Misericordia que nos trasmiten las lecturas en aquellos
primeros creyentes –[Hech 4, 32-35]- en cuyas comunidades se vivía el amor cristiano hasta el punto de no haber
entre ellos quienes carecieran porque quien tenía, ponía lo suyo a disposición
de quien no tenía. Y ese era un signo y demostración eficiente de su fe en el
Resucitado, que había cambiado el modo de ser y vivir de aquellas personas.
Misericordia que también viene sentida en la clara
conciencia de sentirse amados de Dios –[1Jn 5, 1-6]-, nacidos de Dios y, por
tanto, amándose unos a otros como verdaderos hijos de Dios, que cumplen los
mandamientos de Dios. Con ello vencen al mundo apoyados en la fuerza de Jesús
que vino con agua y con sangre, que se trasmiten en los dos sacramentos del
Bautismo y la Eucaristía.
Y se plasma todo ello en el Evangelio –[Jn 20, 19-31]- que
abarca dos momentos esenciales para la vida de la Iglesia. Uno, es la infinita
misericordia de Jesucristo Resucitado que se viene a sus apóstoles para darles
nada menos que su propia misión: Como el
Padre me envió, así os envío ahora yo. Desde este momento los apóstoles
constituyen el Cristo presente en la tierra, la Iglesia viva, que recibe el Espíritu Santo y puede perdonar
pecados. La misericordia de Jesús con sus apóstoles se convierte en misericordia con la humanidad, porque
ahora podemos experimentar el perdón y el amor de Dios de una manera sensible y
cercana a través de la misión sacerdotal.
Pero faltaba Tomás. Incluso Tomás se pone díscolo y exige
condiciones para creer en Cristo resucitado: y Cristo realiza con Tomás una
nueva y grande misericordia porque viene a él expresamente a los 8 días de la
Pascua. Y en esa venida, otra vez queda patente la misericordia de Jesús con la
humanidad, porque haciendo que Tomás cumpla sus exageradas condiciones para
creer, nos hace visible a nosotros que Jesucristo es el mismo Crucificado que
fue traspasado por una lanza, y que ahora Tomás toca, mete sus dedos, ya hasta
su puño en aquel costado, dejándonos a nosotros la prueba fehaciente de que el
Crucificado es el Resucitado.
Y que ahora nosotros podemos adentrarnos en el Corazón de
la Misericordia infinita, por esa vía abierta para que todos podamos palpar la
misericordia de Dios en el Corazón de Jesucristo, abierto por nosotros y para
nosotros.
Nuestro Papa actual quiere recalcar la convicción de un
DIOS MISERICORDIOSO, proclamando un AÑO SANTO DE LA MISERICORDIA, que se
derrama sobre todos y no deja lugar al recelo, al escrúpulo, a la sospecha de
otra realidad que no sea la pura
misericordia de Dios con todos.
Los discípulos están encerrados por miedo a los judíos; pero ya estaban juntos, manteniendo el espíritu de Comunidad; las puertas estaban cerradas , se les aparece Jesús y, después de darles la Paz, les muestra las manos y el costado y los discípulos reconocen al Crucificado. Se alegran y el Señor les envía a predicar la Buena Nueva. Jesús estará con ellos; ahora sopla sobre ellos y les da su Espíritu y empiezan a hablar según el Espíritu les sugería. Pero, hay uno que no está: Tomás, no cree en la Resurrección hasta que no lo vea con sus ojos y no vea sus llagas.Jesús se le aparece a él solito y, después de hablar con él, se dirige a nosotros, a tí y a mí, y nos felicita porque hemos creído por el testimonio de otros, a pesar de no haber tenido la oportunidad de convivir con Jesús como Tomás. nos llama dichosos por tener Fe. Ahora nos toca a nosotros comunicar a otros lo que hemos recibido.¡Felices nosotros si le abrimos el corazón al Espíritu.
ResponderEliminar¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! ¡Mi Señor y mi Dios !.Estas palabras pueden ayudarnos a actualizar nuestra fe y nuestro amor a Cristo Resucitado, realmente presente en la Hostia Santa.
ResponderEliminarLa Resurrección del Señor es una llamada a que manifestemos con nuestra vida que ÉL vive.Las obras del cristiano deben ser fruto y manifestación del amor a Cristo.